viernes, 31 de octubre de 2008

Samain

Oíd, esta es una historia antigua, de cuando las historias no se escribían en papel y los hombres nos reuníamos a contárnoslas entorno a las hogueras para aullentar el miedo a la noche. Oíd, hoy es Samain, equinocio de otoño según el antiguo calendario celta. Hoy es el día en que hace siglos los habitantes de Europa celebrábamos el fin de año, el fin de la cosecha. Mañana será año nuevo, el comienzo de la oscuridad, el largo y frío invierno acecha. Esta noche. . . Esta noche a caballo entre el año que termina y el que empieza. Esta noche que marca el fin de la luz y el comienzo de la oscuridad. Esta noche los espíritus de los muertos caminan otra vez libres por la tierra. . .

He aquí el origen de la fiesta que, en paises de herejes e idólatras, llaman Halloween y que, en tierras de buenos y viejos cristianos católicos, apostólicos y romanos, siguiendo el tercer mandamiento —Santificarás las fiestas.— han convertido en el Día de Difuntos o de Todos los Santos. Sabed pues, que cuando esta noche os disfracéis de zombies, o cuando mañana acudáis a postrar flores antes las tumbas de vuestros difuntos, estaréis haciendo honor a una tradición mucho más antigua de lo que a los cristianos, expertos en colonialismo cultural por plagio y asimilación, les gusta creer.

Tampoco les gusta hablar de Mitra, el dios traído a Europa desde Persia por los soldados romanos. Según cuentan, Mitra nació de una virgen. Se le adoraba en cuevas oscuras donde los iniciados sacrificaban toros y ofrecían presentes. Vírgenes, cuevas oscuras (pesebres sombríos), toros (vacas y bueyes). . . Esta historia me suena. Dicen además que en los templos te Mitra había una sóla luz para guiar a los creyentes hasta el altar donde yacía la imagen del dios; pero a esa luz no la llamaban Estrella de Belén ni los devotos de Mitra eran tan ricos como para ofrendarle oro, incienso y mirra. Sabed que para iniciarse en los misterios de Mitra, los aspirantes debían pasar a través una muerte y resurrección rituales. Hay también quienes discrepan y cuenta que Mitra que no nació de una virgen, sino que nació adulto de un bloque roca sólida. Roca sólida como la del sepulcro sobre el que, según comenzaron a contar siglos después, resucitó el hombre-dios de los cristianos. Rocas, resurreciones. . . Os dejo que vayáis atando cabos. Samain es una gran noche para atar cabos.

Cuando terminéis, no os extrañará saber que el Emperador Teodosio, al mismo tiempo que proclamaba al cristianismo como religión oficial del Imperio Romano a fines del siglo cuarto, declaraba ilegal el culto a Mitra.
La religión es el enquistamiento de creencias pasadas: mitología, entramado de conjeturas, esas presunciones de confianza en el universo, esos pronunciamientos que los hombres han hecho en busca de poder personal, todo ello mezclado con jirones de iluminación. Y siempre el impronunciado mandamiento definitivo es "¡No harás preguntas!"

— Frank Herbert


Imágenes: PaperBlue y Wikipedia (imagen del interior de un templo de Mitra en Ostia Antica, Italia)

sábado, 25 de octubre de 2008

Mañanas frías

Tendrá unos doce o trece años. Aún es de noche cuando una mano le despierta sacudiéndole el hombro con cariño. El rostro entre las sombras le dice que desayuno está listo en la cocina. Es un rostro severo, el bigote siempre impecable, el pelo muy corto y oscuro empieza a escasear en las sienes.

Desayuna en silencio, disfrutando el café con leche caliente en la penumbra agradable. La
brasa roja de un cigarrillo que se mueve iluminado a intervalos el rostro silencioso. Luego se sienta frente a él, mientras da el último sorbo al café, la brasa roja se extingue en un replandor final.

En el corto paseo hasta el coche, entre la bruma que se empieza a teñir de amanecer y el canto de los pájaros, agracede haber seguido el consejo de ponerse una camiseta más. La carretera está vacía y húmeda. Las curvas pasan dóciles entre la niebla y los árboles. Despacio, sin desperdiciar palabras, hablan del tiempo, de si levantará la niebla o lloverá, de la película de ayer, del coche que les adelantó el otro día.

