lunes, 29 de septiembre de 2008

Singapur 2008: La fortuna ama a los osados

Volvió al lugar que le corresponde. En el momento menos esperado. Cuando todo parecía perdido. Lo que la fortuna le arrebató el sábado, se lo devolvió el domingo como premio a su osadía. Era un regalo envenenado, una pequeña oportunidad para jugársela a doble o nada; pero era todo lo que le hacía falta al mejor piloto del mundo para demostrar eso: porqué es el mejor.

Cierto que ver volver a ver a Fernando Alonso en lo más alto de cajón, primero, vencedor del Gran Premio de Singapur, fue fruto de la fortuna, la buena fortuna que le ha esquivado toda la temporada; pero como dijo Bob Bell: la mala suerte del fallo de la bomba de gasolina en la clasificación, se compensa con la buena suerte durante la carrera. Además, la fortuna de ayer no fue sólo fruto de la casualidad, fue un triunfo buscado, peleado y defendido con tres armas:

Primera, un R28 que, por primera vez en lo que va de temporada, se ha mostrado al nivel de los grandes. Al menos si quien lo pilota es el Bicampeón del Mundo, que hizo su mejor vuelta personal en el giro 55 parando el crono a unas dos décimas de la vuelta rápida en carrera. Además de mostrarse muy sólido todo el fin de semana, quedando primero en la segunda sesión de libres del viernes y en la del sábado. Esperemos que el buen rendimiento del coche continúe en las carreras que quedan.

Segunda, una estrategia descabellada ideada por el propio Fernando. Todos en Renault sabían que saliendo décimoquintos no había nada que hacer y aceptaron su idea genial de optimizar la estrategia para el caso de que hubiera un coche de seguridad en la parte intermedia de la carrera. Apostaron por a salir con las gomas super-blandas y poca gasolina, para adelantar todos los rivales posibles al principio y repostar antes de la hipotética aparición del coche de seguridad. Hipótesis que se convirtió en realidad cuando, tras el accidente de Piquet, Alonso era el único piloto que había hecho ya su repostaje. La fortuna sonreía. La osadía daba su fruto; pero había que rematar la faena. . .

Tercera, el arma definitiva, el propio Fernando Alonso. Genial, magistral, soberbio como siempre, sacó partido como nadie de la oportunidad inesperada. Fue la única estrella que brilló en la noche de Singapur. Mantuvo la calma y controló la carrera y el consumo de su monoplaza mientras esperaba que las penalizaciones anunciadas y los repostajes programados le quitasen de delante a Rosberg, Kubica, Trulli y Fisichella. Luego, con la pista libre y sólo la gloria ante él, voló como en los viejos tiempos. Sacó lo mejor de un coche que por fin estuvo a su altura. Vuelta tras vuelta, marcó un ritmo infernal que nadie fue capaz de seguir. Consiguió en menos de diez giros la ventaja de veinticinco segundos que el permitía hacer su segundo repostaje sin perder el liderato. E incluso después de que el segundo coche de seguridad anulase la distancia que le separaba de Rosberg y Hamilton, resurgió endosándoles seis segundos en dos vueltas espeluznantes. Demostrando quién, con fortuna o sin ella, era el digno y merecido ganador de la carrera.

Mientras Fernando y Rosberg recogían el fruto de un año de esfuerzos y frustaciones por parte suya y de sus equipos, otros se sumían en la catástrofre causada por su propios errores. Lo único comparable en espectacularidad la victoria de Alonso fue la caída fulgurante de Ferrari. A Massa le engañó el semáforo (ya van dos está temporada) destrozando su carrera, la mangera y dejándole sin puntos. A Kimi se le volvió a ver incómodo en el F2008 y terminó estampado contra el muro tras otro de esos errores que antes eran inusuales en él. Mientras, cosa rara en él, Hamilton condujo pensando en el campeonato, sin arriesgar y contento de aumentar su liderazgo del Campeonato otros seis puntos. Esperemos que los de rojo vuelvan por sus fueros en las tres carreras que quedan y eviten, sea como sea, que tengamos que aguantar el año que viene al chico maravilla y a superpapi con el número uno en el morro del McLaren.

