sábado, 31 de diciembre de 2011

La vida espera

Uno de mis personajes me dijo una vez que "ya no viajamos, sólo llegamos". Sentado cara al sol, en Barajas, viendo siluetas de gentes y equipajes trasegar arriba y abajo por la terminal, podría parecerme que todos ellos están viajando; pero no, sólo esperamos. Algunos esperamos aburridos comiendo algo aburrido, otros corriendo de una puerta de embarque a otra, algunos hablando francés a gritos por teléfono y ciertos otros haciendo como que tecleamos cosas importantísimas. Todos esperando. Todos con un salvoconducto de papel puesto a buen recaudo en un bolsillo, pagado a precio de oro y, las más de las veces, con antelación esquizofrénica. Ese sacro documento nos otorga derecho de irresponsabilidad. Un trozo de papel, tarjeta de embarque, billete de tren o pasaje de ferry, con el cual renunciamos a cualquier derecho a viajar, a decidir sobre el camino y sus paradas, las comidas y la compañía, los tiempos y tempos. Todo a cambio de la seguridad de que en entre los puntos A y B jamás nos ocurrirá nada extraordinario, interesante o relevante. Todo ocurrirá acordé al plan previsto por otros para que nosotros no movamos ni un dedo, tan sólo esperemos mientras somos etiquetados, transportados y entregados en tiempo y forma. So pena de indignarmos muchísimo y sacar en procesión al santoral completo si cualquier evento inesperado perturbare nuestra espera.

Poca diferencia hay ya entre eso que llaman "viajar" e ir al MaDonals. Llegas, seleccionas un menú predefinido, pagas, ¡esperas!, recibes exactamente lo que ordenaste, exactamente lo que come cualquier otro y que sabe exactamente como lo que comiste las últimas cien veces. Seguro. Milimetrado. Preciso. Predecible. Exactamente lo esperado. Cualquier manera de hacer las cosas en que uno se empeñe en poner algo de sí mismo es peligrosa, inaudita, descabellada. Conducir tu propio coche. Una temeridad. ¿Cómo osas decidir tú mismo cual es la velocidad adecuada, elegir la ruta más divertida despreciando la más rápida y segura entre las vallas de la autovía? Cocinar en casa. Un fracaso perpetuo. ¿Cómo puede estar bien hecho algo que cada vez sabe diferente? Mejor dejarlo todo en manos de profesionales, pagarles por hacer su trabajo y limitarse a esperar. Evitar toda interacción, todo protagonismo. Trabajar de ocho a cinco y esperar el sueldo a fin de mes. Y maldito sea todo lo in-esperado. Ay de aquel que ose pensar que es capaz de hacer nada por sí mismo, que pretenda involucrarse en su propia vida. Mejor venderla pedazo a pedazo seguros de esperar seguros. ¡Vende! ¡Vende! Es lo que haces cuando crees que compras compras.

La vida es un viaje que ya no viajamos, la cambiamos momentos de espera, de inacción, por pequeñas muertes. Ansiosos por llegar seguros y la hora planeada al único destino posible. Ya no viajamos, sólo llegamos. Ya no vivimos, sólo morimos. Poco a poco o todo de golpe cada vez que compramos una espera garantizada.


Imágen: Girl Waiting, sacada de Wallpapers Galaxy.

domingo, 4 de diciembre de 2011

¿20 de enero?

Vacío. Esa fue la palabra que usó una amiga. Cuando uno dedica tanto tiempo de su vida a un proyecto y lo termina, dolorido y exhausto, se siente vacío. Ni contento, ni aliviado, ni optimista, ni cansado. Todo eso va llegando luego, a medida que pasan los días. Bajando en el ascensor después de haber dejado enfrente del burócrata correspondiente un montón de papeles y cuatro copias de la tesis doctoral, lo unico que uno siente es vacío.

El lunes por la mañana entregué la tesis, el final oficial de cinco años de trabajo y uno y medio de suplicio, cabreos, frustraciones y mala hostia. Terminado. Finito. Kaput. O casi… Aún queda la dichosa defensa; aunque siendo honestos, ahora mismo eso me supone poca o ninguna preocupación. Es más, ya que me van a dar la oportunidad de montarme un chou de hora y media, tengo toda la intención de pasármelo bien. La fecha del evento aún está por confirmar; pero todo apunta a que será un par de meses antes de lo esperado. Por fin parece que algo no se va retrasar. Si no hay sorpresas, el 20 de enero pondremos el punto final a la aventura doctoral.

Poco a poco, después de casi una semana, el vacío empieza a llenarse. En los últimos días, mis neuronas me han sorprendido con muestras de actividad creativa, original y entusiasta. Lo cual seguro que tendrá consecuencias en el futuro inmediato. De momento, disfrutemos del plácido deambular por el vacio…