Cuando llegan al río ya ha amanecido. El canto de los pájaros, acompañado por el susurro deslizante del agua sobre las rocas, es una sinfonía de paz; el valle angosto, un teatro de acústica perfecta en el que los últimos fantasmas de la niebla danzan a ras del agua en
el aire frío, helado, húmedo. Huele a bosque, musgo y rocío. Huele a agua fresca y a vida. El sol aparece en el último momento, asomando sobre las montañas, colándose entre hojas verdes y doradas de las ramas inclinadas sobre el río. Las aguas resplandecen, se convierten en un espejo que duplica la belleza del mundo.

Agachado junto a la orilla, el muchacho contempla la figura erguida sobre una roca que sobresale en una curva del río, entre las sombras y las lanzas de luz. Con el cigarro colgádole de los labios y los ojos fijos en las sombras de la otra orilla, parece, sólo parece, ajena a la belleza natural del lugar. El muchacho contempla los movimientos lentos, deliberados, precisos. El arco elegante de la caña al lanzar la cucharilla. ¡Clop! Rompe la superficie en el lugar exacto, junto a la orilla opuesta, en el remanso sombrío bajo las ramas a ras de agua. Luego la ve recoger sedal despacio, siguiendo el anzuelo con la mirada. Intenta memorizar cada gesto, cada detalle mientras sigue respirando el aire frío de una mañana perfecta.



Quizá mañanas como aquella en que mi padre me llevaba a pescar a algún río escondido entre los Picos de Europa, tengan la culpa de que siempre sonría cuando salgo de casa y el frío me golpea la cara. Quizá por eso, tras un buen puñado de años y muchos kilómetros de por medio, uno de los mejores momentos del día sigue siendo cuando voy en bici en las mañanas frías del otoño escandinavo con el cielo límpido sobre mi cabeza. Y aunque ahora la sinfonía la ponga el iPod, mi respiración sigue dejando un estela de baho. Aunque no haya ríos sino lagos que reflejan los edificios del centro de Copenhague, la bruma sigue danzando sobre las aguas. Aunque esto no sea un bosque, sigue oliendo a musgo y rocio, agua fresca y vida. Quiza por todo eso, las mañanas frías, siempre serán mañanas perfectas.


P.S. - Pocas veces he visto a mi padre saltar de alegría, una de ellas fue el día que pesqué mi primera trucha :)


Imágenes: Blue Ridge Blog y Lago Peblinge (Flemming Bo Jensen).

lunes, 20 de octubre de 2008

Shanghai 2008: La sombra del miedo

Si Lewis Hamilton hubiera hecho a lo largo de temporada otro par de carreras como la de ayer, seguiría sin caerme bien, seguiría sin gustarme que tenga cada vez más opciones de hacerse con el título; pero tendría que callarme la boca y aguantarme. Ayer no dio opciones: pole, vuelta rápida y victoria. Corrió su propia carrera y nunca nadie llegó a amenazarle. Se sacudió con cincuenta y seis vueltas impecables las dudas de Fuji y las sombras chinas del año pasado.

Los dos Ferrari hicieron de comparsa. Impotentes. Paralizados. Incrédulos. Ni el mejor Kimi, ni el Felipe más templado pudieron seguirle el paso al chico maravilla. Y en el muro fueron incapaces de improvisar una estrategia para, al menos, incordiar al moreno, ponerlo nerviso, buscarle el fallo. No, decidieron calcar las paradas en boxes, minimizar el daño y dejar que Räikkönen hiciera de buen compañero y cediese el segundo escalón del podium a Massa. Tal vez no confían lo suficiente en sus pilotos como para diseñar osadías. Tal vez temían dar un paso en falso y que les mordiese el perro de presa que venía detras, paciente, incansable, sin nada que perder.

Otra vez cuarto; pero esta vez un cuarto que sabe a victoria. Alonso volvio a dar lo mejor. Puso el R28 a un par de décimas de los Ferrari vuelta tras vuelta, algo impensable hace un par de carreras. Su presencia, una sombre silencia, cazador incansable, atenazó las opciones de los de Maranello. El mejor coche se les escapaba por delante y el mejor piloto les marcaba el paso por detrás. Y, aunque demostró que no quería problemas perdonándole la vida a Massa en al primera curva, dejó claro, como siempre, que estaba allí para dar lo máximo devolviéndole a Kovalainen un adelantamiento de libro sin despeinarse.