Para terminar, reconocer que me he quedado sorprendido con este Gran Premio, con esta carrera nocturna que siempre consideré una locura inecesaria; pero que, al margen de mi euforia por la victoria de Alonso, ha sido bonita de ver y con mucho más espectáculo, lucha y adelantamientos de los que todos preveíamos.
¡Y chispas! Para los pilotos sería un infierno, pero a mí, y seguro que a muchos otros aficionados, volver a ver tras tantos años una estela de chispas saltando de los difusores de los monoplazas nos ha traído nostalgia y recuerdos memorables. Casi tantos y tan memorables como volver a ver a Alonso con el dedo en alto y haciendo los pajaritos.

¡Bravo, neno!!!




Imágenes: TheF1.com y Autosport.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

P R I M E R


Mi primera reacción fue de excepticismo. ¿Una peli sobre unos ingenieros americanos que cacharreando en el garaje en sus ratos libres hacen un descubrimiento asombroso? ¿Viajes en el tiempo y paradojas temporales? Suena a ciencia ficción barata con tufo americanuzo, ¿verdad? Pero como suelo compartir gusto para libros y películas con la persona que me habló de esta, decidí curiosear un poco. Fue rápido; maravillas de internet:


Ahí, en la página oficial de la peli, además de unas cuantas imágenes que hablaban de una fotografía extraordinaria, encontré el dato que sacudió mi curisidad: siete mil dólares. Un siete con tres ceros y esté simbolito: $.

¡ 7000$ !!! Ésto es lo que ha costado la película. O "lo que cuesta un coche usado", como le gusta decir a Shane Carruth, que no es otro que el director, el guionista, el protagonista, quien se ha encargado del montaje, de la banda sonora y de gran parte de la producción y la postproducción. De matemático reconvertido en ingeniero a cineasta. Tres años de aprendizaje y cinco semanas de rodaje pidiendo prestadas las casas de amigos y vecinos, las bibliotecas, algún hospital y lo que fuese necesario para hacer su película.

El resultado es una estética limpia, cotidiana, cercana; un mundo poblado por personajes reales envueltos en una trama sorprendente hasta el punto de resultar confusa. PRIMER es una película donde lo que sabes juega con lo que no sabes. Un juego inteligente, inquietante, con el que Carruth logra que te delietes en tu propia confusión. Y al final de los ochenta minutos, sólo piensas una cosa: tengo que verla otra vez. . .

. . . Espero hacerlo antes de que termine la semana. Mi amigo tenía razón.

Sin embargo, lo más importante de
PRIMER, al margen de lo que cuente o deje de contar, son sus 7000$; siete mil patadas a los pilares de lo que creemos que es posible o imposible hacer en esta vida.


Imagen: http://www.primermovie.com

sábado, 20 de septiembre de 2008

Viktoriagade

Hace unos días me pregunté por qué después de casi un año viviendo en esta calle nunca os he hablado de ella, con la de juego que da. . .

Viktoriagade, "calle Viktoria" en cristiano y pronunciado Fvik-TO-(r)iagueldl, parece sacada de una canción de Sabina, toda llena de putas y camellos. Está en el corazón de barrio rojo de Copenhague y a cinco minutos del ayuntamiento. En dos minutos a la redonda tengo sex-shops y puticlús para aburrir. También puedo disfrutar de un ambiente más moderado en bares oscuros y roñosos con clientes entrañables, de esos que forman parte del mobiliario y hace años que no beben agua. También estoy bien servido de restaurantes: español, francés, tailandés, turco, árabe (repito: hablamos de restaurantes) y un par de sitios daneses tirando a pijos. Sí, sí, locales donde los señores entran de traje y corbata y las señoras con bisón. En Viktoriagade la alta alcurnia danesa convive con yonkis y alcohólicos, y todos tan contentos, oiga.

Una calle como Viktoriagade sólo debe de ser posible en Copenhague. Sólo en Copenhague los drogatas te dan los buenos días y jamás te molestan pidiéndote unas coronas sueltas para el próximo chute. Sólo aquí, cuando llegas despendolado en bici a medianoche, los camellos evitan avisándote a gritos que te comas la caja de vete tú a saber qué, tirada por algún extraño motivo frente a la puerta sin farola de tu casa. Que ellos se cargan las farolas, pero no por joder, eh, sino por el bien del negocio.

