viernes, 30 de octubre de 2009

Último día


Una sensación de indiferencia que parece fuera de lugar. Antes de apagar el portátil y marcharme del trabajo, compruebo la cuenta bancaria. Allí está, como al final de cada uno de los últimos treinta y cinco meses, el treinta y seis, el último sueldo que recibiré de la Universidad de Copenhague.

Uno casi siente ganas de enfadarse, como casi siempre que ocurre algo relevante, porque o no nos damos cuenta o porque su relevancia se limita al ámbito de nuestras pequeñas miserias. Ni fuegos artificiales, ni fiestas, ni extravagancias varias, porque ni quiero ni el día las merece. El lunes, a eso de las ocho de mañana volveré a estar en mi despacho. En frente del ordenador. Trabajando. Como si no hubiera pasado nada. Como cualquier otro día. O casi. . .

Si parase aquí, se nos podría escapar la relevancia de ese hecho. Que el lunes vaya a trabajar gratis podría ser motivo de frustración, enfado o desesperación; pero al contrario de lo que puedieramos pensar, es una buena noticia. Que el lunes vaya a trabajar gratis significa que hemos encontrado la solución al problema que amenazaba con joderlo todo. Significa que, aunque aquel ambicioso plan no haya salido, vuelvo a creer que el doctorado puede llevarse a buen puerto. Significa que he dedicido darme dos meses más para terminar los tres artículos y empaquetarlos en forma de tesis. Luego, ya veremos.

Voy a dejar los balances y las reflexiones para otro día. Mejor esperar a ver cómo terminan las cosas. Mejor cuando me apetezca. Ahora, lo que siento es una sorprendente sensación de alivio, de libertad. A pesar de que vaya a tener que vivir de mis ahorros, a pesar de que en breve tenga que dedicarme a la odiosa labor de buscar trabajo, a pesar de que hoy gran parte de mi buena vida se va al carajo, me da igual. Supungo que el alivio mezclado con la incertidumbre, han dado como resultado esta indiferencia, o extraño sosiego, o calma antes de la tormenta, o qué se yo. . . Y también estas ganas de que llegue el miércoles para desparecer durante unos días. Para difrutar de la soledad del avión y la carretera, para disfrutar de personas que no me acompañan a menudo, para ignorar lo cotidiano por unos días, para descansar.

Ahora, voy a terminarme el café. Voy a cambiar el sofá de esta cafetería por del de mi casa y empezar a preparar el fin de semana de finales y principios. Hoy se reparte la primera cerveza de navidad, hecho nada trivial por estos lares. Mañana es Samain, noche con ecos de muertes y renaceres. Pasado veremos la última carrera del campeonato. Je. . . Finales. Principios. Parece que no sólo para un servidor. Dan ganas de pensar que el universo anda conspirando. . .

domingo, 25 de octubre de 2009

Cosas que pasan


Levantarse un día y que sea otoño. Cielo despejado, frío y los árboles han cambiado verdes por rojos y amarillos. O cielo plomizo, frío, orbayo y que los árboles apenas tengan colores. En cualquiera de los dos casos, el resultado es el mismo: todos los años, a principios del otoño, hay un día en que sales de casa con guantes. Y seguirás haciéndolo durante los proximos seis meses, al menos. Hay un día en que miras el reloj: cinco de la tarde. Miras al cielo: noche. Noche que se alargará hasta que amanecer y atardecer se confundan. Cosas que pasan. . .

También puede pasar que te llamen del banco. Que te pregunten si has comprado ayer algo en Estados Unidos por valor de tres cientos cincuenta dólares. No, no he. . . Entonces te alegras que un desconocido en el banco se haya dado cuenta, de alguna forma misteriosa, de que otro desconocido te ha birlado los datos de tu tarjeta de crédito. Tarjeta cancelada, por suerte, antes de perder ni un duro. Sentimos las molestias, le enviaremos otra en una semana. Que pena que ocurra justo el día que sólo tienes diez coronas en el bolsillo. Cosas que pasan. . .

Hay una hoja de papel en la mesa del despacho. La dejé allí el viernes, esperando. Es una hoja blanca, común, tamaño A4. Tiene un gráfico en líneas finas, sin título ni leyendas, y un párrafo caligrafiado por mi mano. Es una hoja de viernes que espera a que la mire con ojos de lunes. Mañana decidiré si ese gráfico va a salvar el segundo artículo, y puede que el doctorado. Mañana decidiré si la dejo caer, como una más, sin arrugar ni rencor, en la caja de papel para reciclar. Una de las dos será. . . Cosas que pasan. . .

