martes, 31 de agosto de 2010

Spa 2010: los enanos crecen

Esta temporada, en cuanto caen dos gotas, si a Fernando le puede salir algo mal, le sale mal. Este año, en cuanto llueve, a Ferrari le crecen los enanos. Ya empezamos mal sábado, cuando, mira tú que cosa, tiene que ponerse a llover justo cuando a Alonso le montan el último juego de neumáticos blandos que le quedaba sin usar; al final, décimo. Tocaba remontar. E iba camino de ello tras de una salida espectacular. Recuperó un par de posiciones y se mantuvo en la pista mientras los demás se paseaban por las escapatorias con las primeras gotas de lluvia. Impecable. Hasta que Barrichello decidió que la mejor manera de celebrar su Gran Premio número 300 era llevarse por delante a alguien. Y no podía ser otro que Fernando, claro.

A la vista de las posiciones perdidas en el incidente, y dando gracias de que el F10 todavía se movía, en Ferrari tomaron la decisión adecuada: entrar a boxes y poner gomas intermedias. ¿Y que ocurrió entonces? Paró de llover, evidentemente. Vuelta a boxes, y vuelta a empezar. . . A Fernando le costó sólo un puñado de vueltas remontar de vigésimo a décimo tercero; aunque la realización de la carrera consideró que había cosas más importantes que enseñar. Llegó a adelantar a dos coches por vuelta y su ritmo era igual, o en ocasiones más rápido que el de la cabeza de carrera. Todo eso pilotando un coche que, después del encontronazo con Rubinho, tenía una sospechosa tendencia a irse hacia la derecha; lo cual tengo entendido que no es bueno cuando uno va trescientos kilómetros por hora.

Sólo quedaba esperar un milagro. Otra tromba de agua en el momento oportuno, que, por supuesto, no llegó. Llegó tarde, quiero decir. Llegó cuando Alonso se dejaba la piel por arañar algo más que dos puntos. Llegó para demostrar una vez más que Hamilton puede salirse de la pista, pasar rozando los muros y salir indemne de todos sus errores. Mientras que Fernando otra vez más pagó un precio desproporcionado por el menor de los errores, si se le puede llamar tal, teniendo en cuenta que su coche estaba tocado. A él el muro no le perdonó la indiscreción.

Pero el de Alonso no fue el único drama que vimos en el precioso, espectacular, increíble trazado de Spa. Vettel también vivió su calvario particular. Primero un choque desafortunado con Button, que destrozó el coche del inglés y a él le costó un alerón y una sanción injusta. Cada vez entiendo menos a los señores de la FIA. Todos los años andan mareando la perdiz con cambios y más cambios en las reglas para fomentar los adelantamientos y luego, cuando un piloto se la juega, arriesga dentro de los límites razonables, le sancionan si le sale mal. Vettel ni infringió regla alguna, ni hizo nada a propósito que pusiera en peligro la vida de nadie; sólo hizo su trabajo y le salió mal. Igual que Barrichello, por mucho que me fastidie que diera al traste con la carrera de Alonso, tampoco hizo nada para ganarse una penalización. Son errores, incidentes normales que ocurren en las carreras, donde a los pilotos les pagan por conducir máquinas salvajes al límite de sus posibilidades.

Mención especial merece también la penalización a Alguersuari. A ver si lo he entendido bien: el chaval se pasa de frenada, se salta una chicane y Liuzzi, que iba un segundo por detrás, no consigue aprovechar la oportunidad para adelantarle. La FIA decide penalizar a Jaime por defender su posición por fuera de la pista, cuando Liuzzi nisiquiera estaba en condiciones de adelantarle y en la vuelta siguiente, trazando la chicane como es debido, el español marcó el mismo tiempo. No entiendo nada, y cada vez menos, porque creo recordar que en la primera vuelta, los cuatro primeros se saltaron la misma chicane y tenían un buen puñado de rivales a menos de un segundo; pero nadie los ha penalizado. . . Porque hacer semejante cosa, a ellos o a Jaime, carece de cualquier sentido.

Sea como fuere, al final, al chico maravilla le salió todo a pedir de boca. A pesar de sus errores, cruzó primero la meta, justo por delante del lider del mundial, al que le falló el embrague en la salida, y con los otros tres rivales noqueados por el infortunio. es difícil imaginar cómo podría haberle salido mejor la jugada. . .