Me gusta mi calle. Me gusta mi barrio, una pequeña Babel con caferías pijas danesas, resturantes españoles cutres, antros argentinos, carnicerías árabes, ultramarinos vietnamitas, lavanderías chinas, bazares turcos; pedid, que lo tengo. Me gusta y me enfurece. . . Pasar las noches de invierno por delante del salón de té molón lleno las señoras pudientes cacareando y danesitas guapas chismorreando. Abrir la puerta de casa y encontrarme en el tunel que da al patio interior a dos figuras encorvadas entre capas de ropa mugrienta. Carraspean un perdón y un buenas noches. Apartan apurados los mecheros y el aluminio de quemar la base y vuelven a lo suyo en cuanto se cierra la puerta y me alejo dos pasos, indiferente, como sino les viese, huyo hacia mi apartamento caliente y mi vida cómoda.

En esas mismas noches heladas, desde la ventana de mi habitación, en la esquina donde Abel Cathrines Gade se une a Viktoriagade, puedo ver algo tan insólito como esta calle: un corazón. Cuatro metros de hierro oxidado y grafitti coronados por una llama que nunca sé quien enciende. Un inmenso corazón de hierro en medio de las sombras del siglo XXI, una llama en el lado oscuro del primer mundo.




Imágenes: olikristinn y abelviktoria.dk

lunes, 15 de septiembre de 2008

Monza 2008: Oooh. . . Yeah!!!

Había muy pocas razones, pero después de carreras como la de ayer nadie a quien le entusiasme la Fórmula 1 puede decirme que sin Alonso luchado por el campeonato la cosa no tiene gracia. Me reafirmo en lo que dije del Gran Premio de Valencia: con el espectáculo que nos han ofrecido estos dos últimos fines de semana circuitos clásicos, de los de toda la vida, como son Spa y Monza, ¿para qué queremos el marketing barato de Valencia o la locura que nos espera dentro de quince días en Singapur? Un circuito legendario, un poco de lluvia, los veinte mejores pilotos del mundo y el espectáculo está asegurado. Oooh. . . Yeah!!!

Tenía que pasar esta temporada, donde las cosas están tan igualadas que, un golpecito de suerte y un mínimo desliz de los grandes, han abierto las puertas de la victoria al joven talento de Vettel y a la modestia afanosa del equipo Toro Rosso. Poco a poco, con tesón y trabajo duro, el equipo de Faenza, los mismo hombres que hasta hace dos años se llamaban Minardi, han ido escalando en la parrilla hasta codearse con los grandes. Ayudados por el magnífico motor Ferrari, la experiencia de un equipo humilde pero con muchos años en el negocio y ese alemán rapidísimo que ayer le arrebatató a Alonso los récores de poleman y vencedor de un gran premio más joven. Se llama Sebastian Vettel y ayer culminó un fin de semana perfecto brindando desde lo más alto de podium. ¿Qué hubiera pasado si su compañero, Bourdais, no hubiese tenido aquel problema estúpido con la caja de cambios en la salida? Nunca lo sabremos; pero no es descabellado pensar que ambos habrían terminado abrazados en el podium. . . Lo que sí es seguro es que victorias como la de ayer son las que hacen grande a la Fórmula 1. Victorias como los dos campeonatos de Alonso y Renault. Victorias que nos recuerdan que no todo es dinero en este negocio, que a veces el talento, el trabajo en equipo, la tenacidad y la osadía pueden hacer saltar por los aires los pronósticos y hacer que nos replanteemos si lo que llamamos sentido común de verdad tiene sentido.

Pero además de la victoria deslumbrante de Vettel, ayer pasaron muchas otras cosas en la pista. Las condiciones infernales de la pista: mojada, cambiante y con mala visivilidad, pusieros a prueba a hombres y máquinas. Además de con Vettle, por supuesto, de la carrera de ayer me quedo con tres nombres: Alonso, Kubica y Heidfeld, por ese orden. Los tres apretaron los dientes vuelta tras vuelta, cargados con gasolina hasta en los bolsillos para hacer funcionar sus estrategias a una única para con una primera sección largísima. Lucharon por defender sus posiciones cuando sus coches no les permitían correr. Y sacaron el cuchillo cuando la estrategia daba sus frutos, con los neumáticos intermedios en el mejor momento y la misma carga que los demás, para cruzar la meta tercero, cuarto y quinto.

