
Ya me he curado la gripe que me pegó el cabrito de Hamilton, seguro que fue él. Fue una gripe de esas raras; las normales no suelen atreverse. Me atacaba a mediodía, cuando estaba despistado trabajando, subiéndome la fiebre poco a poco, y sólo fiebre, ni tos, ni nauseas, ni nada, hasta que a las tres la cosa más coherente que era capaz de hacer tirarme a mutar en el sofá hasta eso de las siete, cuando empezada a ganarle la batalla y a medianoche adquiría otra vez estatus de persona. Así martes, jueves y viernes. ¡Me respetó el cumpleaños! Murphy debe tenerme cariño. . .
Hoy despierto con una mujer bonita al lado, sin sentirme cansado por primera vez en días. Abro los ojos y veo el sol radiante, el cielo azul. Agosto ha decidido terminar regalándonos el que nos tememos que pueda ser el último fin de semana de verano. Esto no se puede desperdiciar. Desayuno: yogur con fruta y miel. Ducha, laaarga. Un buen libro junto a la ventana. Comida tranquila. Playa. Nadar en el mar. Secarse al sol.
Luego, pastel y té en el Månefiskeren. Un poco de música en directo sin salir de Christiania. Paseo en bici de vuelta a casa. Otra ducha, laaarga. Y me siento a contaros que si algo he aprendido en Dinamarca es a apreciar y disfrutar los días de verano; el invierno es largo, frío y siempre, siempre acaba volviendo. . .
Y sí, los puntos suspensivos significan lo que dice, lo que no dice y lo que queráis leer. . .
Imagen: Puente de Øresund visto desde la playa de Amager, o casi, un atardecer de verano (arunjrk).