Y voy a terminar con algo que he escrito muchas veces esta temporada: bravo, bravísimo Kubica y que pena de la Rosa. . . El polaco ha vuelto a hacerlo, ha vuelto a dar la sorpresa con un Renault que mejora de carrera en carrera y más cuando lo pilota él. Y de la Rosa, esta vez no fue el motor, fue un charco; pero el resultado es el mismo: la fortuna se sigue cebando en él, porque el caltalán no es el chico maravilla y los muros no se apartan a su paso.


Imágenes: Autosport.com y TheF1.com.

lunes, 30 de agosto de 2010

33

Hay días que son perfectos; aunque no haya follado.

Viernes. Despierto sin necesidad del despertador. Ni tarde, ni temprano. A eso de las ocho y media. Encuentro el desayuno preparado en la mesa del comedor, en el silencio soleado. Satisfecho el estómago. Con más calma de la acostumbrada, me siento en mi rincón de leer. Una taza de té humea sobre el radiador. Enfriándose. La primera página de un libro, un buen libro, abierta frente a mis ojos. Calentándose. Pasan los sorbos y bebo páginas. Saboreo las palabras líquidas, hasta los posos del primer capítulo. El teléfono suena con las primeras felicitaciones.<

Ducha. Hecho un vistazo a las noticias del día. Y es hora de cumplir otro ritual.

Camino por las calles animadas. Envueltas en sol de verano y aire fresco que ya huele a otoño. La música gotea en mis oídos. Entro en la tienda y me envuelve el olor familiar y agradable a tinta y papel. Voy convertir en costumbre esto de regalarme un libro el día de mi cumpleaños.De alguna manera, ya es mediodía. Es el momento perfecto para sentarme en alguna cafetería acogedora. Al lado de la librería, no hace falta ir más lejos. Devoro medio capítulo con media cerveza antes de que llegue la comida. La otra mitad cuando el plato está vacío.

Vuelvo a casa. Saldo cuentas con los correos pendientes. Trabajo unas horas. Remato los objetivos de la semana. Luego hay que hacer compra y cena para cuatro. Torradas con gambas al ajillo. Ensalada de quesos, serrano y anchoas frustradas. Tomates rellenos. Buena compañía, un par de cervezas raras y un Rioja decente. Y buen humor. Mucho. Calentamos a conciencia el músculo de la risa. Luego consumamos una decisión, que para eso montamos el sarao de la cena. Empieza el tercer ritual del día. Ella pregunta un par de veces. Le tiembla la mano de las tijeras. Sonrío en el espejo. Y salta un flash.

Gofres con helado de vainilla y mermelada. Luego salimos a carreras. Aún así llegamos los primeros. Van apareciendo. Cargados de abrazos y sonrisas. Me envuelvo en mis amigos. Y llegan más. Y más. Y nos perdemos en la noche.

Y cuando un buen puñado de horas después, cansado y somnoliento, estiro el brazo y apago la luz de la mesita, sé que ha sido el día perfecto para cumplir treinta y tres.

lunes, 23 de agosto de 2010

John, el bardo



The Southern Cross (La Cruz del Sur) es un pequeño pedazo de Australia en centro de Copenhague. Fue el sitio perfecto para celebrar el treinta cumpleaños de nuestra australiana favorita, porque es el único sitio de la ciudad donde sirven su ron favorito. No me preguntéis cuál, porque en The Southern Cross aunque nadie te vaya a hablar en danés, su inglés de las antípodas es casi igual de ininteligible, casi.

¿Qué tiene de interesante beber ron australiano con un puñado de amigotes en medio de Copenhague?

La verdad es que no mucho. . . Hasta que entra él por la puerta. Está borracho y se ha confundido de país, seguro, porque con esa falda escocesa, la camisa sacada del vestuario de Braveheart, ese pelo gris, abundante, largo hasta media espalda y aquella sonrisa sólo se puede estar borracho y confundido. Pues ni lo uno ni lo otro, oigan. Estaba muy sereno y seguro de porque había ido allí. Explicó a todos con su precioso acento escocés que venía a saludar a un viejo amigo, calzarse unas pintas de cerveza y, para celebrarlo, cantar algo.

Cuando el dueño del bar apaga la música y los clientes habituales piden silencio, sabes que está a punto de ocurrir algo especial. Sin más ayuda que un bodhrán y su voz potente, el escoces empieza a cantar. Y por arte de magia, qué si no magia, abandonas el siglo XXI, dejas Copenhague, retrocedes siglos hasta una taberna perdida en medio de las Tierras Altas. Ríes, cantas y brindas. Ríes, cantas, brindas y algo pronfundo y ancestral en la sangre nos recuerda porqué antes de la tele, el iPod, internet y YouTube, cantar y contar historias era un regalo de los dioses. Porque un hombre con un simple tambor y su voz puede convertir la noche en un lugar feliz. Puede mantener a raya al frío y la oscuridad, alejar miedos y miserias durante unas horas.