¿Y por qué vuelve a merecerme Alonso más respeto? Porque su carrera de ayer volvio a ser soberbia. Porque cuando la suerte no le traicionó volvió a hacer el milagro. Pocos dudan que a estas alturas la comparación entre el BMW y el Renault es odiosa, y más aún en un circuito como Monza, que requiere todo lo que le falta al R28: estabilidad en frenada y al pasar los pianos, buena tracción y velocidad punta. Con estas cartas en la mano y gasolina para treinta cinco vueltas, el sábado Alonso se clasificó octavo, el domingo derrotó a Heidfeld y le faltaron un par de vueltas para robarle el podium a su amigo Kubica. En las peores condiones, con el coche menos adecuado, volvió a sacar lo mejor de sí mismo. ¡Soberbio!

Esto se haría demasiado largo si hablase de todo lo que merecía la pena ayer. Pocas veces hemos visto a los pilotos dejarse la piel como este año en Monza. Hicieron una carrera limpia, con apenas accidentes a pesar de las condiciones, lucharon y nos direron espectáculo. Tengo que felicitarlos a todos, incluso a los desafortunados Ferraris. . . Bueno, a todos menos a dos. A todos menos a los chicos de McLaren. Empezando por ti Kovalainen: más te vale que de aquí a Singapur medites seriamente cómo fue posible que un jovenzuelo conduciendo un Toro Rosso, alias Minardi, te robase la pole y la victoria sin darte siquiera opción a que te acercases a él. ¡Y tú con un McLaren, tío! Tú actuación de ayer resulta aún más ridícula comparada con la velocidad endemoniada con la que remontaba Hamilton mientras llevaba los neumáticos de lluvia extrema, con los intermedios la cosa dejó de funcionar; algo tiene el McLaren que hace trabajar como ninguno los neumáticos con temperaturas bajas. Y hablando de Lewis, sí, muy bien, muy rápido, adelantamientos impresionantes; pero este niñato es un hijo de puta. Con ese coche, con el talento que tiene, manibras como las que les hizo a Glock, Alonso, Fisico y Webber sobran, están fuera de lugar, son sucias, rastreras e ilegales. No se puede conducir como si estubieses sólo en la pista. No se puede andar empujando a los demás arriesgansose a provocar un accidente en cada frenada. Si todos condujesen como ayer el cabrón de Hamilton, la meta la cruzarían cuatro. Por suerte, el otro que era como él ya se ha retirado, y los que quedan se respetan un poco más a sí mismos y entre ellos; claro, que él dira, como dijo de Kimi tras Spa, que el problema es que no tienen cojones.

Pero que el chico maravilla no nos distraiga de lo importante, del carrerón, del espectáculo, de las actuaciones magníficas de diecioche pilotos, con Vettel a la cabeza como flamante y merecido vencedor. No nos distraigamos de lo que vimos ayer:

Fórmula 1, nenos, !Fórmula 1!!!

Oooh. . . Yeah!!!



P.S.- Os dejo de regalo la última vuelta de Alonso en Spa: espeluznante. Y no os olvidéis de echarles un vistazo a los videos resumen de la güeb oficial de la Fómula 1.


Imágenes: F1-Life y Autosport.


sábado, 13 de septiembre de 2008

Noche de teatro

Ayer me propusieron empezar la noche yendo al teatro. Danza expresionista aderezada con música en directo de un grupo danés. No tenía ni idea de qué iba la fiesta; pero sonaba suficientemente extraño como para decir que sí sin preguntar más. Rara vez me equivoco cuando me dejo llevar por la intuición. Decir sí con los ojos cerrados me llevó a disfrutar de uno de los mejores espectáculos que he visto en mi vida.

