lunes, 28 de abril de 2008

Montmeló 2008: Sí, pero hoy no

Nunca me he quedado tan contento después de ver abandonar a Alonso, y creo que él mismo tampoco. La alegría, agridulce, pero alegría al fin y al cabo, es comprobar que la segunda posición en la clasificación del sábado no fue de relumbrón ni para quedar bien con la afición en la carrera de casa. La segunda posición desde la que partió Alonso refleja el esfuerzo del equipo Renault por volver a darle al bicampeón un coche ganador. No será este año y el que viene veremos, pero de momento el R28 fue capaz de mantenerse a la estela de los Ferrari y tener a raya sin complejos a los McLaren. Sólo necesitó dos vueltas de combustible menos que sus rivales para hacerlo, un gran avance visto que hace tres semanas ni vacío lo habría logrado.

Parece que Alonso y el R28 han conseguido destacarse del grupo de Red Bull, Williams y Toyota para unirse a BMW en la caza de McLaren y Ferrari. Las apariencias habrá que confirmarlas en las próximas carreras, pero lo que vimos ayer en Montmeló es esperanzador, porque es un circuito que los equipos conocen a la perfección y no hay margen para las sorpresas; además, es el tipo de circuito que requiere que coche y piloto rindan al máximo en todos los aspectos, así que es improbable que lo de ayer fuese un espejismo; como tampoco lo fueron, mucho que nos pese, las llamaradas que salieron del RS28 a mitad de la vuelta 34, terminando en la cuneta la que iba camino de ser la mejor carrera de la temporada para Alonso. Sí, Renault ha dado el paso adelante prometido, pero ayer no pudieron recoger el premio que su esfuerzo merecía.

Mientras en Renault vivían un drama agridulce, Kimi se hacía un hat trick, —pole, vuelta rápida y victoria— al que Massa ponía la guinda terminando segundo, completando el segundo doblete consecutivo para los de Maranello. Los de rojo siempre son duros de roer, pero cuando tienen una ventaja mínima son intratables. Ayer supieron administrar a la perfección la escasa diferencia de ritmo que tienen con McLaren. La experiencia de Kimi y el saber estar segundo de Massa vencieron, otra vez, al ímpetu y al sobreestimado talento de Hamilton. Kubica volvió a estar ahí, amenazando, pero sufriendo las carencias del BWM en la arrancada y con la velocidad punta, problemas que también tendrán que solucionar en Renault si quieren inquietar de verdad a los grandes. Heidfeld fue esta vez la victima de esa norma estúpida que dice que no se puede entrar a repostar en la primera vuelta en que salga el coche de seguridad, y si te estás quedando sin gasofa te jodes. Aaaahh, mala suerte. . . Esto es lo que entiende la FIA por mejorar el espectáculo. Lo que deberían de mejorar son esas barreras de neumáticos bajo las que se supone que un coche no debe colarse; pero el de Kovalainen lo hizo, a 220 km/h. Logró salvar el pellejo gracias a que el coche, el casco y el HANS sí estaban construidos como es debido. Esperemos que la cosa se quede en un susto, tirón de orejas para la organización y que el finlandes vuelva a sacarle los colores al negro en Turquía.

Además de lo dicho, de esta carrera más apretada de lo que pareció en la patalla, destacaría a esa manada de jovenzuelos despendolados —Piquet, Vettel, Sutil, Bourdais, Glock, Hamilton y demás—que se empeñan en estamparse los unos contra los otros, o contra el pobre Coulthard, que este año anda metido en todos los saraos sin tener culpa de ninguno. Alguien debería replantearse esta moda de sentar a personas de veintiun años en los coches más rápidos del mundo. Alguien debería explicarle a los jefes de equipo que a lo mejor les hace falta foguearse un poco más en las categorías inferiores antes de vérselas con tipos como el veterano escocés, Heidfeld, Trulli o Fisico.
Alguien debería enseñarles a apreciar un poco más el talento y la experiencia de pilotos como de la Rosa, Weber, Barrichello y compañía, y recordarles que lo que pasó con Fernando Alonso fue la excepción, una excepción deslumbrante, y no la norma.