Cuando se cansó de hacer magia, con la cuenta de cervezas ascendiendo a ritmo de una pinta cada dos canciones, se sentó en nuestra mesa a relagarnos algunas historias acumuluadas en sus sesenta años de vida. A poca atención que uno prestase, borracho o no, en las palabras de aquel hombre había más que aprender que en muchos libros. Aún sigo rumiando ciertas frases. Y tardaré tiempo en olvidar la historia de cómo decidió que prefería cantar a disparar. O cómo había matado a su primer hombre. Allá a finales de los sesenta, siendo un soldado británico en Irlanda del Norte. Pero esa es otra historia. . .


Video: Uno de los clásicos que cantamos el sábado por la noche: Drunken sailor interpretada por los Irish Rovers.

lunes, 16 de agosto de 2010

Atención: Obras!

Como pueden ustedes ver, andamos de cambios. Y espero que en breve los llamemos mejoras. . .

Por ello, rogamos paciencia y admitimos sugerencias.

viernes, 13 de agosto de 2010

Mi puerta superstar



Es una puerta eficiente, digna, manteniene fuera lo que tiene que estar fuera y deja pasar lo que debe sin entrometerse en la vida de nadie. A veces, muy pocas veces tiene un día malo; pero se lo perdonamos por respeto a su elegancia clásica y coqueta, sabiendo que jamás caerá en la estridencia y siempre tratará a las visitas con esa pose profesional de quien ha visto muchas vidas pasarle por delante.

Es una puerta muy danesa y muy correcta. Uno escusa de irle con confianzas impropias e intentar abrila alargando una mano, así sin más, como si fuese una cualquiera. No, uno debe aproximarse cortés y, sin sobrepasarse, usar ambas manos y la delicadeza apropiada, como está mandado.

Sin embargo, no fueron su sobria madera oscura, ni sus elegantes detalles de ebanistería, lo que le ha abrieto las puertas del estrellato; fueron sus coquetos paneles centrales, cubiertos de un rojo sintético y cálido, sin caer en lo agresivo. Fue ese pequeño guiño a la modernidad lo que llamo la atención de un joven director cine. Ella aceptó la oferta para acutar en un par de escenas, no sin cierto rubor excitado y disimulado gracias a su dignidad profesional.

Así que, el lunes me invadieron la casa con parafernalia cinematográfica. El director, el técnico de iluminación, el estilista, el cámara, el técnico de sonido, los actores, alguna vecina y la productora ejecutiva, que, por cierto, era una niña monísima con un acento londinense de esos que hacen que se te derrita algo por dentro. . . Y en medio de toda aquella vorágine, estaba mi puerta, en su salsa, como si llevase haciendo aquello toda su vida.



Imagen: Iba a poneros una foto de ella, la puerta, digo, pero ya veis lo que son las cosas, después de pasarse horas repitiendo escena tras escena, le da vergüenza que le saque una foto y la ponga en internet. Dice que esas cosas tan modernas no van con ella, que a saber quien puede llegar ver esa foto. Así que a cambio os dejo con otra canción de la banda sonora original de mi vida: Bring the light de Smashing Pumkins.

domingo, 8 de agosto de 2010

Horas



He pasado la semana sentado frente a esta pantalla. La última vez que salí de casa fue el jueves para ir a entrenar un par de horas. Horas. . . Hoy quince de ellas pegado al teclado.

Igual que ayer.

Igual que mañana. . .

lunes, 2 de agosto de 2010

Hungaroring 2010: Sin cuartel

Demasiadas cosas pasaron ayer en Hungría, y poco tiempo para contarlo, porque se me cierran los ojillos y porque llevo todo el día con una pereza, una desidia y una incapacidad para concertrarme que no son normales. Será la luna. . .

¿Por dónde empiezo? Por el principio: salida espectacular de Alonso. El sábado, los Red Bull humillaron al resto de la parrilla, así que la única opción que quedaba era robarles la cartera en la arrancada y luego cruzar los dedos. Webber pagó el precio de salir por lo sucio y Vettel, si no llega a ser por ese Reb Bull que lo perdona todo y se pega al asfalto como una lapa, hubiese disfrutado desde el principio de una bonita vista del nuevo difusor de Ferrari. Casi. Casi, pero al final no pudo ser. Vettel se defendió in extremis del ataque de Alonso y se largó a golpe de vuelta rápida camino de la victoria mientras Fernando hacía milagros con el F10 y contenía a Webber.