El día adecuado: viernes, atardecer frío de final de verano danés, frescor en el aire de principios de otoño. El estado de ánimo propicio: con la mente abierta, cortante, cambiando, pensando. . . La danza expresionista, vital e inquietante de los cuatro miembros de Mute Comp. El "technofolk" del quinteto Valravn. Una puesta en escena minimalista, arrancando emociones de entre luces y sombras. Eso fue lo que hizo falta para que en aquel pequeño teatro se embarcase en un recorrido por la historia espiritual de la humanidad. Desde las danzas rituales entorno al ídolo, pasando por las grandes religiones y movimientos políticos, hasta las batallas emocionales nacidas del individualismo cotidiano del siglo XXI para, al final, mostrarnos las sombras de un futuro incierto donde seguiremos sufriendo las mismas inquitudes que quienes bailaban antaño entorno a un poste totémico. Una historia contada con música, baile, tus sentimientos y pasión compartida; ayer no hubo espectadores indiferentes.


Grasping the floor with the back of my neck*


* Viene a decir algo así como "Agarrando el suelo con la parte de atrás de mi cuello", sea como sea que se haga eso.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Spa 2008: Momentos para la historia

A estas alturas todos deberíais saber ya que Spa es mi circuito favorito, más aún después de cumplir el año pasado mi sueño de pasearme por su asfalto. Es un trazado cargado de historia, nos ha regalado algunos de los mejores momentos de este deporte, cada una de sus curvas supone un reto para hombres y máquinas. Por eso los pilotos también lo adoran, porque Spa es uno de los pocos circuitos que aún siguen haciendo que las manos puedan marcar la diferencia, que la genialidad sea recompensada. Spa es excitante y cruel, un deleite para pilotos y espectadores, y siempre se guarda alguna sorpresa. Ayer no fue menos, los siete kilómetres de asfalto Belga que serpentean arriba a abajo por el valle entre Spa, Francorchamps, Malmedy y Stavelot volvieron a regalarnos espectáculo y Formula 1 al viejo estilo. Volvimos a ver adelantamientos, duelos, remontadas, luchas al límite, volvimos a ver lo caro que resulta ver la bandera a cuadros.

Sin embargo, a pesar del gran espectáculo que vimos ayer: la batalla perdida de Piquet por mantener el tipo frente a todos tras una salida magistral, la remontada endiablada de Kovalainen, el carrerón de Bourdais (ya era hora), los duelos de Coulthard, la persecución implacable entre Räikkönen, Hamilton y Massa o la contundente carrera de Alonso, de principio a fin, sobre todo las primeras y últimas vueltas con el asfalto mojado; sin embargo, decía, a persar de todo esto, la más grata sorpresa ha sido ver la decisión implable, justa, clara y meridiana que tomaron los comisarios tras las carrera. Es una satisfacción, tras años de desfachateces, comprobar una vez más que esta temporada a los jueces no les tiembla la mano y aplican las sanciones con el reglamento en la mano, al pie de la letra, pese a quien pese y caiga quien caiga, sin remilgos ni complejos.

Muchos han puesto el grito en el cielo tras la sanción de 25 segundos que le ha costado la victoria a Lewis Hamilton, porque la costumbre no escrita dictaba en estos casos que no se debía de decidir una victoria en los despachos, que cuando dos pilotos luchaban al límite por el campeonato se debía evitar intervenir. Pero no, esta vez no fue así. Esta vez los comisarios hicieron su trabajo sin dejarse intimidar ni influenciar por la situación. Con el reglamento en la mano un piloto no puede saltarse el vértice de una curva y beneficiarse por ello, y es claro que el chico maravilla, con su ímpetu y poca cabeza lo hizo; si no, de haber trazado el Bus Stop por su sitio, ni en sueños hubiera hecho el rebufo que le hizo a Kimi en la recta de meta, ni mucho menos le hubiera adelantado; pero volvió a meter la pata, le pudo otra vez su ego, no se pudo conterner. Con lo fácil que hubiese sido dejar a Kimi pasar la primera curva tranquilo y volver a cazarlo en la recta de Les Combes. Era claro que con el agua que caía el McLaren se comportaba mucho mejor que el Ferrari. Lewis iba sobrado, no necesitaba hacer el tonto; pero volvió a hacerlo y los comisarios le han aplicado el reglamento sin importarles un comino que se estubiese en juego la victoria y quizá el campeonato. Le aplicaron sin miramientos la misma penalización que a Kovalainen o Glock por motivos semejantes. Alguien podrá pensar que la sanción es demasiado dura o cruel o que estas cosas pasan en las carreras, sin más. Pues no, la sanción que aplicaron a Hamilton fue la más leve que estipula el reglamento para estos casos. Le podrían haber penalizado con diez puestos menos en la parrilla de salida para el siguiente gran premio, lo que le hubiese supuesto perder no sólo cuatro puntos sino tal vez seis u ocho; pero optaron por aplicarle el equivalente según reglamento a un drive-through, que es la sanción estipulada para estos casos y que no fue posible aplicar porque no quedaban vueltas de carrera. Así que la decisión de los comisarios no sólo ha sido legal, fundada y justa, sino que además ha sido sensata y limpia, en el sentido de que han hecho que todo quede solucionado y concluido en este gran premio, sin salpicar a otras carreras.

