sábado, 7 de octubre de 2006

Hogar?... Dulce hogar!

Salí de la estación de Nørreport. Posé la maleta en la acera. Respiré con calma una buena bocanada del aire helado de aquella noche de abril. Sonreí y, con voz alta y clara, me dije a mí mismo: Bienvenido a casa.

Así comencé mi vida en Copenhagué hace casi seis meses. Aquellas tres palabras reflejaban mi intención de reconstruir mi vida en esta ciudad, de encontrar mi hueco y hacerme un hogar. Había roto con casi todo, dejado mi trabajo, abandonado el noventa por ciento de mis cosas. El único lazo con mi antigua vida tenía el grosor de un cable telefónico. Al otro lado estaban las personas que me querían. Todo lo demás había saltado por los aires.

Desde entonces han cambiado muchas cosas; pero he seguido siendo fiel a la promesa que me hacía con aquella frase. Me he ido haciendo mi huequecito en esta ciudad encantadora. Le voy cogiendo el punto a mi nuevo trabajo. Estoy a gusto en mi casa. No me faltan los amigos. Después del primer y casi inevitable, por muy abiertas que tengas las miras, choque cultural, empiezo a entender a estos daneses. Me construi un hogar, o casi... Había algo que no estaba en su sitio. Una sutil sensación de desasosiego que a veces amenazaba con empañarlo todo. Un atisvo de duda en la voz cuando decía que éste era mi hogar; como si supiera que estaba mintiendo y mintiéndome. Y así era.

Me di cuenta en Helsinki. Lo descubrí cuando al pasearme por sus calles no las encontraba extrañas. No me sentía como un turista, sino como un habitante que aún no se conoce muy bien la ciudad, un poco perdido, pero no fuera de lugar o ajeno. Lo entendí estando en el apartamento de Hugo, al sentir aquel lugar tan mío como mi casa, al dormir tan tranquilo como en mi cama. Fue ese fin de semana cuando comprendí que el propósito que me había hecho no tenía sentido. Vi el origen del desasosiego y en ese instante se esfumó.

Habia roto la burbuja, había descorrido el velo de esa ilusión que llamamos hogar. Como muchos españoles, por desgracia, hasta ahora no he tenido la oportunidad de vivir por mi cuenta, ni mucho menos hacerlo a tomar por saco de lo que fue mi hogar durante los últimos dieciocho años. No tuve que mirar más allá de esos detalles cotidianos que nos generan una falsa sensación de seguridad haciéndonos creer que tenemos toda nuestra vida bajo control, que siempre habrá un lugar inmutable esperándonos. Esa ilusión es imposible de reconstruir aquí. Primero porque hay demasiadas personas importantes para mi en España, no puedo, ni quiero, dejarlas atrás; pero tampoco están aquí. Segundo, porque una vez que lo he cambiado todo, entiendo que podría volver a hacerlo un millón de veces, otras ciudades, otras personas, otros trabajos. Mi mundo ha crecido y el planeta se ha hecho más pequeño. No hay nada esencial entre las cuatro paredes que llamé hogar tantos años, tampoco lo hay entre estas que ahora son mi casa. El hogar se ha diluido, se ha difuninado, repartido entre todos los sitios que aprecio, entre todas las personas que quiero. Jamás podré regresar a mi antiguo hogar, ya no existe, y me alegro. Ahora estoy en mi casa durmiendo en la habitación de un amigo en algún rincón del mundo, caminando por las calles de una ciudad que no conozco, volviendo a abrazar a mis padres en Gijón, escribiéndoos sentado en la cama que uso en Copenhague. Allá donde encuentre una sonrisa, un abrazo, un brindis, allá donde sople la brisa del mar, donde tenga un beso que dar, ahí hay un pedazo de mi hogar; pero ya nunca volverá a estar todo junto.

Supongo que es otra manera de cruzar el punto de no retorno... Me pregunto dónde estará el siguiente. En algún lugar ahí delante, seguro.

8 comentarios:

  1. Puntos de no retorno los hay por todas partes, porque la mejor manera de entender la vida -al menos para mí- es caminarla hacia delante, de modo que nunca podemos, ni deberíamos desear siquiera, volver a lo que ya fue.

