miércoles, 30 de marzo de 2011

Día de pago

Después de año y medio.

Año y medio viendo mis ahorros esfumarse mes a mes.

Y por fin, el viernes pasado recuperé mi estatus de esclavo asalariado. En mi cuenta corriente apareció el fruto de dos semanas de trabajo. Lo que quiere decir que, por primera vez en seis meses, el alquiles y la comida me los voy a pagar con mi dinero en vez de con la generosidad de mi difunto padre.

Y debería darles a ustedes que pensar. Copenhague, una de las ciudades más caras del mundo. Un servidor trabajando con un contrato de estudiante. Con medio mes de ese sueldo me pago el alquiler y como sin problemas. Medio mes de sueldo. Un mes de vida. Mientras en España siguen hablando de aumentar la edad de jubilación, de apretarse en cinturón, de trabajar más y cobrar menos, de abaratar el despido, bla, bla, bla. . . Sigo sin entender sin entender porqué no están ustedes quemando bancos. No me cabe en la cabeza que las próximas elecciones vayáis a dejar que las gane el PP. No sé por qué consentís que tanto hijo de puta vaya a dormir tranquilo esta noche. . . Ah, no, para paaara, que los malos aquí son los de AENA, que se quieren poner de huelga en semana insanta. Cabrones. . .


Imagen: de aquí.

lunes, 28 de marzo de 2011

Melbourne 2011: Vuelve el espectáculo

Se encienden rojas. Una a una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. . .

¡Y empezó el espectáculo!

La temporada pasada nos dejó con ganas de revancha. Luego, para alargar la espera, nos cancelaron en Gran Premio de Bahrein. No se ustedes, pero un servidor no cabía en si de impaciencia cuando se apagaron las cinco luces rojas del semáforo.

Australia suele darnos carreras emocionantes y un tanto locas. Y ayer, con todos los cambios en el reglamento y, sobre todo, debido a los nuevos neúmaticos, nos dio lo que queríamos. Ha vuelto esa Formula 1 que cambia cada quince vueltas. Ha vuelto la variedad estratégica. Han vuelto las opciones. Ha vuelto la diversión. Visto el dominio que parece tener Red Bull, aunque sin sacar conclusiones precipitadas, que el asfalto de Melbourne siempre ha sido peculiar, tal vez no vayamos a tener una temporada tan trepidante como la pasada; pero las carreras va a ser muuuucho más divertidas.

La mayor parte de la culpa la tiene Pirelli. Han causado confusión en muchos y enfado en algunos. En Ferrari se mostraban perplejos  tras la clasificación. Por algún extraño motivo aún incomprendido, de la noche a la mañana, el F-150 fue incapaz de poner las gomas a su temperatura óptima en la clasificación. Por suerte, Alonso solucionó el problema en la carrera. ¡Y qué carrera! Después de que le empujasen a la hierba en la salida, cosas que pasan, empezó una remontada marca de la casa. Una de esas remontadas que eran imposibles el año pasado, porque sólo había una estrategia posible: una parada. Así los pilotos no se podían dar el lujo de destrozar los neumáticos buscando adelantamientos. Pero con el aleron móvil y los Pirelli, es otra historia. El adelantamiento de vértigo a Kobayashi. La caza y captura de Massa. El duelo con Webber. La persecución de Petrov; faltaron un par de vueltas para robarle su merecido primer podium. La carrera de Alonso no tuvo desperdicio y el Ferrari mostró el potencial de que careció el sábado. Aunque el resultado no lo refleje, la tabla de tiempos no engaña; en cuanto averigüen qué pasó el sábado con los neumáticos, Red Bull va a tener un problema. Un problema rojo.

Y otro plateado. McLaren a despejado las dudas que devantaron en la pretemporada. Llegaron a Australia con un MP4-26 remodelado y rápido y temible. Igual que Renault, que a pesar de no tener al Kubica al volante, han vuelto dispuestos a dar disgustos. Y hablando de disgustos, aprovecho para mandarle mis mejores deseos para una pronta recuperación a Kubica; la Fórmula 1 necesita a pilotos con tu clase y tus manos. ¡Vuelve pronto!