Y no nos equivoquemos, el gran perjudicado aquí no ha sido Hamilton, que se lo ganó el solito, el que se ha llevado la peor parte ha sido Kimi. Después de una carrera esplendida, dominando en su circuito favorito y reclamando su posición de número uno, la lluvia traicionera, las manibras kamikaze de Hamilton y los doblados que no sabían donde meterse lo acabaron llevando contra el muro de Blanchimont. Allí, tras un duelo que pasará a la historia, se estamparon la merecida victoria, los diez puntos y puede que sus opciones de volver a ser campeón este año.

Para terminar, ¿cómo fue posible que a Alonso se le escapase otra vez el podium? Podría parecer que los chicos de Renault volvieron a meter la pata con la estrategia, que fue una tontería parar a poner las gomas de mojado a una vuelta para el final o, que de hacerlo, debería de haber sido una o dos vueltas antes. Como dijo el propio Fernando, una vez terminada la carrera es fácil ver que esta última era la mejor opción; pero cuando vas cuarto, igualando tu mejor resultado de la temporada, cuando no sabes si van a ser cuatro gotas o medio diluvio, es difícil acertar con la mejor solución. Heidfeld lo tuvo más fácil, estaba fuera de los puntos, sin nada que perder, decidieron jugársela y les salió redondo. En cambio la decisión de Alonso y Renault en la última vuelta no fue una apuesta, fue una decisión defensiva, prefirieron arriesgarse a perder alguna posición que terminar contra el muro. Al final, la última vuelta magistral de Alonso le devolvió a la cuarta posición que se ganó a pulso durante toda la carrera. No nos lo enseñaron, pero en esa vuelta adelantó cinco coches, incluidos Kubica y Vettel en la ultimísima curva. Y es que Spa siempre ha sacado lo mejor de los campeones.


P.S.- Aquí os dejo un artículo con más detalles del reglamento y la sanción a Hamilton: Análisis sobre la sanción de Hamilton en Bélgica.


Imágenes: TheF1.com y Autosport.


sábado, 6 de septiembre de 2008

Pensando, pensando. . .

Llevo unas semanas pensando, dándole vueltas a muchas cosas, reflexionando sobre libros que leído en los últimos meses, mezclándolo con mis experiencias cotidianas, desempolvando recuerdos, poniendo patas arriba cosas que sabía, mirándo desde otros ángulos hábitos e instintos. Ando haciendo limpieza general, tirando lo que no me sirve, desempolvando cosas que había olvidado, sacudiendo los pilares, sacándolo todo a la luz. Reinventándome.

Una de las cosas sobre las que he pensado estas semanas es sobre aquella polémica acerca de si soy o no soy un machista, un prepotente, que si me doy aires de superioridad, que si el amor, que si el odio y toda la pesca. ¿Recordáis?