Mañana, lunes, primer día de la última semana de doctorado pagada. Cinco días para decidir si hay motivos para seguir trabajando un par de meses más. Cinco días. . . Y la libertad caerá como una losa. Uno puede subierse a ella con la libre de mirar al futuro en cualquier dirección. También puede aplastar a los incautos con el peso de la incertidumbre y levantar polvaredas de temores que cieguen los horizontes. Horizontes, ciegos o no, que desconozco si están más cercanos o lejanos que hace hace tres años; pero hoy, si mis ojos no me engañan, parecen más que entonces. Cosas que pasan. . .

lunes, 19 de octubre de 2009

Interlagos 2009: descafeinado con sacarina

Me costaría poco decir que esta ha sido la mejor carrera de la temporada, puede que lo haya sido, y ya iba siendo hora de ver un Gran Premio con adelantamientos, peleas, sustos y alguna que otra situación insólita. El problema si dijese que esta ha sido la mejor carrera de la temporada es que alguien podía quedarse con la impresión errónea de que fue divertida, vibrante, apasionante. . . Y no, no fue así. Tan sólo fue la mejor carrera de una temporada gris y sosa.

Esta carrera estuvo deslucida por la misma gran pega que el resto de la temporada. Algunos dirán que ha sido agradable ver equipos y pilotos distintos de los habituales peleando por el campeonato. Y no les voy a quitar razón, ha tenido su gracia ver a los Red Bull y a los Brawn ganar carreras y a McLaren y Ferrari recuperarse a mitad de temporada y complicarles la vida. Pero a consecuencia de esto nos hemos quedado sin ver a los mejores pilotos de la parrilla enfrentados cara a cara. He aquí el problema que ha tenido esta temporada: estando los mejores pilotos más preocupados de pelearse con sus coches que con sus rivales, nos hemos quedado con unos contendientes al título que nunca se han enfrantado de tú a tú en la pista. En dieciséis carreras nunca hemos visto un duelo entre los aspirantes. Cuando uno ganaba, los otros estaban perdidos tres o cuatro posiciones más atrás o con un buen puñado de segundos y órdenes de equipo de por medio.

Ayer, vimos más de lo mismo. La carrera la ganó Webber con comodidad porque Kubica tuvo problemas de refrigeración durante más de media carrera y a Barrichello le amargaron el día el tráfico y un pinchazo. Pero da igual, eso no le importó a nadie, porque Jenson Button llegaba quinto y se coronaba Campeón del Mundo sin haberle visto la cara a sus rivales en todo el año. Al principio de temporada porque gracias a esos más que túrbios difusores dobles, el Brawn no tuvo rival y luego, cuando los demás se pusieron al día, nunca estuvo a la altura de sus rivales.

Por eso esta temporada, que aunque le quede una carrera ya está terminada, ha sido sosa, deslucida, anodina, porque nunca hemos visto ni a Vettel, ni a Webber, ni a Barrichello, ni a Button disputarse una frenada, ni hacerse un rebufo, ni perseguirse durante veinte vueltas y jugársela en un repostaje tras tres vueltas rápidas. Hemos visto grandes actuaciones, grandes coches; pero nunca hemos visto pilotos. Al menos no entre los primeros de la tabla. Sin embargo, Kimi, Fernando, Robert y algún otro, cuando el coche y la fortuna les acompañó nos hicieron añorar años pasados y desear que en el futuro las aguas vuelvan a su cauce y veamos a los mejores pilotos en las mejores máquinas pelearse de verdad, mirándose a la cara, por el galardón más prestigioso del automovilismo.

De la "mala fortuna" de Kimi y Fernando ya hablamos otro día, si eso. De momento, habrá que felicitar a Button y a BrawnGP, que, nos guste o no, son Campeones del Mundo.



Imágenes: Autosport.com

domingo, 11 de octubre de 2009

Estado de bienestar

Un mantel de papel blanco, con marcas de comida y comensales anteriores, cubría nuestra mesa y todas las que llenaban el comedor. Tres platos de cartón con arroz, pollo con especias y algo con habas pintas a medio camino entre potaje y salsa. Dos de los platos tenían ensalada. El de la señorita M no; se les había terminado. En la Kulturnatten (Noche de la Cultura), en cualquiera de los cientos de eventos que se organizan, o llegas a tiempo y aguantas la marabunta de personas, o vas destiempo y te evitas el follón, pero comes frío.

Habitual en ella, la señorita M, inspeccionaba el pollo y el arroz casi fríos revolviéndolos con el tenedor antes de empezar a comer. Si no la conociese, hubiera pensado que es una remilgada; pero sabía que inspeccionaba la comida por deformación profesional. Como la media sonrisa de la señorita W mientras mastica los primeros bocados. Flirteadora empedernida, siempre mira como si supiese algo que te gustaría saber pero que no te va contar. A mi derecha, sin quitar los ojos del plato, la cabeza del señor S asentía con el mismo ritmo que masticaba.