En resumen, comparto el cabreo de Trulli con Pirelli. No tiene sentido que el comportamiento de los neumáticos durante toda la pretemporada fuese tan diferente al que tuvieron en Australia. Eso ha causado muchos quebraderos de cabeza, y ahora los equipos tendrán analizar los datos y reajustar las puestas a punto para Malasia. Aún así, con el cambio hemos ganado en diversión y espectáculo. Ahora los pilotos pueden hacer algo más que preocuparse se conserbar las gomas durante cincuenta vueltas. Ahora, todo el mundo promete guerra. Y espero que así sea. Preferiría evitarme el espectáculo de volver a ver a Vettel dominar implacable de principio a fin.


Imágenes: Ferrari.com y Autosport.com.

jueves, 24 de marzo de 2011

Sakhir 2011: Nada que ver

No, hace doce días no hubo carrera en Baréin. Al menos no de Fórmula 1. . . Y ya llevamos dos días, dos días de primavera, sol y calor. Tras meses bajo cero, cuando el termómetro sube de cinco grados, uno nota calor. Después de cuatro meses, mi directora de tesis se haya dignado a responderme y alguien, aún estamos dudando si EEUU, Francia, la OTAN o la Liga de Naciones Árabes, ha decidido bombardear Libia.

Hace un par de semanas que me paso media vida trabajando y la otra media respondiendo imeileses. Que si mi jefa, que si un currículum que mandar, que si un amigote que me escribe después de meses de silencio, que si abogados, que si burocracia universitaria, bla, bla, bla. . . Y cuando me doy cuenta ya es otra vez hora de meterse en cama. ¿Así cómo vamos a tener tiempo a bombardear también Arabia Saudí, Yemen, Palestina, Costa de Marfil o Baréin? Se lo decía el otro día a Obama: "Mejor deja que se pongan otros las medallas, que si no van a pensar que lo haces sólo por el petróleo." Y ya sé que no es eso, hombre, que el negocio de verdad está en dar dinero de los contribuyentes a Halliburton, Blackwater o Lockheed para que destruyan un país y luego pagarle a Parsons y la FEMA para que se lo rifen gratis y lo revendan caro. A Wall Street le encanta que las corporaciones se adueñen de dineros y bienes públicos, ya lo decía el tío Milty. Claro, que ésto no tiene nada que ver con alguien que trabaja de nueve a cinco en Dinamarca, el país con la distribución de renta más homogénea del mundo y que bombardea Libia en sus ratos libres. Nada que ver.

Así es mi vida estos días: un telediario. Noticias inconexas: trabajo, entreno, escribo imeileses, leo, blogueo, hablo con la vikinga, hago la compra, cocino, duermo. Tras, unos meses alejado de la física, comprendo mejor el mundo. Se me va quitando la manía esa de relacionar datos, buscar conexiones. Libia y Palestina no son iguales; sino no se llamarían de forma diferente, ¿o no? Y un dictador de Baréin o de Arabia pegando tiros a civiles no es lo mismo que un dictador libio pegando tiros a civiles. Si fuese lo mismo, saldrían todos en la tele libre, rigurosa e independiente. Voy a hacerme la cena, que mañana tempranito hay que trabajar, no vaya a ser que bajen las acciones. Uy, y a ver si no se me olvida echar a reciclar la carta del censo electoral. La culpa es de los putos curas. Y un servidor debería escribir con más coherencia y estructura. Tomaré ejemplo de los políticos y las bombas pagadas con impuestos y votos.


Imagen: una vez más, dadle las gracias a Banksy.

martes, 15 de marzo de 2011

401: Bitácora BSO




Habrá que celebrarlo, ¿no?

¡Bitácora cumple hoy cuatrocientas una entradas!

Que se dice pronto. Casi cinco años escribiendo, a una media de ochenta entradas por año. Da que pensar. . . ¿Debería sentirme orgulloso o hacer que me lo mire el psiquiatra?

Sea como sea, para celebrarlo he recopilado toda la música que ha sonado hasta ahora en Bitácora. Una banda sonora bastante ecléctica. . . Arriba tenéis tenéis una playlist de YouTube con veinticinco de los temas, casi dos horas de música. Y debajo, las tres canciones que encontré sólo en otros formatos.

Suban ustedes el volumen, mucho, y disfruten, más. Nos vemos en la 402 ;)









P.S.- Y acabo de descubrir que hay dos canciones que, por algún extraño motivo no quieren aparecer en la playlist. Así que, entre que le encuentro solución y no, aquí tenéis los enlaces: Outside de Staind y Breaking the habit de Linkin Park.

martes, 8 de marzo de 2011

Dinamarca: esa gran desconocida X

Domingo. Amanece, que no es poco. . . Y amanece un día radiante, de un azul inmenso. Desayunamos con pereza. Ducha de rigor. Y miro el termómetro: cinco grados. Cinco grados, digo. ¡¿Positivos?!, pregunta ella. Sí, cinco grados positivos. ¿Y que hace uno uno cuando amanece un domingo con el sol a cinco grados positivos? Ir a la playa, evidentemente.