Hace muchos años que no justifico nada de lo que hago, digo o pienso con argumentos del tipo de "es que yo soy así y al que no le guste. . ." Esto, además de no explicar nada, es mentira. Nadie "es así". Nadie es siempre un borde. Nadie es siempre amable. Nadie tiene paciencia infinita. Nadie anda siempre buscando bronca. Nadie antepone su orgullo a todo. Nadie hinca siempre la rodilla. Nadie escupe todo lo que piensa. Nadie calla y otorga siempre. Todos tenemos un abanico muy amplio de recursos sociales y actitudes vitales. Usamos unas u otras a conveniencia, según la situación o experiencia previas. Y el hábito de usar unas más que otras nos hace sentirnos más cómodos con ellas, hace que las personas en nuestro entorno reconozcan nuestras reacciones, asumen y asumimos nuestro rol social y terminamos por configurar lo que llamamos nuestro caracter, nuestro "yo soy así". Experiencia, costumbre y aceptación social, eso son nuestros "yo soy así". Nada intrínseco a nosotros. Nada que no podamos cambiar o que no hayamos elegido. ¿Cuántas veces hemos visto cambiar el comportamiento de una persona tras alguna experiencia significativa en su vida? ¿Cuántas veces hemos visto a alguien empeñarse en cambiar, por cuestiones de trabajo, de pareja o simple de cabezonería, y lograrlo? ¿Cuántas veces hemos visto a personas, nosotros mismos sin ir más lejos, cambiar de actitud según estén con los amigos, con la familia o en el trabajo? ¿Qué nos queda entonces del "es que yo soy así"?

Nada. Nadie "es así".

Detesto cuando alguien dice frases del estilo "Yo soy así y no consiento que me grite ni Dios. . ." Sí, claro, exceptuando al jefe, a tu mujer, la hijita en la edad del pavo que está rebelde y al gilipollas del Ataulfo, que desayuna en el mismo bar que yo y tiene mucho caracter. "Mucho caracter. . ." Otra que me da la risa cada vez que la oigo, porque viene a ser sinónimo de hablar a gritos y no atender a razones. Eso es lo que entienden muchos por terner caracter, cuando lo que en realidad tienen es sentimiento de inferioridad y necesitan reforzar sus palabras ante sí mismos y ante los demás con gritos, aspavientos y mucho voto a tal y voto a cual.

Me entenderéis ahora cuando os diga que NO "soy así". Nunca "soy así". Llevo años practicando el noble arte de adaptarme, de cambiar, de usar según lo requieran la situación y mis objetivos cualquiera de los recursos sociales que tengo a mi alcance. Ese es el arte: saber cuándo ser amable, cuándo ser agresivo, cuándo ser apasionado, cuándo mantenerse firme, cuándo dar una caricia, cuándo tender la mano, cuándo dar un puñetazo en la mesa, etcétera, etcétera, etcétera. . . Algunos sabéis que es cierto, me habéis visto cambiar de actitud en un abrir y cerrar de ojos. Algunos también me habéis visto meter la pata; no siempre elijo bien el "cúando" o me puede la pasión, me fallan los instintos o me traicionan las malas costumbres.

Seguro que alguien anda pensando que tanto cambiar de cara, ahora ser así y luego a asá, es ser un chaquetero, un falso y un manipulador. No, nada de eso, es inteligencia emocional. Uno puede defender sus ideas o enfrentarse a situaciones a gritos o siendo afable con la misma honestidad. Uno puede expresar un sentimiento con igual veracidad con una caricia silenciosa o con un discurso apasionado. Pero siempre suele haber un camino más efectivo que otros para expresar lo que queremos, para que el resultado sea óptimo, más razonable o más justo para todos. ¿Por qué limitarse a los cuatro recursos a que nos tiene acostumbrados nuestro "yo soy así"? Porque es más cómodo, porque estamos habituados y sabemos lo que va a pasar. Porque los demás ya se lo esperan y es reconfortante que lo reconozcan a uno. Es reconfortante sentirse identificado con algo, saber cual es la respuesta adecuada, tener una solución rápida. Esto no es suficiente para mí. No voy a dejar que un "yo soy así" me limite. Voy a seguir explorando, más allá de los estereotipos, más allá de "lo bueno" y "lo malo". Porque he conseguido mejorar partes de mi mundo siendo agresivo y salvaje. Porque ha habido personas que me han agradecido mi crueldad.

¿Qué tiene todo esto que ver con la discusión aquella del machismo y la prepotencia? Ahí voy, concededme un par de párrafos más. Me esfuerzo por explorar, cambiar y mejorar. Por eso suelo decir que hay dos maneras de hacer las cosas: la mía y la equivocada; porque cuando encuentro una forma mejor la tomo, cambio, la hago mía. Así que no deja de sorprenderme que personas que me conocen, que ya saben todo esto que cuento hoy, a veces aún me tachen de prepotente, de darme aires de superioridad y demás. Creo que mi actitud de cambio, adaptación, de querer aprender, de cuestinármelo todo, incluye una profunda humildad y un gran respeto por todo lo que no comprendo y las lecciones que pudiera esconder. Algo debo estár haciendo mal si mi actitud y lo que los demás perciven son opuestos. ¿El qué?

