lunes, 29 de diciembre de 2008

Idas y venidas

Voy con retraso. Si hubiese llegado a tiempo esto sería algo así como "Fin de la sexta temporada" y ahora mismo os tendría abandonados como acostumbro a hacer por estas fechas. Sin embargo, en medio des ajetreo de estas semanas, entre viajes, comilonas, visitas, reencuentros y cenorras, aquí estoy, aprovechando uno de esos escasos momentos de calma y tranquilidad para saldar cuentas. Sentado en salón de casa de mamá, con el portatil en las rollidas, ojeando el teledaria mientras ella, sentada en el sofá de al lado, se toma su café con leche con cara de pocos amigos. Luego tendré que preguntarle si hay motivo o sólo es cansancio.

Siempre, siempre que vuelvo al lugar donde viví tantos años, donde hay tantas personas que me esperan para darme un abrazo, todo tiene un regusto extraño. Por un lado la alegría, la ilusión del reencuentro. Las nuevas historias, ponerse al día. Volver a disfrutar y compartir esas cosillas que antes eran cotidianas y ahora son momentos especiales: una partida de mus, fabada y churrasco, un café a media tarde, un paseo por la playa, una cena tranquila en casa. Por el otro, saber que me vuelvo a ir en breve, que no se pueden hacer planes, que hay que aprovochar ahora y que suele saber a poco. Después de casi tres años, nos vamos acostumbrando. Empieza a ser normal que venga, pase unos días corriendo de un lado para otro, sin demasiado tiempo para casi nada ni nadie, y me vuelva ir. He aprendido a tomarme con calma el querer que ver a a tantas personas, a dosificar los días y de carreras las justitas. Vosotros me ayudáis a que todo sea un poco más normal; aunque nunca sea lo mismo, aunque las espectativas muchas veces se queden en eso, en espectativas.

Hablando de espectativas, antes de aterrizar en Asturias, pasé un fin de semana en Barcelona. Después de hacer los deberes con la Capital, era de rigor visitar a la competencia. En Barna, además de darme el gustazo de tomar unas cervezas con unos amigotes a los que no veía desde que se fueron de Copenhague hará año y medio, de volver a ver al compañero de fatigas en Shanghai y de practicar un poco de danés con la rubia, pude disfrutar de la ciudad. Barcelona me dejó una sensación agradable, de cuidad acogedora, manejable. Un lugar donde, al contrario que en Madrid, se puede ir de un sitio a otro paseando. Una ciudad viva, dinámica, que vive de cara al mar y se contempla a sí misma con orgullo. Y ojo, que digo orgullo y no obsesión. He vuelto a comprobar, esta vez in situ, que los catalanes no tienen rabo, ni cuernos, no escupen fuego por la boca. He visto con satisfación que la infuria catalano-independentista que nos venden ciertas instituciones catalanas y los medios de comunicación nacionales, están muy lejos de lo que se vive, se siente y se respira en la calle. En la calle uno se encuentra con unas gentes amables y educadas, que tan orgullosos se sienten de hablarte en catalán como en castellano, y que son igual de agradables compañeros de mesa ante un pulpo a feria que unos calamares fritos o una pizza.

En breve toca volver a CPH, y dudo que vaya a tener tiempo para ponerme al teclado hasta entonces. Aunque tengo muuuucho trabajo a la vista en Enero, no debería ser estilo "caos diciembre", así que espero que Bitácora vuelva por sus fueros cuando éste que firma tenga un poco más de tiempo para pensar en lo que escribe. Mientras tanto,

Feliz Año Nuevo a todos.

Sed buenos. . . O no ;)


Imágenes: Amaneces en Gijón (Juan Antuña), Barcelona desde el mar (David Guerrero).

jueves, 18 de diciembre de 2008

jueves, 11 de diciembre de 2008

Viajando entre nieblas

Os estaréis preguntando, o quizá no, por qué si llegué de Shanghai el lunes a medio día, no he actualizado todavía ni la Frase de la Semana. Pues porque desaparezco unas días y aquí se monta la de Dios es Cristo. Una hora después de llegar a casa tras veintidos horas de viaje, estaba trabajando, sentado en una reunión de urgencia con mi jefa para explicarme que los de la petrolera se han flipado con la charla que di unos días antes de irme a Shanghai. El resultado es que están dispuestos a correr con todos los gastos extras, como si ya diesen poco dinero al grupo, para que les hagamos un trabajito de aquí al quince de febrero. Así que desde que aterricé he ido de reunión en reunión y tiro por que me toca. Me toca ir y volver a Zurich el lunes y voy tener todo lo necesario para no aburrime durante enero y febrero.