Bajamos paseando. Calles tranquilas de domingo y un bosque desnudo. Ahí empecé a sospechar que había algo raro. Caminaba sobre las hojas caídas el otoño anterior. Miraba el cielo azul entre las ramas desnudas, sin un resquicio de verde. La mini-vikinga, con botas de nieve y un mono de esos diseñados para que los niños puedan dormir al raso en el polo norte y piensen que hace calor, cargaba ufana su mini-red de pesca y mini-cubo de playa.

La playa estaba como debe estar cualquier playa que se precie un domingo de sol: llena de arena y gente. Niños haciendo castillos de arena, lanzando piedras al mar brillante y corriendo en trajes espaciales, esto último debería haberme dado alguna pista. . . Los mayores tomaban el sol a resguardo del viento junto al muro del balneario. Y estoy allí, recostado contra aquel muro. Charlo con la vikinga. Con las manos sin guantes y el jersey remangado, disfrutando del calor del sol sobre los párpados cerrados. Hasta que abro los ojos. Contemplo la escena unos segundos. . . Y la realidad me golpea.

¡¿Pero estamos todos tontos o qué?!

Domingo, 6 de marzo, lo que técnicamente se conoce como puto invierno. Invierno en Århus, Dinamarca, a nada más y nada menos que 56 grados de latitud norte. ¡Qué aún hay nieve en las aceras, coño! Y nosotros en la playa, tomando el sol con jersey y encantados de que haya cinco grados, pero de los positivos, oiga. Lo más normal del mundo. Ja, ja, rigtig normal. Dejlig vejr. Rigtig flot. . .

Llevo demasiado tiempo viviendo en este país. . .

viernes, 4 de marzo de 2011

La pequeña manivela



Llevo una semana ensamblando, corrigiendo, copiando y pegando trozos de páginas web. Las fotos muestran sonrisas y cielos azules. Los textos rezuman optimismo y prometen beneficios inmediatos. ¿Qué demonios vende esta multinacional monstruosa que extiende sus tentáculos entorno al planeta?. . . ¿Cajas con sonrisas y cielos azules?. . . No sé, un servidor sólo hace que la web finlandesa tenga la misma pinta que italiana o que los enlaces franchutes apunten a donde deben. Sólo por el dinero a fin de mes.

Un par de mesas más allá hay personas que se pasan el día hablando por teléfono. Tengo entendido que se ganan el sueldo convenciendo a potenciales clientes para que miren nuestras sonrisas y cielos azules en internet y decidan comprárnoslas. A los interesados los hacen hablar con otras personas un par de pisos más abajo. Para llegar a fin de mes, esos venden las sonrisas y cielos azules. Las sonrisas y cielos azules, más sonrientes y más azules que los de la competencia, se las innovan otros en algún sitio. Creo que también lo hacen por dinero, no por gusto. O más bien, no por gusto propio, sino para darle gusto a los que se encargan de que la corporación sea más grande y gane más dinero que el año pasado. A ellos supongo que les da igual lo que sea que vendamos. Su problema, en ello les va el sueldo, es que los números que aparecen al lado del nombre de nuestra empresa en Wall Street sean más y más gordos. Esos es muy importante para los que trafican con números; aunque no tengan ni idea de que detrás de ellos hay cielos azules y sonrisas. Se ganan la vida comprando y vendiendo números, a menudo, ni siquiera para sí mismos, sino para empresas como la mía, que engorda comiéndose los números de otras. Creo que incluso hay a quienes les pagan para averiguar cuáles son más nutritivos.

Sin saber ninguno por qué hacemos los que hacemos, ni porqué son importantes las sonrisas y los cielos azules, todos parecemos felices. Felices con la desconexión absoluta entre lo que nos ocupa la mayor parte del día y sus consecuencias. Unos sólo anunciamos. Otros sólo pregonan. Otros sólo venden. Otros sólo innovan. Otros sólo calculan. Otros sólo trafican con números. Nadie tiene la culpa. ¿Cómo voy a tener la culpa si yo sólo. . .? Yo sólo malgasto mi vida dando vueltas a la pequeña manivela que me han puesto delante. . . Y la máquina del mundo sigue acelerando en la dirección equivocada.