martes, 14 de diciembre de 2010

En un aeropuerto

Desandaba el andén nevado quemándome la lengua con el té. Sonreía. Pensaba en la cadena de sucesos que me había llevado hasta allí. Extraordinaria. Casualidad, les gustaría decir a algunos. Y les dejaría, si no fuese porque he leído el I Ching y sé que las casualidades no existen, sólo los momentos propicios.

Sale de la terminal a paso vivo, todo lo vivo que le deja la mochila que carga. Acaba de llegar de París, cansada, eufórica y con ganas de fumarse un pitillo. Entre la gente esperando en "Llegadas" hay un tipo con un cartel rojo que pone CPH:DOX*. Le mira un instante, se devuelven la sonrisa y sigue su camino.

A fuera, enciende el cigarro bajo un sol frío. Disfruta esos momentos en su pequeño mundo: aire fresco, la música de los auriculares, nicotina y sol. Le ve pasar por el rabillo del ojo, con el cartel rojo doblado en una mano y tratando de explicarle algo a un chino. No le mira, pero le ve dudar un instante. Vamos, hombre, piensa, date la vuelta e invéntate una disculpa para pedirme el teléfono. Nadie se da la vuelta, ni le pide el teléfono. Termina el cigarrillo, vuelve a cargarse la mochila al hombro y se marcha.

CPH:DOX*, festival internacional de documentales. Internet es una cosa wonderfulosa. Entre otras muchas cosas, en la pantalla del ordenador, aparece la dirección de imeil del director del festival. Qué demonios, piensa, no tengo nada que perder.

Al día siguiente aparece la respuesta en su bandeja de entrada. Una de las coordinadoras del festival le ha seguido el juego, le ha enviado el imeil del tipo del cartel rojo que vio en el aeropuerto. ¿Y ahora? Se pregunta entre sorbo y sorbo a una taza de café. Mira la pantalla acunando la taza entre las manos. Ahora, de perdidas al río. Empieza a escribir: "¿Te arrepientes de no haberle hablado a la rubia con auriculares del aeropuerto?. . ."

Y al anochecer, sorpresa, otro imeil. Lo lee un par de veces entre la euforía y la decepción. Ha contestado; pero no pacere recordarla. Mmm. . . Pues te voy a refrescar la memoria, cariño, pero a cambio te va a tocar mover ficha, que una servidora ya ha hecho bastante, demasiado quizá.

Después de otro par de imeileses, alguna llamada y media semana, va en un tren camino de Copenhague. Estoy loca. Más de lo que pensaba. Se me ha ido la pinza. Más de lo normal. . . Mira su propio reflejo en la ventanilla, mientras el mundo pasa a toda hostia. Mejor, en vez de parar en la Estación Central, me bajo en la siguiente y me voy directa al curro. El tren va con algo de retraso. Le manda un mensaje para avisarlo.

Debería haberme bajado en la siguiente. . . Sube las escaleras del andén hasta edificio de la estación. Quién me mandará. . .¡Ni siquiera sé que clase de psicópata es! Lo ve allí, apoyado en una columna, leyendo. Esperándola. . .

No hará falta que diga que el que esperaba era un servidor. Sí, este mismo capullo afortunado. Tampoco sabía que clase de psicópata era ella; pero cuando alguien perpetra la osadía de escribirte el guión de un cuento de hadas escandinavo, lo menos que puedes hacer es pagarle una cerveza. Así que allí estaba, agarrando al momento propicio por el cuello. Esperándola. . . A pesar de que necesité alguna pista en los imeils, en cinco días yendo y vieniendo al aeropuerto uno se cruza con mucha gente, al verla en la estación, la reconocí al instante; hay cosas que son difíciles de olvidar. Esa noche pagué la cerveza y por la mañana preparé el desayuno. Luego. . . Luego pasaron muchas cosas, entre ellas la escena del andén. Y después. . . Después ya se verá.


Imágenes: Arrivals in CPH de Morsi y Fairy Silhouette the Adam Sebastian West.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Esclavos-asalariados

Entre WikiLeaks, los atracos reiterados que sufrimos a manos de los putos banqueros y los recortes sociales que nos imponen los gobiernos "socialistas", me lo están poniendo fácil. Nos lo están poniendo fácil para darnos cuenta de una vez por todas que de las democracias liberales y el capitalimo rampante, "el mejor mundo posible" según algunos, son el mayor engaño de la historia de la humanidad. Nos han convencido para que vivamos en un pozo de mierda y para que, además de gustarnos el olor, nos creamos que es lo máximo a lo que la humanidad puede aspirar. Así que a callarse todo el mundo y a trabajar más por menos, que con tanta huelga, tanta filtración y tanta protesta es imposible gobernar y los banqueros van a terminar por ganar menos dinero este año que el anterior. . .

Y hablando de trabajar, quizá dí la impresión el otro día de que me cabreaba esta moda que se está extendiendo por el "mundo civilizado", eso de exigir que trabajemos gratis. Pues no, eso del trabajo no-remunerado, contratos basura de prácticas basura sin sueldo basura y mierdas afines están tan lejos de la línea de lo considero razonable, que más que cabrearme me provocan risa, risa histérica. . . Lo que me cabrea es la alternativa al trabajo no-remunerado. Lo que me cabrea de verdad es el trabajo remunerado.

A este pavo se le ha ido la pinza definitivamente. . .

