martes, 31 de marzo de 2009

Melbourne 2009: Sorpresa, sorpresa

Ya sé que llego con un día de retraso; la culpa es del no poder estame quieto y del estado de shock en que me dejó la carrera del domingo. La esperadísima primera batalla de la temporada, no se a ustedes, pero a un servidor le entusiasmó. Pero, como es habitual en Australia, un circuito atípico, con asfalto atípico y con todas esas nuevas normas, se han despejado pocas dudas. Aunque una cosa sí que nos ha quedado clara: ¡madre del amor hermoso, cómo corren los Brawn!!!

A pesar de las advertencias de Alonso y Massa, creo que todos teníamos la pequeña esperanza de que los de Ross Brawn hubieran ido de farol durante la pretemporada. Pero no, quince meses de trabajo con el ingente presupuesto de Honda (casi, casi me dan pena esos ejecutivos iluminados que decidieron que su compañía se retirase de la Fórmula 1) y bajo la dirección maestra de Ross Brawn, han dado sus frutos. ¡Y de qué manera! Doblete en la clasificación y doblete en carrera. Llegar y besar el santo. Y sin despeinarse, oiga. Como Button y Barrichelo sigan así, el campeonato está sentenciado. Su ritmo de carrera es casi un segundo más rápido que el del resto. Y este año, con la prohibición de tests durante la temporada, va a ser muy muy muy difícil que los demás equipos limen esa diferencia.

Brawn a parte, ¿qué ha pasado con los otros? Pues más sorpresas. Williams, Toyota y Red Bull les comieron la tostada a los favoritos teóricos, Ferrari y Renault. Bueno, casi, porque un cúmulo de despropósitos dio al traste con sus carreras y, al menos en Renault, Alonso consiguió salvar los trastos, porque el desastre Ferrari ha sido pa'mear no echar gota. Habrá que esperar a Malasia para ver si el status quo ha quedado tan patas arriba como parece. Dejando a los Brawn en su mundo particular, el resto de equipos están tan igualados, que el desbarajuste que vimos el domingo podría deberse sólo a lo particular de la pista australiana. En unos días lo sabremos. . .

Lo que ya parece bastante claro es que el dichoso KERS es casi inútil, perjudica bastante el rendimiento de los coches en las curvas lentas y ayuda poco o nada en la salida y las rectas. No me extrañaría que de aquí a tres o cuatro carreras, los equipos que han decidido usarlo (Renault, Ferrari, McLaren y BWM sólo en el coche de Heidfled), lo tiren a la basura. Veremos. . .

Y tampoco hace falta esperar para ver que la manía que les ha entrado a los equipos por poner a jovenzuelos imberbes al volante va a terminar costándonos un disgusto. Desde que Alonso asombrase a propios y extraños haciendo volar un Minardi con veintiun años y soplándole a la oreja al mismísimo Schumy con veintitres, la fiebre juvenil manda en este deporte. Y luego pasa lo que pasa, que Nakayima se estopina contra un muro, Vettel arruina su carrerón y el de Kubica en una frenada mal medida gracias al mal perder, Piquet destroza sus frenos y el chico maravilla, al que se lo consienten todo, se inventa un truco sucio para subirse al podio que no hubiera podido conseguir peleando como un paisano. Empiezo a echar de menos a los caballeros, a los pilotos que se repetaban entre ellos y eran conscientes de que lo tenían en las manos no era el mando de la pleiesteixon. Y sino que se lo digan a Fernando, que para empezar bien la temporada, y por enésima vez, ha visto arruinada su salida, teniendo que irse al prao porque algunos kamikazes, ensimismados la mutua comparación de sus juveniles güevecillos sonrosados, no se percataron de que la recta se terminaba. Menos mal que al asturiano ni se le escapa una y ni se fía de nadie en cuando se cala el casco, que si llega a ser otro la carrera la hubieran terminado cinco coches menos.

Conclusión: habrá que esperar a este domingo para ver quién es quién. Como dijo el propio Fernando, paciencia, es pronto para sacar conclusiones. Malasia nos aclarará si Ferrari y Renault tienen esa pequeña ventaja que les ponga al frente de los demás y tras la estela de los Brawn o si, como algunos empezamos a temernos, esta temporada a va resultar la más caótica y sorprendente de la historia; en parte gracias a las nuevas normas, que además de igualar raseros, parece que de están cumpliendo su objetivo de fomentar la lucha en la pista y los adelantamientos.


Chapeau!
- Para todo el equipo Brawn GP.
De la quiebra a la gloria. ¡Así se gana!
- Para Lewis Hamilton y Fernando Alonso, por aguantar ahí, por luchar y llevar a los puntos dos coches que no estaban a la altura.