Poco más hay que decir de una carrera que Hamilton hizo demasiada aburrida y Ferrari no supo aderezar. Mencionemos la lucha desesperada de Kubica, que vio sus escasas opciones de ganar este campeonato escaparsele entre las manos, las mismas sujetaban un volante que aún no está a su altura. Y no olvidemos a Piquet que, a base arreglar en carrera lo que estropea en la clasificación, esta teniendo algunas actuaciones que bien podrían valerle para conserver el asiento el año que viene.

Así las cosas, el chico maravilla ha dado un puñezado en la mesa que ha dejado a los de rojo temblando; Alonso, cuando no está haciendo lo imposible subido en el R28, se dedica a lanzar comentarios para diversión y desconcierto de todos; Kubica se despide de su sueño hasta el año que viene, y nosotros empezamos a cruzarnos todos los dedos posibles, confiando en Hamilton, puede volver a hacerlo, ya lo hizo el año pasado, puede volver a mostrar su clase en Brasil y regalarle el campeonato a Massa.


Imágenes: Autosport.

jueves, 16 de octubre de 2008

Un día de paz

Me levanto a las diez y media. Fresco como una rosa a pesar de haber dormido cuatro horas. Por alguna historia rara del mantenimiento del edificio del departamento hoy no podemos ir a trabajar. Qué pena.

Desayuno. Calma y tranquilidad. Llovizna. Hace frío. Un precioso día de otoño. Precioso para sentarme en mi sillón de leer con un buen libro. Ahora lo tengo aquí, a mi lado. Le quedan unas cuarenta páginas, que dudo que pasen de esta noche. Es una tragedia de proporciones épicas. Otro ejemplo de lo que dicen al principio de Braveheart:

La historia la escriben los que matan a los héroes.

Inmerso en las páginas, dejando fluir el tiempo con el corazón en un puño. Y llaman al timbre. Sin preguntar, le doy al botón de abrir el portal y vuelvo al libro. Y llaman a la puerta. ¿Cómo?
¿A estas horas? ¿Quién? ¿Por qué? Abro la puerta. Me enamoro. Allí está, con la ropa de trabajo menos sexy del mundo, ni falta que le hace, su sonrisa y los ojazos azules, la caja de herramientas y diciéndome no sé que los radiadores y los contadores. Sí, sí, pasa y comprueba lo que quieras, cariño. Si esto fuese una película o una de mis fantasías sexuales, ella se lastimaría o necesitaría mi caballerosa ayuda por cualquier gilipollez y terminaríamos al menos con un nombre y un número más en la agenda. Pero la niña es tan asquerosamente eficiente como bonita. Y un servidor está allí, incómodo en su propia casa, sin saber si mirarla más o ignorarla por completo. Tampoco es bueno para el ego necesario en caso de querer hacer una gilipollez saber que llevas puesto el pantalón roñoso de andar por casa, la camiseta con los lamparones de cocinar la cena, entre otros, los pelos según me los recogí al salir de la cama y el sudor de las horas de juerga de ayer envolviéndome en un aura de carisma y poder sobrenaturales.

Ya sé lo que sentiis vosotras cuando él, y no un él cualquiera, sino Él, por fin os hace esa proposición indecente que por nada del mundo querríais rechazar y resulta que, oh, divina casualidad, vuestra femininidad está en todo su apogeo. Por suerte lo mío tiene más fácil solución: a partir de ahora me ducho según me levante; por si las rubias.


¿Ya está? Sí. Me da el recibo, qué rica. Sonríe y se las pira. Hala, que tengas un buen día, cosa guapa. Mecagüen. . .

Y vuelvo a mí sillón de leer y al libro. Relajado. A él no le importa que huela mal y, además, tengo el conocimiento inefable de que el momento estelar del día ya ha pasado. Puedo estar tranquilo y despreocuparme hasta mañana. Ya me he deshecho de la oportunidad de hoy con una elegancia y temple asumbrosos.

En algún momento indeterminado entre entonces y ahora, mi estómago se pone pesado. Por suerte para él, tengo que ir a recoger la ropa a la lavandería y de camino hay un turco que hace unos durum de pollo wonderfulosos.

Satisfecha una de las necesidades básicas, es hora de ver lo que ocurre por el mundo. Un par de horas por el ciberespacio sobra para ponerse al día. Luego tenía pensado continuar con el relato que tengo a medias; pero me da pereza y vuelvo al libro. Cuando me doy cuenta ha anochecido. Es la hora sagrada. Hora de ir a entrenar.

El dolor es temporal. El orgullo es para siempre.