Lo que sí que espero que se convierta en norma es el rendimiento del R28, y la diversión que nos a prometido el neno para lo que queda de temporada.

jueves, 24 de abril de 2008

Huele a verano


Lleva una semana haciendo sol, lo cual tiene parte de la culpa de que me cueste encontrar tiempo para sentarme a escribir. El cielo lleva una semana siendo azul, azul como pocas veces lo he visto, sin una nube, imaculado, azul. El aire es limpio y claro, tanto que las siluetas en la distancia parecen recortadas con bisturí. Los días ya son largos, largos y azules. Desde las cinco de la mañana que empieza a clarear, hasta las diez que empiezan a verse las estrellas, hay luz, mucha luz. Luz de amaneceres y atardeceres naranjas, rojos, púrpuras; luz de mediodías azules y diáfanos. Todo se ha llenado de colores, colores vivos como los que pinta un niño, como si uno se quitase las gafas de sol, las legañas del invierno para descubrir que el rojo es más rojo, el amarillo más amarillo, el azul más azul, verde más verde. Verde, todo se está llenado de verde; los árboles empiezan a despertar por todas partes, la hierba se despereza al sol y la ciudad se llena de colores, de olor a primavera, a verano, se llena de personas que pasean o se tiran al sol en cualquier lado y, aunque el aire aún está frío y no conviene dejarse atrapar por las sombras, todo vuelve a llenarse de charlas animadas, mangas cortas, cervezas al sol y sonrisas por doquier.

El invierno ha pasado. Volverá a llover, volverá a hacer frío, pero el invierno ha pasado. Lo dicen las flores y los árboles, lo dicen el olor de la tierra y los pájaros, lo dicen las minifaldas y un servidor, que ahora se va a dormir, que con estos días tan largos, y más que lo serán, uno tiende a hacer mucho y dormir poco. Y es que, aquí el verano no es algo que le ocurre sólo al cielo, es algo que, como el invierno, nos ocurre a cada una de las dos millones de almas que vivimos en esta ciudad.

¡Buenas noches!


Imagen: Atardecer en Søtorvet, Flemming Bo Jensen.
http://www.pbase.com/flemmingbo/copenhagen

sábado, 19 de abril de 2008

Navegando de bolina

El plan era pasar este fin de semana en Gijón. Como estáis comprobando se ha torcido; los billetes llevan una temporada con unos precios infames. Parece que, por mucho que me empeñe, va a ser imposible cumplir mi buen propósito de visitar Asturias cada tres o cuatro meses en vez de dos veces al año. El plan B, porque había plan B, aprovechando que el viernes aquí es fiesta y que aún me tengo que vengar de lo de Zurich, me apatecía largarme a cualquier lado este fin de semana; el plan B, decía, era reunirme con Vitor en Praga, la tengo en la agenda y no se va a escapar, pero al hombre le han trastocado los planes en el curro y hemos decidido aplazar la escapada.

De lo malo, quedarse en Copenhague tampoco es una catástrofe, uno siempre puede cogerse un par de trenes e irse a cualquiera de los museos y castillos que salpican Sjælland, será por castillos y museos en este país. Además, está la fiesta de bienvenida de un amigote italiano que se ha pasado los dos últimos meses trabajando en Tokyo. De allí vengo, de la fiesta, no de Tokyo. Vengo cansado y vengo pronto. Cansado, porque a pesar de que hoy —viernes, aunque ya sea sábado
— era fiesta, aquí el menda se ha pasado todito el día trabajando de diez a ocho y media. Y me vengo pronto, porque mañana hoy— también habrá que dar el callo, al menos por la mañana. Todo esto, gracias a que ayer —jueves— alguien metió la pata, malentendido, despiste, llamadlo como queráis, y el menda perdió todo el día, primero para darse cuenta de dónde estaba el problema, luego solucionándolo y despúes quedándose tres horitas de más para recuperar algo del tiempo perdido.

Todo esto me la hubiese traído al pairo si no fuese que el martes tenemos una reunión con la mega-empresea danesa que financia la mitad de los ocho millones de nuestro presupuesto. El martes decidirán si merece la pena seguir invirtiendo su dinero en nosotros, así que esta vez no se puede decir mala suerte, se torció, ya lo termino la semana que viene, que disfrutéis del puente. No. Esta vez hay que terminarlo sí o sí.