Mongolín de oro:
- Para el listo que decidió que era mejor correr al atardecer, porque es más emocionante que a los pilotos les deslumbre el sol y no vean las curvas.
- Para el otro listo que decidió que en vez de los neumáticos medios y los blandos, había que usar los medios y los super-blandos; por joder, más que nada.


Imágenes: Autosport y thef1.com.

sábado, 21 de marzo de 2009

Un bonito regalo


El jueves, en medio del entrenamiento, el sifú Henrik nos hizo sentarnos a todos en círculo y empezó a hablarnos como sin venir a cuento. Palabras lentas, serenas, que fueron ganando confianza, como si a media que hablaba fuera convenciéndose de que decir aquello en público era lo que debía hacer.

Hablaba de mí; aunque no nos lo dijo hasta el final. Y os vais a quedar con las ganas de saber lo que dijo, porque no me sentiría cómodo transcribiendo aquí tantos halagos.

La pequeña ceremonia terminó entre aplausos mientras me entregaba el diploma que tengo aquí al lado ahora mismo. Me acredita como mereceror del Tercer Grado del Nivel Básico de la escuela de Kung Fu Weng Chung. Él mismo dudaba de lo que aquello pudiera significar para mí tan humilde galardón después de veinticinco años entrenando y los títulos y diplomas que ya pudiera tener.

Significó. Significó mucho. No por el diploma, sino por la forma cariñosa y respetuosa con la que habló del esfuerzo diario de años. Por las palabras de ánimo a seguir mejorando como la única cosa que estoy seguro que soy: un artista marcial.

Tak, sifu Henrik. Tak, Weng Chung familie.


Imagen: Kung Fu Panda en filmgranade.

lunes, 16 de marzo de 2009

¿Qué es esa sombra?

Os conté el principio. Os debo el final. Voy a saldar la deuda ahora, tomandome un te, aquí sentado en una de esas cafeterías encantadoras de Copenhague. La historia va con retraso; ha pasado un mes. Quería encontrar el tiempo para contárosla sin prisas. Tal vez ahora sea con demasiada calma. Tal vez hubiera sido mejor escribir guiado por los demonios. Tal vez. . . Tal vez. . .

Tal vez empezó antes, pero permitidme la licencia de decir que empezó con aquel beso. . .

Caía una llovizna fina y lenta que ratos se tornaba nieve. La noche llegó temprano, de puntillas; una noche de invierno que se llevó la lluvia y congeló la luz amarilla de las farolas sobre el asfalto mojado. Serían cerca de las siete de la noche, bajo una de aquellas luces cansadas, cuando nos besamos. Suave. Despacio. Como si besarnos fuese la única cosa sensata que hacer en aquel momento.

Empezó y terminó con ese beso; aunque tardé diez días en enterarme.

En cuestión de mujeres, tengo escaso derecho a quejarme. En cuestión de amores, parece que siempre llego a destiempo. Lo cual no dejaría de ser anecdótico, si no fuese porque estoy hasta los cojones de escuchar la misma historia. Y vamos a dejarlo claro, el problema aquí soy yo. Las alegres señoritas que deambulan por el mundo son libres de tomar las decisiones que les dé la real gana; uno sólo puede callarse, pagar la cuenta y desearles lo mejor.

Repito que esto es una anécdota, nada más. Un pequeño revés, un pequeño foco de frustación como tantos otros a lo largo de una vida cualquiera. Lo importante en esta historia, lo que quiero contaros, es que cada vez me cuesta más. . . Más tiempo, más esfuerzo. . . Cada vez me es más difícil levantarme y sonreír tras un tropiezo, sea sentimental, laboral o cualquier gilipollez cotidiana. Al contrario de lo que esperaba, hay cosas que cada vez me duelen más y me calan más hondo. Hace años, con sacar los santos en procesión durante media tarde, quemar la rabia con un par de horas de entrenamiento, una ducha y una noche de sueño, eran suficentes para amanecer sonriendo. Ahora me cuesta días, semanas. Y no me gusto. No me gustan la clase de paridas que pienso entre que me levanto y no. No me gustan la autocompasión ni el gillipollas arrogante y huraño que me sale de dentro.

Caete siete veces, levántate ocho.

Caete siete veces, levántate ocho.