Shhh. . . Vamos a pensar un poco y luego decidimos a quién se de va la pelota. Cojamos un país medio del primer mundo. Uno normalito, de esos a los que ni les va muy bien ni muy mal, por ejemplo, España. En España, el profesional cualificado medio puede aspirar a consiguir, con algo de suerte, un trabajo a cambio del cual le paguen un sueldo digno. Donde por sueldo digno solemos entender un salario que nos permirta pagarnos la comida, la casa (en alquiler o hipotecada), algo de ropa y puede que algún lujillo superfluo (libros, un ordenador o cenas románticas ocasionales). Comida, casa y ropa, eso es lo que nos proporciona un sueldo digno. Comida, casa y ropa, eso es lo que obtenía, como mínimo, un esclavo en la antigua Roma, en la Grecia clásica o entre los despiadados vikingos.

Ya, hombre, pero además de comida, casa y ropa ahora somos libres de hacer y elegir otras muchas cosas. . .

Ejem, ejem. . . Sí, ahora somos libres de elegir una vez cada cuatro años, metiendo un papel en una urna de metacrilato, de que cólor queremos la mierda: clarita popular u oscura socialista. ¡Una vez cada cuatro años! El resto del tiempo alguien, cuyo nombre no sale en ninguna papeleta, nos dictará cómo debemos vivir, cuantos impuestos pagar y qué amigo suyo es mejor dárselos. Lo cual es razonable, porque nosotros estarémos demasiado ocupados decidiendo libremente a quién le vamos a suplicar que nos permita, si no es molestia, hipoticar a nuestros nietos: al BBBVBA o al Fachander. También somos libres, si no nos importa el linchamiento mediático, de ponernos en huelga para suplicar unas condiciones laborales decentes. Más que nada, por aquello de llegar a casa con las fuerzas necesarias para echar un polvo dignos a quien corresponda. Incluso, si uno es un radical empedernido, puede usar su libertad de prensa para sacar mierda de debajo de las alfomfras gubernamentales con la esperanza de que se haga justicia; eso sí, mientras te vas a esperar en una celda de aislamiento londinense a que la justicia decida primero de qué te va a acusar, si de follar sin condón o de, con perfidia y alebosía, no haber contestado un mensaje de texto, so cabrón.

Y démonos cuenta de que todo esto ocurre en el primer mundo. Lo máximo a lo que puede aspirar un trabajador cualificado medio en el primer mundo, en esos escasos lugares del planeta donde hemos nacido cuatro afortunados, es a ser un esclavo-asalariado con comida, casa y ropa. El otro 80% de la población mundial no puede aspirar ni tan siquiera a comida, casa y ropa. A si que el próximo que me diga que el sistema funciona, que no se sorprenda si le escupo a la cara, en mi nombre y en el del 5300 millones de personas. Mientras tanto, señores ladrones con despacho, esfadores con cargo público y cómplices de papeleta y urna, pueden ir ustedes metíendose su capitalismo y su democracia liberal por el culo.

Bueno, bueno, tranquilo, eh, que tú mucho quejarte; pero qué alternativa propones, listillo. . .

Pues mirusté. . . Primero, no tengo porqué proponer ninguna alternativa, que para darse cuenta de un coche no funciona no hace falta saber arreglarlo y, segundo, alternativas ya las han propuesto y puesto en práctica otros. Por ejemplo, otros no muy lejanos, allá en un lugar llamado España, hará cosa de setenta y cinco años. Lástima que nos lo hayan olvidado. . . A ver si otro día, entre ración de mierda y ración de mierda, saco un rato y rehacemos memoria. Mientras, vendría bien recordar aquello que reclamaban durante la Revolución Francesa: "La tierra para los que la trabajan". . .


Imágenes: esta vez echadles la culpa a Google y Wikipedia.

jueves, 9 de diciembre de 2010

En un andén

Corría por el andén. Qué sería de las estaciones de tren sin personas corriendo por los andenes. Forma parte del romanticismo que envuelve a los trenes. Cada carrera, una historia. Por suerte, de vez en cuando, nos toca interpretar el papel protagonista y no necesitamos montarnos películas para saber de dónde empezó y cómo terminará. Aquel día, un servidor corría por el andén.

Corría por el andén y si alguno de ustedes levantó la vista a la caza de una historia, quizá viese que en una mano sujetaba un vaso de cartón y tapa de plástico. Té caliente, sería una suposición razonable para cualquiera que me conociese. Aunque, pesar de lo que me estaba incordiando, dudo de que alguien se hubiera fijado en aquel vaso. Seguro que resultaba más llamativa la niña de unos tres años sentada en mi otro brazo.

Un observador atento, se percataría de que un servidor, vaso de té en la mano izquierda y niña en el brazo derecho, corría tras una mujer. La mujer cargaba una mochilla. Cada diez o quince pasos, con un revuelo de cabellos rubios, volvía su mirada azul para comprobar si seguía victorioso en mi pelea por sujetar en condiciones a la niña, conserbar el vaso y evitar hostiarnos todos en la nieve helada que cubría el andén.

Quizá habíamos corrido ya demasiado lejos para que alguien viese como llegamos a la puerta del vagón bajo los gestos apresurados del revisor. Posé a la niña en el lo alto de los escalones y, con un pie dentro y otro fuera, alargué el focico para besar a la mujer. Se cerraron las puertas y el tren se las tragó. Tras un gesto con la mano alzada, di media vuelta y desanduve el andén nevado quemándome la lengua con el puto té.

No sé a dónde irá este tren; pero sí sé de dónde vino: de un aeropuerto. . .

Continuará. . .


Imagen: Sacada del uno de los blogs de geo.