Esta es la historia de cómo un fin de semana de viaje y desenfreno se está convirtiendo en trabajo y trabajo. Lo cuiroso de todo es que en el fondo no estoy ni cabreado ni frustrado y nada de eso, más bien aliviado y satisfecho de estar haciendo un buen trabajo. No quiero ni pensar la hecatombe que hubiera sido tener en el bolsillo los billetes para Asturias o Praga y encontrarme jueves con el marrón que me encontré. ¿Cancelo los billetes? ¿Paso de todo y me voy sabiendo que soy el único que se entera de qué va la fiesta en esa parte del proyecto? ¿Me paso el fin de semana currrando en Praga?

Esta es la historia de como otra vez, me ocurre con cierta frecuencia, que los planes se me vayan al carajo termina por salvarme el culo. Todas las piezas terminan encajado para bien, aunque de manera distinta a la esperada, y aunque en vez de estar viendo mundo esté trabajando; pero he podido ir a darle un abrazo a Matteo y ver las luces de Tokyo brillando en sus ojillos de italiano guasón. Hablando con él he vuelto a pasear entre cerezos y neones, rascacielos y geishas. Además, el curro que tengo que terminar no me desagrada y el martes me voy a dar el gustazo de presentarlo delante de esos tipos importantes de traje y corbata, con mi inglés en acento hispano-danés; lo que me voy a diviertir bajo los focos, siendo el centro de atención, con todos pendientes de mí, jeje. . . (Por una vez no soy irónico, ya sabéis que me lo paso en grande contando historias, hablando en público, haciendo de showman.)

Copenhague se ha confabulado con el destino para que este finde me quede aquí. Lo han amañado todo para que mañana
—hoy—, 19 de abril de 2008, vuelva a caminar por sus calles con una sonrisa en la boca, dos años después. Exactamente dos años después del día que me dije "Bienvenido a casa." Dos años después, dos años que han pasado rápidos como el tiempo que se tarda en leerlos. . . Dos años. . . Tiempo de sobra para poner patas arriba una vida. Dos años intensos como ningunos. Dos años aprendiendo y descubriendo, viendo y escuchando, cambiandome y reafirmandome. Dos años de personas y lugares que se quedarán conmigo para siempre. Dos años que me hacen socio de un club secreto cuya contraseña es esa sonrisa callada, esa mirada brillante que son la única manera de decir lo felices que somos de estar aquí, de vivir como vivimos, de habernos conocido, de abrazarnos hoy y seguir nuestros caminos. Nuestros de veras porque nosotros los elegimos; nosotros, pequeñas islas a la deriva con nuestros miedos y nuestros demonios expuestos a la luz; aquí nadie nos esconde de nosotros mismos. Siempre nos encontramos es esas sonrisas calladas y miradas brillantes. . .

lunes, 14 de abril de 2008

John Lennon, mi culo y yo

—¿Sabes que tienes el culo en el mismo sitio que John Lennon?

Al oír la pregunta de la camarera, lo primero que pasó por mi cabeza fue desconcierto: ¡¿Einch?! ¿Qué me está contando esta pava? Lo segundo fue lógica aplastante: Obviamente lo tengo en el mismo sitio que Lennon, en la parte posterior de mí anatomía, donde acaba la espalda o empiezan las piernas, según se mire; o al menos ahí estaba la última vez que miré. Y esto me hubiera dejado contento si a mis neuronas no les hubiera dado por acordarse, para mi desazón, de otro cadáver ilustre citado por Palahniuk:

"¿Qué haría Marilyn Monroe si estubiese viva?"

Supongo que lo mismo que Lennon: "
Arañar la tapa del ataúd." Así que, se mire como se mire, no terminaba tranquilizarme aquello de tener mi culo en mismo sitio que el del difunto. La desazón y la confusión debieron de arrastrase por mi cara y asomarseme a través de la barba, porque, sin llegar posarme el té en la mesa, la señorita se apresuró a preguntarme:

Ah, ¿no conoces la historia?