Me encanta entrenar con esta banda. Todos los días me empujan hacia algún límite. Y eso es de todo menos fácil después de veinticuatro años empeñándome en ponerlos un poco más allá. Me encanta. Vuelvo a casa con una sonrisa tonta. Camino despacio. Cansado. Relajado. Lleno de energía. Con la cabeza despejada. Con ese dolor en los brazos, las piernas, los hombros, el abdomen, el pecho y los dorsales, que mañana será el mejor recordatorio de que sigo vivo y luchando.

El dolor es temporal. El orgullo es para siempre.

Y después de la cenita acompañana por un par de capítulos de alguna de esas series frikis japonesas que me gustan, he decidido que antes de contaros algo más trascental sobre mí, tenía que compartir con vosotros un día como hoy. Tal vez así, todo termine teniendo un poco más de sentido.

Ahora, con vuestro permiso, y sin él también, para qué os voy a engañar, voy a terminarme el libro.


Imágen: encontrada en http://riowang.blogspot.com

lunes, 13 de octubre de 2008

Fuji 2008: ¿Estoy soñando?

Si estoy soñando, no me despertéis. . . Alonso ha vuelto a fabricar otro milagro. Ha vuelto a hacer lo impensable. ¡Ha vuelto a ganar!

Cierto que parece que el R28 a dado un gran paso adelante; pero él supo sacar lo mejor de un coche que sigue siendo medio segundo más lento que el McLaren y el Ferrari. Cierto que los errores de sus rivales le facilitaron las cosas
; pero él no cometitió errores. Nada de desluce la contudente victoria de ayer. Ayer, el mejor Fernando Alonso nos deslumbró. Ayer, no lo ensombrecieron ni un coche mediocre, ni los infortunios en la pista. Avergonzó a los dos aspirantes al título dando un recital de pilotaje vuelta tras vuelta, con una velocidad y consistencia que nadie pudo igualar, dando una lección magistral al dictar por la radio a sus ingenieros la estrategia a seguir para ganar la carrera. A base de manos y cabeza, Fernando se fabricó una ventaja que no tenía. A base de coraje y maestría, convirtió su ventaja en una victoria inolvidable.

Y mientras el Bicampeón regresaba al lugar que le corresponde, los dos aspirantes al título nos mostraron otra vez porqué no merecen los volantes que tienen entre las manos, ni mucho menos los laureles de campeón. El chico maravilla volvió a ser demasiado agresivo a destiempo, arruinando su carrera en la primera curva. Mientras que el brasileño demostró de que pasta está hecho queriendo arreglar sus propios errores a empujones. Aunque tanto Massa como Hamilton me parezcan unos torpes e indignos de ser campeones —para eso hace falta algo más que ser rápido, hace falta tener cabeza, guardarse la agresividad para cuando es necesaria y mostrar respeto por los otros diecinueve pilotos que hay en la pista, creo que las penalizaciones que recibieron fueron excesivas; justas, pero excesivas. La pasada de frenada del moreno, el toque de Massa y posterior de Bourdais, son incidentes de carrera. Son errores de los pilotos. Riesgos mal calculados. Cosas que pasan cuando te juegas un Campeonato de Formula 1 a trescientos kilómetros por hora. Hablamos de competitión, de carreras, de llevar las cosas al límite; no creo que los pilotos deban ser sancionas por cometer errores naturales en esas circunstancias, errores que caben dentro del margen de seguridad y son parte del espectáculo. Los límites de velocidad, los ceda el paso y las distacias de seguridad son para las vías públicas, no para los circuitos. Aún así, aunque discrepe con los comisarios, reconozco que fueron justos; justos en el sentido de que aplicaron el mismo rasero para todos, sin importar quien fuese, ni los puntos que llevase en el campeonato. Espero que estas deciones más estrictas de lo normal sean muestra de su intención de terminar escesos de agresividad antideportivos y peligrosos, como a los nos tiene acostumbrados el chico maravilla, y no de convertir a los pilotos en conductores modelo para anuncios de la DGT.

Así las cosas, la carrera de Fuji puso a cada uno en su sitio:

1. Alonso

2. Kubica

3. Räikkönen

¡Qué bonito podium! Tanto que incluso a pesar de perder las opciones matemáticas al título, Kimi sonreía.