Creo que hay tres factores para explicarlo. Primero que, cómo ya he dicho, me gusta jugar, cambiar de actitud, mostrar diferentes caras, y es obvio que quien haya tenido la mala fortuna de toparse conmigo sólo cuando he decidido que debía ser agresivo, visceral, firme, cabezota, contundente o incluso prepotente tendrá muy mala opinión de mí. Sobre todo teniendo en cuenta que tiendo a ironizar, y mucho, con comentarios prepotentes y, claro, a base de hacerlo, hay quienes terminan por creerse que ciertas cosas las digo en serio. Será esta mala costumbre de los del norte de hacer chistes sin reírnos. El segundo factor es la falsa modestia, o más bien, la falta de ella. Ya lo he dicho en otras ocasiones, evito menospreciarme a mi mismo, estoy orgulloso de lo que hago bien y no me importa decirlo, celebro mis progresos, no busco los halagos, pero tampoco los desprecio si los considero merecidos y sinceros. Detesto la falsa modestia y eso está muy mal visto donde reina la envidia. Sin embargo, ninguno de estos dos factores debería de engañar a quienes me conocen bien; pero para mi sorpresa, incluso ellos a veces piensan que soy un prepotente o similar. He aquí la que creo que debe ser la causa: la actitud que adopto en el noventa por ciento de los casos para defender mis argumentos en una discusión. Ahora me doy cuenta de que si creo que tengo razón, ya no es sólo que trate de convencer hilvanando un argumento tras otro y refutando punto por punto lo que me lancen, no, mi objetivo tiende a ser destrozar a mi interlocutor, victoria completa, conmigo o contra mí. Es un mal hábito que adquirí en la universidad; muchas discusiones y muchas broncas. Un argumento cogido por los pelos, una palabra dicha a destiempo, un resquicio o un ápice de buena fe servía para que te desacreditasen, te humillasen y hundiesen en la misera cualquier idea que tuvieras. Tender la mano sólo servía para que te arrancasen el brazo y luego te golpeasen con él. Fue enfrentandome con aquellos hijos de puta/profesores de la Faculta de Ciencias de Oviedo cuando eliminé de mi vocabulario la palabra conciliador. Fue entre perros donde aprendí a ladrar y morder. El problema es que desde entonces, cuando me enfrento a cualquier discusión, actuo de la misma manera: directo, agresivo, metiendo los dedos donde duele y sin pensar jamás en aceptar una posición intermedia. O tú me convences a mí o yo a tí. Victoria o derrota totales. Esta actitud tenía su sentido en su momento, pero ahora, cuando discuto con mis amigos, mi familia o con otras personas razonables, está fuera de lugar. Debo dejar de tratar de destrozar a quien se me ponga por delante y adoptar una actitud conciliadora. Lo cual no quiere decir dejar de defender lo que creo, sino hacerlo desde una posición más abierta, menos agresiva/defensiva y más flexible; a las personas que aprecio sí que les puedo tender la mano ni miedo a que me muerdan. Esta es la conclusión: para evitar que se me tome por prepotende debo reaprender a ser conciliador. Menos agrasividad y más tender la mano.

Hay otro aspecto en todo esto en el que sin embargo no tengo ninguna intención de cambiar: voy a seguir esforzándome por ser una persona cada vez más incómoda. Me voy a seguir empeñando en sacar punta a lo que digáis y hagáis, en criticar lo crea correcto y lo que no, en no dejar que durmáis a gusto en una cama de demagogia barata e ideologías prefabricadas. Voy a ser más cruel y os agradeceré que me pagéis con la misma moneda. Y que al final terminémos amándonos u odiándonos, bueno, al menos no nos habremos sido indeferentes, insulsos, inocuos, irrelevantes. . .



Imagen: extraida de la película de Hiroshi Inagaki Samurai III: Duel at Ganryu Island. (www.organicmechanic.org)