Hasta que llegó el caos. Liuzzi se deja un cacho de alerón en la pista y Charlie Whitting decide sacar uno de esos coches de seguridad que sólo saca cuando Hamiltón no va primero. El lider, Vettel, entra en boxes por los pelos, y detrás de él todos menos Webber y Barrichello, que deciden jugársela; para el australiano era la única manera de quitarse a Alonso de delante. En el escaso medio minuto que pasaron los monoplazas en la calle de boxes ocurrió de todo. En Renault no vieron venir a Sutil, soltaron demasiado pronto a Kubica y los dos terminaron enganchados. Kubica sólo perdió algo de tiempo. Sutil terminó allí la carrera. En Mercedes perdieron una tuerca de Nico Rosberg, él perdió la rueda trasera deracha y un mecánico de Williams casi pierde la cabeza. Por suerte, todo quedó en la anécdota. Abandono de Nico, imagen insólita de un neumático botando por los boxes y cincuenta mil dólares de multa.

El que sí que perdió la cabeza fue Vettel. Ignoramos si fue por tratar de ayudar a Webber o por incordiar a Alonso, pero se olvidó de mantenerse dentro de la distancia reglamentaria cuando rodaba tras el coche de seguridad. Le costó un drive through, un enfado monumental, la segunda plaza y puede que la primera también; dudo que Webber hubiera sido capaz de alejarse veintitantos segundos si su persiguidor hubiera sido otro Red Bull en vez de un Ferrari.

A partir de ese momento, la carrera, más que una peli de acción, fue un thriller psicológico con susto incluido. Webber se escapaba encadenando vueltas rápidas. Fernando llevaba el F10 al límite, no para alcanzarlo, que ayer los Reb Bull estaban intratables, sino para tratar de evitar que abriese el hueco necesario para conservar el liderazgo tras cambiar los neúmaticos. Se mascó la tensión hasta los últimos instantes; pero no pudo ser. Los super-blandos de Webber duraron un vida y Alonso bastante tuvo con aguantar a Vettel detrás durante casi treinta vueltas. Que si bien el de Hungría era el circuito perfecto para hacerlo, dada la superioridad mostrada por los Red Bull, no dejó de ser una proeza.



El susto se lo llevó Barrichello, cortesía de su majestad Michael "El Mismo Sucio de Siempre" Schumacher. A cerca de trescientos kilómetros por hora. Con las ruedas intercaladas. A centímetros de un muro de hormigón. Rubinho sólo pudo apretar el acelerador y los dientes y hacerle un adelantamiento a Schumy que pasará a la historia, por lo espectacular, por el morbo, por el tufillo a revancha y porque creo que ha sido la primera vez que el heptacampeón ha pedido disculpas, más o menos. . . Aunque sospecho que sólo lo ha hecho por llevarle la contraria a Barrichello, quien, cuando le preguntaron si pensaba hablar con él, respondió que no merecía la pena, porque Schumy "El Orgulloso" jamás reconocecía haber hecho nada deshonesto, sucio o ilegal.

Así las cosas, Webber culminaba un su carrera número 150 con una victoria impecable labrada a base de vueltas rápidas. Alonso aceptaba gustoso el regalo de Vettel, subiéndose a un segundo escalón que el sábado parecía inalcanzable y, por mucho que Vettel siguiese refunfuñando y lamentándose, el resultado fue aún más dulce porque no había rastro de los McLaren. Button, renqueó hasta el octavo puesto y a Hamilton su caja de cambios lo dejó tirado en la cuneta. Qué pena. . .

Y que alegría en el box de Sauber. En su Gran Premio número 300 la mala suerte y los problemas por fin miraron hacia otro lado. De la Rosa cazó sus primeros y merecidísimos puntos de la temporada llegándo séptimo. Kobayashi puso la guinda con su novena posición.

Ahora, tres semanas de descanso antes de volver los dos circuitos más míticos del mundial: Spa y Monza. El escenario ideal para que Alonso y Ferrari continúen su remontada y la lucha sin cuartel, en la pista y en la fábrica, contra Red Bull. Y que nadie descarte aún a McLaren, que las largas rectas de Bélgica e Italia le pueden a venir de perlas a su conducto-F. Hasta entonces, sed buenos, y no hagáis nada que un servidor no haría. . .



Imágnes: Autosport.com.