Y, a parte del por podium, un servidor también sonreía: por la gran remontada de Piquet, de décimosegundo a cuarto, aunque al final se achicó con Kimi; por gran duelo de las últimas vueltas entre el Campeón finlandes y Kubica; por el empeño de Massa en apañar algún punto, con adelantamiento espeluznante a Weber incluido. Gran, grandísima carrera que, además, nos mostró quien es quien y fue un gran ejemplo de por qué este campeonato aún está por sentenciar: porque quienes lo merecen no pueden y quienes pueden no lo conseguirán por sus escasos méritos, sino por los errores el rival.

Pero al menos hasta la semana que viene, todo eso me va a dar igual; voy seguir disfrutando del sueño de volver a ver al neno subir a lo más alto tras escribir en la pista, curva a curva, vuelta a vuelta, otra página de su leyenda.

¡Grande, neno, muy grande!!!




Imágenes: TheF1.com y Autosport.

sábado, 11 de octubre de 2008

Semanas como ésta

Hay semanas que pasan como ésta, de puntillas, como sin darte cuenta. Semanas rápidas en las que la paciencia, las ganas y el tiempo para escribir se quedan atrás. Semanas que odiaría por haber pasado sin pena ni gloria, pero que se hacen querer gracias a un par de detalles entrañables.

Alguien me dijo hace algo más de un año que mientras tubiese algo que contar estaría bien. Si aquella frase fue una perla de sabiduría vital o una mirada a rincones dentro de mí desconocidos hasta entonces incluso para mí mismo, es algo que aún trato de descubrir. Lo que tengo claro es que
tenía y tiene razón. Tanta, que sé que el día que no tenga, que no quiera contar nada, será el día de hacer la maleta y largame.

Por eso me preocupan las semanas como ésta, por el inmenso cariño que le tengo a esta ciudad y porque me niego a que las semanas me pasen sin pena ni gloria. Pero echándo la vista atrás subido en este sábado, sería injusto decir que esta semana ha pasado sin más. Las escasas horas que he pasado en casa, la pereza para sentarme ante el teclado que las acompañaba, el que de repente sea sábado, hablan de lo ocupado que ha tenido esta semana y de las horas robadas al sueño. Los días se han ido llenando de pequeñas cosas compartidas con las personas que tienen gran parte de la culpa del cariño que le tengo a Copenhague. Bajo ese manto de cotidianeidad y familiaridad se ha ido escondiendo esta semana. Un café después del trabajo. Un paseo bajo atardeceres increibles, cada vez más tempranos y más largos. Un cena tranquila. Una cerveza en el bar de siempre. Pero si uno escucha con oídos atentos, descubre que el reto sigue estando ahí, en cada una de esas charlas en las que compartíamos nuestras espectativas, nuestras dudas, nuestros anhelos entre sorbos de café, trozos de sushi y ese humor cruel que sólo es posible entre amigos. Si uno mira con los ojos limpios, seguirá sorprendiéndose. ¡¿Y cómo no?!

Esta semana hemos descubierto un restaurante de los que echábamos de menos desde que estuvimos en Tokyo. Mesas bajas, sentatos en cojines, prohibidos los zapatos. Música agradable, todo sin prisas, los platos preparados con cariño.

Ayer descubrí tres bares nuevos en mi barrio. Música en directo, sofás acogedores o un pequeño mundo de luces y ritmo. Ya tengo más donde elegir.

El jueves rompimos la rutina laboral lléndonoes a Møns Klint. Tres kilómetros de acantilados blancos a cuyos bordes asoman bosques pintados de otoño. El már brillante, azul, frío como el cielo, como el viento que anuncia el invierno. Y los árboles rojos, verdes, naranjas, cálidos recuerdos del verano.

Sí, sería bastante injusto decir que esta semana está pasando sin pena ni gloria. Sobretodo sabiendo que no voy a tener tiempo a releer y corregir esto porque he quedado en diez minutos. Merienda en algúna encantadora cafetería del centro. Luego un cumpleaños. Después verermos si la noche es capaz de mantenernos despiertos hasta que empiece la carrera. . .

Nos vemos. . .


Imágenes: a lo mejor otro día, que ahora llego tarde.

P. S.- Je. . . Una hora y media escribiendo y va a resultar que esa última frase casual puede que sea la que mejor describa esta semana. . .



jueves, 2 de octubre de 2008

Seis cosas que me hacen feliz


Por primera vez en este blog, voy a participar en una de esas nuevas costumbres, hábitos, prácticas o como queráis llamarlo que van surgiendo por el ciberspacio. Esto que voy a escribir hoy, en la blogoesfera se llama meme. Consiste en que alguien lanza una pregunta en su blog, la contesta y sus lectores blogeros pueden subirse al carro y reponder la misma pregunta en su blog propio. Por lo general las preguntas son del tipo:

¿Cuáles son tus diez actrices porno favoritas?