Alcé las cejas, y en décimas de segundo se atropellarón preguntas suspicaces en mi cerebro: ¿Debería conocerla? ¿Quiero conocerla? ¿Por qué me está preguntando esto? ¿Qué le pasa a mi culo? Un servidor sólo quería tomar un té tranquilo y leer a Conrad un rato, no hablar del culo de John Lennon, que estoy —estaba— bastante seguro de que no tiene —tenía— nada que ver con el mío. Que, dicho sea de paso, se estaba inquietando bastante con la situación. ¿Qué culo querría estar en el pellejo de un cadaver? Así que, tratando de mantener la calma y mi culo bajo control, repondí en un alarde a aplomo:

—No, no conozco la historia.

A estas alturas, tras la mirada acerada y la calma aparente, mi culo había conseguido reclutar a mis pies para su causa; sólo evité que me sacasen de allí corriendo gracias a los esfuerzos diplomáticos para mantener la neutralidad de mis piernas.

—Ah, es que el sofá en el que estás sentado es de segunda mano
Hasta ahí llegaba, gracias. Era de un estudio de radio donde entrevistaron a los Beatles. Tengo que mirar a ver si consigo la foto de Lennon ahí sentado —dicho esto me dejó el té encima del par de maletas viejas que hacían las veces mesa y se fue sonriente y satifecha, sin darme tiempo a preguntarle, para tranquilizar a mi culo, si estaba segura que John no se había muerto en aquel sofa, y no por supertición, si no porqué la semana pasada me había explicado que aquel local había sido una funeraria. . .

Así que allí estaba, pensando que si me movía un metro a la derecha mi culo quizá estaría en el mismo sitio que el de Ringo o el George o el de Paul. Decidí quedarme donde estaba, mi culo ya había tenido emociones suficientes. En cuanto quedase una mesa libre me cambiaba; aunque sólo fuese para que Cortazar y su lupa, colgados de la pared de aquella habitación que imitaba la de cierto personaje suyo, dejasen de mirarme con aquella sonrisa, por completo fuera de lugar habida cuenta de la ubicación de tu propio culo, argentino cabrón. ¿Te digo lo que estarías haciendo si estuvieses vivo? ¡Ja!

Sí que risa, ¿eh? ¿Sabéis lo que escuchaba hoy de camino al trabajo? Esto:




Que no es otra cosa que la versión hecha por A Perfect Circle del Imagine de John Lennon. . . !!!

Moraleja: No sé si las casualidades existen, pero ten cuidado con donde pones el culo.

martes, 8 de abril de 2008

Sakhir 2008: Puuff. . .

Y digo puuff porque o mucho cambian las cosas o este campeonato va a ser un paseo triunfal de Ferrari con McLaren y BMW peleándose por las migajas. Kimi en la carrera anterior y Massa en esta, han estado intratables, dominando la carrera con autoridad mientras sus rivales se iban desinflando, que si por manchas de aceite, que si por errores de novato, que si la arena, que si el viento, que si lo que sea, pero con estos diez puntos Massa se quitado de encima la espada de Damocles mientras a Kimi le asomaba una sonrisilla cínica, tú habrás ganado pero yo voy lider. . .

¡Puuff!!! ¡Bravísimo, Kubica! En McLaren o se espabilan o los chicos hambrientos de BMW les van comer la tostada. Jugaron a dos bazas y las dos les salieron bien: una pole de Kubica con poca gasolina para terminar en el podio y ver si sonaba la flauta, un sexto de Heidfeld muy cargado para ir remontando en carrera y terminar justo detrás del polaco a las puertas del podio. Este BMW corre lo pongan como lo pongan, y así van: líderando el campeonato de constructores.

Puuff, puuff, puuff. . . Otra vez le temblaron las manos al chico maravilla. Otra vez se equivocó de botón. Otra vez se puso nervioso cuando tuvo que vérselas con un piloto de verdad. Dos veces golpeó Hamilton a Alonso y arrunió su carrera de forma tan estúpida como arrunió su campeonato el año pasado. Estas perlitas de Lewis están empezando a convertirse en mala costumbre. ¿El nuevo Schumacher, dicen? Sí, en algo sí que se parece a Schumy: el moreno también se cree que está solo en la pista, lo que pasa que cuando se de cuenta de que no lo está le falta la clase del alemán. . . Y siete campeonatos del mundo, claro.