Así de sencillo; como todo lo que uno aprende peleando. Y levantarse, para mí, significa que pase lo que pase, cuando vuelves a estar en pie frente a ciertas situaciones, tienes que volver a sonreir como un niño, asombrado y expectante como si fuese la primera vez. La experiencia no debería servirnos para inmovilizarnos dentro armaduras frías y rodearnos de muros sordos, ciegos; sino para hacer más firmes y seguros nuestros pasos desnudos. El pasado es inútil si sólo nos sirve de disculpa para echar nuestros fracasos y frustraciones sobre los hombros de otros y esperar que caminen a nuestro lado cargando con ellos. Por eso no me gusto cuando me veo de rodillas, apilando ladrillos a mi alredor; no me gusto cuando me descubro saludando con una sonrisa cínica y poniendo los brazos en guardia, en vez de abrirlos para sacudirme el peso de los hombros antes de cerrarlos en un abrazo. No me gusto. . . Y cada vez me cuesta más. . .

Caete siete veces, levántate ocho. . . Nueve. . . Diez. . . ¡Once!


P.S.- Pensé en deshabilitar los comentarios en esta entrada para evitar. . . Pero eso sería levantar otro muro, así que séanme leales a la confianza que me merecen y eviten llenarme esto de tópicos manidos. . . ¿Ven lo que les digo de ese gillipollas arrogante a la defensiva?


Imagen: What's that shadow?, Kat Mulawa.

martes, 10 de marzo de 2009

Días extraños

Sin apenas darme cuenta, se me ha escapado otra semana. Sin entender cómo, porque han sido días largos. Cogiendo trenes tempranos para ir a Lund y volivendo tarde. Acumulando cansancio de no hacer gran cosa. Horas encerrado entre ordenadores y cacharros varios. Horas mirando pantallas, alineando aquello, ajustando ésto y comprobándolo todo otra vez. Midiendo el tiempo no por el reloj, sino contando tazas de té y archivos de datos.

Todo funcionó diferente a lo esperado, y no tenemos claro si las horas invertidas darán algún resultado decente. Aún así, me alegré cuando el sábado, llendo camino de Lund, me avisaron que todo el sistema informático se había ido al carajo. Fin del experimento. Comienzo de un fin de semana más o menos normal. Reciclando el cansancio. Durmiendo a horas extrañas. Abrir los ojos fresco como una rosa tras cuatro horas de sueño. Tener pensamientos espesos después de diez horas en cama.

Me llega otra vez el martes, cansado y alividado. Contento de haber salido airoso; trabajando en grupo de treinta personas la comunicación a veces falla.
Pasar una semana en otro país ayuda poco. Y las ideas de cómo, cuándo y porqué hay que hacer las cosas divergen. . . Las cosas han vuelto a su sitio a base de tragarme la frustración, mantener la cabeza alta y horas y horas de trabajo eficiente.

Y mientras nuestras pequeñas vidas van goteando, al otro lado de la ventana cada vez amanece más temprano, cada vez anochece más tarde. El hielo parece cosa del pasado, aunque no sea tiempo de olvidarlo. Y se nota algo extraño en la lluvia, en el sol entre las nubes inquietas. Una sensación familiar. Un eco de otra vida lejana. Siempre a punto de recordar como se llamaba y siempre incapaz de desempolvar su nombre. Prim. . . Primav. . . O algo así. . .


Imagen: Travel, Dave McKean.

martes, 3 de marzo de 2009

Un día perdido (O casi)

Desde las diez de la mañana que me bajé del tren en Lund, hasta las seis menos veinte que me volví a subir para volver a Copenhague, he estado haciendo exactamente nada. Hay pocos días en mi vida en que me haya aburrido tanto. Allí, mirando como los "expertos" alineaban el cacharro y comprobaban si iba a ser posible medir después de, como medida de emergencia para poder hacer algo esta semana, haberlo ajustardo a ojo. Al final, parece que sí, que el ojímetro funcionó, y mañana volvemos. Pero hoy, hoy ha sido un coñazo.

Habrá que arreglar el día improvisando una cena con un par de amigotes y tal vez unas cervezas después. Como mañana se repita la historia, no voy ser tan decente como hoy. Juro que la poca decencia que me queda fue lo único la que me impidió pasar de todos, sacarme un libro y ponerme a leer en mi universo particular. O ponerme a jugar con el ordenata. O a escribir cosas como ésta. Como mañana se parezca a hoy, voy a tener serias dudas entre si cortame las venas o dejármelas largas.

Hala, voy a ver si hago algo de provecho con lo que queda de día :)


Adenda (11:30 - 4/3/09): Al final, un par de amigotes, una buena cena, una visita inesperada y una cerveza a medias arreglaron y alegraron el día.


Imagen: Google me la encontró aquí, aunque no es de ella. La otra aquí.