Un servidor había cenado una hora antes, mejor y más caro. Repantingado en la silla, estaba dispuesto, incitado por mis tres compañeros de mesa, a usar mi boca desocupada en amenizarles la cena. Cena ofrecida a precio razonable por una organización dedicada a fomentar la comida saludable y ecológica, el comercio justo y la sensatez. Fue una idea fugaz viéndoles comer. Empecé a ponerla en palabras para decidir si sonaba a gillipollez.

En las democracias europeas, el estado nos proporciona ciertos servicios sociales: médicos, carreteras, educación y demás. Vale, pagamos impuestos por ellos, en el fondo no son gratis; pero es una manera de redistribuir la riqueza. La mayoría de nuestros sueldos no podrían pagarnos una intervención quirúrgica simple si la necesitásemos. Muy pocos podrían pagarse su profesor particular, y menos aún construirse sus propias autopistas. Visto así, es una buena idea pagar impuestos. Puede que nunca necesite esa intervención quirurgica, pero está bien saber que, llegado el caso, no me voy a morir aullando como un perro, porque alguien está compartiendo el gasto conmigo.

Damos todos los meses un pellizco de nuestros sueldos al estado a cambio de tener cubiertos ciertos servicios básicos. ¿Cómo de básicos? Hay cosas más básicas que los médicos, las carreteras o la educación; pero esas nos las pagamos nosotros mismos. ¿Por qué? ¿Por qué cuando diseñaron eso que llaman "estado de bienestar" no se les ocurrió garantizar comida grátis? Comer es más básico que tener carreteras, ¿no? ¡Y beber! Uno puede sobrevivir treinta días sin comer, pero sólo tres sin agua. Y el agua es de todo menos gratis. . . ¿Por qué no se les ocurrió garantizarnos una vivienda a cambio de nuestros impuestos? No morirse de frío en invierno podemos decir más básico que no morirse de un infarto, ¿verdad? ¿Por qué no nos dan esas cosas básicas, más que básicas, esenciales, a cambio de nuestros impuestos?

Barrunto pufo. . . ¿En qué estaban pensando cuando decidieron cuales eran los servicios sociales básicos de que deberíamos disponer? ¿En qué estarían pensando cuando decidieron incluir en la constitución española el derecho a la vivienda digna (que aún así no es gratis) y olvidarse por completo del derecho a la comida digna?

Barrunto pufo. . .

Habiéndoles amenizado la cena, nos levantamos y nos fuimos a seguir disfrutando de una de las primeras noches frías del año. No fue una noche larga, y la pregunta siguió colgando del aire.


Imagen: Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

lunes, 5 de octubre de 2009

Suzuka 2009: cosa de Vettel

Este fin de semana me lo han puesto fácil. Vettel llegó, se libró del desaguisado de la clasificación y consiguió la pole. Hizo una arrancada espectacular. Dio cincuenta y tres vueltas perfectas. Gano la carrera. Y se lo pasó en grande. El resto se pegaron por las migajas en medio de la confusión.

Empezando por el chico maravilla, que se tuvo que tragar sus palabras del sábado: "Si yo fuera Vettel mañana tendría miedo", dijo. Pues a Vettel no le entró canguelo, sino la risa. Y mientras el KERS del McLaren renqueaba, llegó Trulli y le comió la tostada a Hamilton en el segundo repostaje. Tampoco vimos ningún signo de miedo en el italiano. Al contrario, pilotar para Toyota en Japón es correr en su casa, su circuito, su asfalto, sus neumáticos, su afición. Con esos ingredientes los ingenieros japoneses saben como poner un coche a punto. Una pena que Glock no anduviese fino, ni de manos ni de salud, para redondear la jugada.

Kimi peleó y peleó, pero se quedó a las puertas. No llegó al podium, pero se sobró para dejar en evidencia a Fisichella, duodécimo con el mismo coche. Parece que no era sólo torpeza de Badoer. Mientras, Rosberg volvía a demostrar lo que vale, esta vez sin meter la pata, y a confirmar la mejora el Williams. Igual que el BWM. Los bávaros quieren irse la Fórmula 1 dejando buen sabor de boca. Además, Heidfeld y Kubica quieren mostrar lo mejor de si mismos en su caza de volante para el año que viene.

Al contrario que Button, que parece querer ganar el título de la manera más sosa posible. Nunca me pareció un candidato digno; pero después de sus últimas carreras me va a dar vergüenza si gana. Tanto Vettel como Barrichello están haciendo más méritos que él; sólo la mala fortuna los ha puesto a 14 y 16 puntos por detrás. Y si me preguntan, diré que este campeonato se lo merece Barrichello, por razones históricas y por coraje.

