He aquí el origen de la fiesta que, en paises de herejes e idólatras, llaman Halloween y que, en tierras de buenos y viejos cristianos católicos, apostólicos y romanos, siguiendo el tercer mandamiento —Santificarás las fiestas.— han convertido en el Día de Difuntos o de Todos los Santos. Sabed pues, que cuando esta noche os disfracéis de zombies, o cuando mañana acudáis a postrar flores antes las tumbas de vuestros difuntos, estaréis haciendo honor a una tradición mucho más antigua de lo que a los cristianos, expertos en colonialismo cultural por plagio y asimilación, les gusta creer.
Tampoco les gusta hablar de Mitra, el dios traído a Europa desde Persia por los soldados romanos. Según cuentan, Mitra nació de una virgen. Se le adoraba en cuevas oscuras donde los iniciados sacrificaban toros y ofrecían presentes. Vírgenes, cuevas oscuras (pesebres sombríos), toros (vacas y bueyes). . . Esta historia me suena. Dicen además que en los templos te Mitra había una sóla luz para guiar a los creyentes hasta el altar donde yacía la imagen del dios; pero a esa luz no la llamaban Estrella de Belén ni los devotos de Mitra eran tan ricos como para ofrendarle oro, incienso y mirra. Sabed que para iniciarse en los misterios de Mitra, los aspirantes debían pasar a través una muerte y resurrección rituales. Hay también quienes discrepan y cuenta que Mitra que no nació de una virgen, sino que nació adulto de un bloque roca sólida. Roca sólida como la del sepulcro sobre el que, según comenzaron a contar siglos después, resucitó el hombre-dios de los cristianos. Rocas, resurreciones. . . Os dejo que vayáis atando cabos. Samain es una gran noche para atar cabos.
Cuando terminéis, no os extrañará saber que el Emperador Teodosio, al mismo tiempo que proclamaba al cristianismo como religión oficial del Imperio Romano a fines del siglo cuarto, declaraba ilegal el culto a Mitra.
La religión es el enquistamiento de creencias pasadas: mitología, entramado de conjeturas, esas presunciones de confianza en el universo, esos pronunciamientos que los hombres han hecho en busca de poder personal, todo ello mezclado con jirones de iluminación. Y siempre el impronunciado mandamiento definitivo es "¡No harás preguntas!"— Frank Herbert
Imágenes: PaperBlue y Wikipedia (imagen del interior de un templo de Mitra en Ostia Antica, Italia)