Puufffff. . . Eso ha sido un R28 desinflándose. . . O mucho cambian las cosas en Montmeló con la nueva evolución del coche de Alonso, o de aquí a final de temporada cada punto que el bicampeón arañe va ser una victoria. Como escarpias se me pusieron los pelillos al ver su última vuelta en la Q2, sacándose tres décimas de donde no las había y dejando a todos boquiabiertos en el muro. En Renault tenían tan claro que no se podía entrar en la Q3 que ni siquiera tenían preparada una estrategía. Y
ya no es que sufran para meterse en la tercera ronda de clasificación y sólo sea posible cuando ese R28 lo pilota Alonso, es que si el ritmo de clasificación es malo, el de carrera es peor. Da igual vacío o cargardo, con alerón roto (cortesía del chico maravilla) o intacto, gomas blandas o duras, el R28 no está a la altura. Ya no es que Alonso fuese incapaz de ganar posiciones, sino que perdió dos: la primera ante Weber y su Red Bull con motor, ¡anda, qué cosas!, motor Renault; la segunda ante un mediocre Timo Glock pilotando uno de los monoplazas revelación, un Toyota que parece haber encontrado la senda después años y millones y millones y millones de euros. Por suerte, las cosas están tan igualadas entre Red Bull, Toyota, Williams y Renault que, si los chicos de Enstone y Viry han hecho su trabajo tan bien como dicen Briatore y Simons, dos o tres décimas de evolución más que sus rivales pueden suponer un salto adelante muy importante para Renault, el R28 y Alonso. Veremos. . . Por ahora, quedarnos con que el neno, al contrario que su monoplaza, vaya décimo o primero, no se desinfla; pelee por la victoria o por un punto, no se destempla; luche por adelantar o por defender una posición, lucha, lucha y lucha, con garras y dientes, inasequible al desaliento, sacandose de la manga, vuelta a vuelta, esas décimas que los ordenadores dicen que no se pueden sacar de ningún sitio. Y, aunque se vuelva de Bahrein con las manos vacías, sólo podemos quitarnos el sombrero y decir. . .

¡PUUFF!!!


Imágenes: Telecinco.es y Autosport.

jueves, 3 de abril de 2008

Tesela a tesela

Una copa de vino. Al otro lado unos ojos. Azules, claro. Una mañana de sol. Huele a primavera. Una canción mezclada con el viento. El semáforo de Sø Torvet. Diez segundos para el agua y sus reflejos. Un libro. Una persona. Un amigo. Te eligen ellos a tí y no tú a ellos. Llegan y te regalan momentos. Un capítulo perdido. Una sonrisa cómplice. Un abrazo en la noche fría. Un café a medias. Un bombón derretido. La veo venir de lejos. Cerca. Cada vez más cerca. Y la miro a los ojos. Azules, claro. Tropezamos. Tropiezo que no caída. Qué simpática. . . Parados. En medio. De la calle. Una mirada. Un beso furtivo. Otro. Darse la vuelta. Seguir cada uno por donde vino. ¿Tres pasos y volver la mirada? Que sean cuatro. Un libro. Papel áspero de palabras viejas. Esto debe de ser mágia. Necromancia. Palabras una detrás de otra. Meticulosamente ordenadas para seguir dialogando desde la tumba. Una vela en la ventana. Una taza de té. Una llamda perdida. Un pato volando. Un pato con crema de chocolate y naranja amarga. Una guitarra cansada. Una voz imposible. Un hechicero al piano. Aguardiente al fondo de una copa. Y la magia es eso: invocar sentimientos de la nada. Rasgueando una cuerda. Apretando una tecla. Susurrando palabras. Hace sueño. Y van cayendo. Repiqueteando como la lluvia. Encuentran su lugar. Van llenado huecos. Van creando otros. Siempre tuve una duda. ¿Los mosaicos se miran de cerca o de lejos? Un cristalito rojo. Un cartón azul. Madera vieja y un cacho de ladrillo. Una postal rota. Una moneda lejana. Un beso. Una idea fugaz. Una sonrisa. Tesela a tesela, un mosaico. Una vida.


Imagen: reproducción de Una Noche Estrellada (Vicent van Gogh) compuesta con 2000 fotografías (http://www.andreaplanet.com/).