¿Qué tres cosas harías si te fueses a morir dentro de dos horas (y lo supieses. . .)?

¿Quiénes serían los afortunados si te diesen carta blanca, medios e inmunidad total para matar a cinco personas?

Y cosas por el estilo. Pilláis la idea, ¿no?

En este caso, el meme lo recojo desde el blog de un ciberamigote que se hace llamar banyuken. Como él tiene mejor gusto y menos mala saña que un servidor, la pregunta en cuestión parece más inocua:

¿Cuáles son las seis cosas que te hacen más feliz?

Interesante invitación a mirarme en el espejo. Sobre todo teniendo en cuenta mi opinión sobre la felicidad. Sí, sí, esa, la cita de Gottfried von Strassburg que decora el encabezado de este blog y que ha protagonizado ya un par de entradas. Llevo dándole vueltas al asunto todo el día. Seis, sólo seis cosas. Las seis cosas que te hacen más feliz. Hay tantas. . .
¿Y cómo ordenarlas? Cada una tiene su momento. . . ¿Cómo escoger?

Solución: voy a enumeraros las seis cosas que me hacen más feliz y que puedo disfrutar de forma cotidiana. Y es curioso el parecido que guardan con las seis cosas que cuando las hago nunca siento que esté perdiendo el tiempo. Vamos a ello:

1.- Escribir. Este blog, los relatos que de vez en cuando os llegan a algunos, cartas (eléctronicas o a la vieja usanza) a los amigos, lo que esa. El placer de jugar con las palabras para contar una historia, expresar una idea, compartir algo que lleve dentro con el resto del mundo, me llena, me hace feliz.

2.- Entrenar. Vamos, una plancha más, arriba otra vez, otro puñetazo, otra patada. Prueba esto, y ahora así, una vez más. Mucho mejor. Ahora más fuerte, más rápido. Grita, salta, empuja, golpea. ¡Vamos! El dolor, el agotamiento,
la adrenalina, entrar en flujo y nada más importa, no piensas, actúas, sientes, bailas. Abrazar al otro después del combate. Y la satisfacción de que has vuelto a empujar el límite un poco más allá. Saber que hoy también vas a dormir como un bebé. Felicidad.

3.- Tener a los amigos desparramados por casa. Después de una buena cena, con un vino decente o unas cervezas en la mano, hablando, contándonos cosas, no estando de acuerdo. Aprender unos de otros. Descubrirnos libros, películas, música. Contarnos los planes. Confesarnos los miedos. Desvelarnos el pasado. Cambiarnos los unos a los otros. Y, a veces, quedarme sentado en una ventana del salón, observar cayado, dejándolos hablar a la luz de las velas, saborear los detalles, la perfección del momento. . . Momento eterno porque nadie va a mirar el reloj, a ninguno nos importa que mañana que levantarse a las siete.

4.- Ver a Fernando Alonso haciendo los pajaritos. Que aunque ya no sea algo cotidiano, volverá a serlo. Además, después de la última carrera, tenía que poner esto aquí ;)

5.- Enseñar. Esto también ha dejado de ser cotidiano; pero hubo un día en que lo fue y, ahora, cuando tengo la más mínima oportunidad vuelvo a disfrutarlo. Una charla, una presentación, una explicación detallada para algún compañero del trabajo, algún consejo para los quien entrene conmigo, lo que sea. Transmitir conocimientos a otros, ver el brillo en sus ojos cuando comprenden, el agradecimiento cuando mejoran, el reto de las preguntas capaces de poner patas arriba lo crees que sabes, todo se funde en el placer de haber sido útil a alguien, de haber influido en su vida, de haberle mostrado algo nuevo, de haberle hecho sonreir al cruzar un nuevo límite. Lo echo de menos. . .

6.- Ir y descubrir, volver y redescubrir. Dicho de otro modo viajar, aterrizar en lugares extraños, aprender otras maneras de hacer las cosas, maravillame, sumergirme en choque cultural, navegar por la historia, empaparme del paisaje, respirar aires frescos. Y luego volver y mirarlo todo con nuevos ojos y una sonrisa.

¿Y a ti qué es lo que más te pone?


Imagen: la encontré en el blog de Lobo Solitario, pero no tengo muy claro de dónde la sacó él.