Y así llegamos al puesto diez. Con un pilotaje de diez, como siempre que pone sus manos en un coche, Alonso sólo pudo terminar décimo. Al neno se le juntaron el hambre con las ganas de comer: un R29 que no evoluciona desde Junio y una penalización cuestionable el sábado, terminaron con una de sus últimas oportunidades para hacer un regalo de despedida a Renault. Aún así, remontó siete posiciones a base de magia, de ahorrar gasolina y cuidar los neumáticos a la vez que matenía el ritmo de los coches que le precedían. Eso le permitió hacer su último repostaje más tarde de lo planeado y ganar en el pit lane lo que no podía recuperar en la pista. No sé si será coincidencia, buena suerte o qué, pero llevamos dos carreras sin Pat Simmons en el muro y, de pronto, las estrategias de Renault no sólo tienen sentido sino que funcionan a la perfección. Pena, pena que esta vez todo se le pusiese cuesta arriba a Fernando, porque con una clasificación normal y sin tener que cargar gasofa hasta los topes, tal vez hubiera estado peleando con Kimi. Pero agua pasada no mueve molinos. . . Quedan dos carreras, y esperemos que tengan algo más de emoción que ésta. Porque si no este campeonato va camino de convertirse no sólo en uno de los más extraños de la historia, sino en el más muermo y con el campeón más anodino que se recuerda.


Imágenes: Autosport.com.

jueves, 1 de octubre de 2009

Uno


Hace dos, quedaban tres. Ahora, sólo uno. Un mes, damas y caballeros. Un mes y el menda estará sin contrato y sin sueldo. No creo que recordéis el plan; pero da igual, porque como la lógica, el sentido común y la experiencia apuntaban, no está saliendo.

Hace dos semanas y media, lunes, recien llegado de Islandia, entre los casi cien correos electrónicos que tenía atrasados había uno de la jefa: las correciones al primer artículo. Sí, ese que escribí hace más de un año. Lo leo. Despacio. Diez minutos mirando la pantalla incrédulo. Medito: ¿me corto las venas o la mato a ella? No hay datos suficentes, me dice. Falta chicha para hacer una historia sólida. . . Casi apago el ordenador, lo meto en la mochila con el cabreo y me voy a casa con viento fresco.

No hay datos suficientes. . . ¡Eso ya lo dijo un servidor hace año y medio! Y no lo dije ni una ni dos ni tres veces. . . Pero no, los jefazos insistieron: que no había problema, que era un buen trabajo para publicar, que tampoco tenía que ser un artículo de Nobel y bla, bla, bla. . . Año y medio después,
y después de intentar echarme la culpa, me dan la razón. Mongolín de oro. . . Ahora no hay ni datos ni tiempo ni forma de conseguirlos, porque la mitad salieron de seis meses de trabajo una persona que ya no está en el grupo. Ahora no hay quien sepa hacer ese trabajo y un servidor no tiene tiempo de aprender. Así que, como le dije a mi jefa, o lo publicamos así o lo tiramos a la basura. Han decidido esperar hasta que tengamos listo el segundo artículo.

Esa es otra, el segundo artículo, que un servidor dejó listo en tiempo y forma antes de ir a Islandia; pero ahora a mi codirector de tesis no le parece que los resultados sean concluyentes. Y oh, que pena, cuando estábamos midiendo en el sincrotrón no se dio cuenta que deberíamos a ver medido también no sé qué que nos hubiese solucionado la vida. Segundo mongolín de oro de la tarde. . . ¿Y ahora qué? Ahora llevo tres semanas pegándome con un bucle infinito. Cada día es el día de la Marmota. . . Lo peor de todo, es que si no resuelvo esto, tampoco hay tercer artículo.

¿Os acordáis de aquel wonderfuloso experimento que se ocurrió a mi jefa para el tercer artículo? Pues no salió na'. . . Y después de un mes tirado a la basura con su idea feliz, me dice que me busque la vida, que no me lo van a dar todo hecho. ¡Tó ca té los cojones, Mariloli! Cuando el menda llegó a la reunión en la que se planeó el experimento con un proyecto ya preparado: sota, caballo y rey; ir, medir y publicar; ella dijo, naaaah, eso es muy aburrido, necesitamos algo más interesante. Interesantísimo, a la vista está. . . Tercer mongolín de oro de la tarde. Así que sí, me he buscado la vida, otra vez, y tengo otra idea y otros datos para otro tercer artículo; pero como sería una continuación del segundo, como no resuelva primero ese entuerto no voy a ningún lado.

Resumiendo: hace dos meses tenía un artículo y medio, algunas ideas y poco tiempo. Ahora no tengo ningún artículo, ni ideas, ni tiempo. . . Menos mal que hay otras cosas.