    Sabés? Fue precisamente porque un buen amigo me remitió al PNR de Hugo y como acabé recalando aquí. Y desde entonces, de cuando en cuando le doy vueltas a mis propios PNRs y trato de entenderlo en función de la dirección que llevan los vientos que me nombran.

    Y, no sé, hay veces en que me siento terriblemente confundida cuando pienso en todo esto. La cuestión no es, no sólo, cruzar una y otra vez el PNR. La cuestión está en decisiones vitales, y una de ellas, que a mí me trae de cabeza, me valió una relación (ay si hubiera sido más comprensiva), es la de asentarse o migrar. Ahí está el PNR, el mío al menos, o eso creo. La decisión está en montarte una vida "convencional", o decidir atar el petate y marcharte, aquí, allí, a los miles de hogares que nos esperan por todas partes.

    Si asumes la decisión de asentarte, te encontrarás un PNR. Llega un momento en que no podés, o no querés, o no sabés marcharte... Si decides migrar... ay, ese PNR tal vez sea más difícil de cruzar, pero más irreversible todavía. No lo sé.

    Yo todavía no sé qué soy, no sé qué quiero. Elegí un camino (profesional) que me permite ambas opciones, que me permite una vida en provincias, tranquila, buen nivel de vida, un hombre pacífico y montones de niños con churretes. Pero también me permite trabajar en una embajada irgendwo. En lo personal no me ata más que mi familia, nada más.

    ¿Dónde estarán los vientos que me nombren? ¿Qué hacer? ¿Cómo elegir? ¿Me dejaré llevar? ¿Me despertaré un buen día y sabré qué es lo que quiero? ¿Algún día tendré, al fin la certeza de haber elegido lo correcto? ¿De saber que estoy donde quiero estar, donde siempre supe que "tenía" que estar? ¿Será que elija lo que elija tendré que asumir que siempre habrá un punto de imperfección, porque todo no se puede tener?

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  2. Muy interesante tu post de hoy. Es verdad que a todo se acostumbra uno. Antes viajar era un aconteciminto, una ceremonia. Ahora no hay distancias, coges la maleta, el trolley, lo llenas de ropa y a volar.
    El mundo no es tan grande como creemos, pero para verlo hay que salir. Y es verdad que el hogar esta donde uno mismo se lo monta.

    Atento a la semna del 25 de octubre que tengo libre del curro y no estaria de mas una juerga "entre-semanera", vale?

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  3. Para darte mi opinión sobre todas esas preguntas (las que haces y las que te callas) creo que voy a necesitar más de un artículo en este blog :) De momento una frasecita:

    "La duda es una respuesta en si misma." (Frank Herbert, como muchas de las que pongo por aquí.)

    Y pasando a temas más trascendentales, ya tengo marcada la fecha en mi calendario, Under. A ver se esta vez es la buena y la liamos de verdad.

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  4. Nenita, es que no se si te has dado cuenta que mi casa es tu casa jajajaja.

    Y volviendo a lo de siempre.... nena, vete ahorrando porque este país no tiene desperdicio. Por segundos me gusta mas y mas.

    saludetes desde casa Dios!!

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  5. Ostrás Ivanín!
    Tantos años de ser ateo y resulta que conoces a Dios... y vive en Helsinki!!!
    Me ha encantado el post.
    ...
    Pero yo no lo llamaría tanto un punto de no retorno... al menos no en el sentido topológico.. o geográfico del término.
    Para mi es más bien un cambio de estado, una transcición de fase. Hacerle guarradas a la función de onda. Si bien, muchas veces se entremezclan los cambios de ubicación con otros más etereos. Ya sabes.. por aquello del DxDp>h/2pi
    P.S.: Perdón a los profanos, pero saltó la degeneracion (ups, otra vez ;) ) profesional. Espero que el sentido general sí que se haya entendido.

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  6. Ja ja ja :D

    Quién dijo que la física no era divertida? Será también mi propia degeneración ;)

    Me gusta tu idea del cambio de fase, si señor! Mucho más elegante, femenina, visceral... En cuanto me degenere un poco más y vuelva a cambiar de fase os lo cuento.

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  7. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  8. Je je... Pues va a ser verdad que está estudiando :)

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