Hasta aquí todo correcto, nada extraordinario, es lo que tiene este trabajo, que las cosas van y vienen cuando menos te lo esperas. Lo que quizá pueda sorprenderles a ustedes un poco más, es que escriba esto sentado en un tren camino de Hamburgo. Lo de la petrolera es un extra, esto otro entraba dentro de los planes. Planes que incluyen turnos de entre dieciseis y veinte horas en sincrotrón de DESY hasta el sábado. Y espero que sea sólo hasta el sábado, cosa que cada vez tengo menos claro, y pueda estar de vuelta en casa para disfrutar de mi última noche de fin de semana en Copenhague antes de irme a pasar las navidades a España.

Por si esto fuese poco jaleo, de hoy al sábado en Hamburgo y el lunes ida y vuelta a Zurich, me tuve que pasar medio martes y todo el miércoles dando clase. Bueno, dando clase. . . Más bien, de brazos cruzados en un laboratorio vigilando que los eficientes estudiantes daneses no rompiesen nada. Entre el aburrimiento y la sensación de pérdida de tiempo, no sabía si cortame las venas o dejármelas largas.

A todo esto añadidle que mi amigote Vitor, después de haberse pasado un mes en mi casa buscando trabajo en Copenhague, hoy se volvía a España. Os imaginaréis que ayer fue inevitable que nos diésemos un pequeño homenaje; así que, para variar, cambio de país quedando a deber horas de sueño. Y ojo, que no me estoy quejando. Bien contento que voy aquí sentado en el tren, el primer momento de tranquilidad desde que volví de Shanghai. Y hablando de Shanghai, os tengo que enseñar unas fotos y contaros un par de cosillas más; pero en otro rato. Ahora voy a contemplar el paisaje. Sjælland ha amanecido envuelta en niebla y cubierta de blanco, no de nieve, sino del medio centímetro de helada que ha caído esta noche. Por la ventana se desliza una tierra fantasma, sin colores, serena. Justo lo que necesito contemplar para dormir un rato.


Imagen: The Depot

jueves, 4 de diciembre de 2008

Calles de Shanghai

Shanghai mola. Es una ciudad alucinante. Llegas a ella
Shanghai es una mierda. Es una ciudad miserable. Llegas
en el único tren de levitación magnética del mundo.
a ella esquivando bicicletas oxidadas. Se juegan la vida
Cuatrocientos treinta kilómetros por hora sin ruedas.
entre el tráfico caótico, ruidoso, sucio y despiadado.
Cuando bajas puedes pasearte entre rascacielos de más
Puedes pasearte entre casuchas hacinadas y ruinosas,
de cuatrocientos metros, torres de cristal y neón,
museos de la supervivencia. Entre ellas, en las
monumentos a la osadía humana. Abajo, en las calles,
callejuelas polvorientas y olvidadas, te engulle un
avenidas llenas de luz y árboles, te engulle un enjambre
enjambre de almas que se deambulan entre puestos de
de almas que se mueven entre cientos gigantescos centros
baratijas y chatarra volviendo la cabeza al ritmo de tus
comerciales al ritmo de sus teléfonos móviles. La vida
pasos. La moda no existe. La tecnología es algo que
avanza vertiginosa. Última moda. Última tecnología.
vender para comer. Calles olvidadas sobre las que se
Surgen nuevas avenidas y nacen rascacielos por todas
ciernen cada día nuevas sombras. El futuro les ha dejado
partes ante tus ojos. Imparable hacia el futuro.
atrás. Shanghai se hunde entre las promesas rotas del
Shanghai avanza sonriente inmersa en el sueño
comunismo.
capitalista.