lunes, 31 de enero de 2011

Si lo haces, hazlo divertido


Uno empieza con algo que no quiere hacer. Una mala idea. Un mal plan para la tarde del domingo. Una imbecilidad. No va a salir bien. . . Luego miramos la previsión del tiempo: va a hacer
sol. Esto último a lo mejor requiere algún matiz: en Copenhague, 55 grados de latitud norte, 30 de enero, ¡va a hacer sol!!! . . . Que no calor, eh, no nos confundamos. Teníamos que celebrarlo, o sea, había que llevar cámara de fotos.

Recapitulemos: un puñado de personas, un mal plan, un día de sol, una cámara de fotos y algo de pensamiento lateral. Así es como se convierte una imbecilidad en una soberana imbecilidad. Y, de repente, un mal plan es la manera más divertida de la historia para pasar una tarde de domingo. Moraleja: si cuatro personas tenéis que cargar un sofá, una mesa y una alfombra, a lo largo de kilómetro y medio, tomaos un descanso en un lago helado. Crearéis el mejor salón del mundo y haréis amigos. Y al carajo con tardar media tarde en vez de media hora.

jueves, 27 de enero de 2011

El justo reparto de la injusticia

Deambulaba el otro día arriba y abajo por un pasillo. Esperando. A un lado, puertas de despachos cerrados, al otro, aulas y laboratorios vacíos. Eran las onces de la mañana de una universidad cualquiera. Esperaba y, de vez cuando, fingía para mí mismo que me interesaba alguno de los infames posters científicos colgados de las paredes. Lo sí que me interesó fue la imagen que encabeza esta entrada. La encontré colgada de la puerta del tipo al que esperaba. El tipo con el tenía una reunión para debatir los sesudos nuevos cambios que debía hacer en mi tesis para ser digna de tal nombre. El mismo tipo que no apareció, sí, ese, el que me dejó plantado.

Así, como otros tantos días en mi vida, la universidad ni me enseño ni me ayudó a aprender nada de física, sino que me incitó a reflexionar sobre cuestiones más inmediatas. Esa imagen es una representación simple y contundente de por qué toda jerarquía permanente, por su propia naturaleza, está abocada al fracaso.

Todos cagamos y todos nos creemos más listos que el de arriba. Para mantener sus vomitivas relaciones esclavo-patrón, la jerarquía crea y se envuelve de una burocracia que la aísla del cometido para el fue diseñada. Así, la jerarquía y su burocracia terminan por fundirse y convertirse un fin en sí mismas, operando y maniobrando por su propia supervivencia en vez de perseguir los fines originales para los que les fue entregado el poder. Nadie se extraña ya, incluso nos enorgullecemos, de que las personas tendamos a preocuparnos sólo de trepar en el escalafón corporativo, militar, social o académico, porque eso, y no la labor desempeñada, es lo que reporta mayores beneficios: autorealización, mejor salario, reconocimiento público, éxito social, poder. Así nace y se reafirma la falacia de que el trabajo del jefe, el ingeniero, el abogado, el juez o el über-funcionario, es más valioso que la labor del barrendero, del albañil, la puta, el taxista o el enfermero. Y que, por tanto, porque cobran más, las unas son personas más valiosas, respetables, mejores que las otros. ¿Quién ha decidido que el trabajo de abogados y leguleyos es más valioso que el de un barrendero? ¿Con qué criterio se legisla para que una rata de juzgado cobre diez, cien veces más que quien mantiene mis calles limpias de mi propia mierda?

Es indudable que el beneficio social de retirar la basura de las calles es mil veces mayor que la del abogado, un mero interprete e intermediario entre nosotros y una burocracia draconiana, que dice actuar por nuestro bien, pero que nos ahoga en montañas de papeles ininteligibles, nos aísla del poder y diseña su complejidad, sus leyes, para justificarse a sí misma y a la complicidad de unos abogados, gestores y políticos que de otro modo serían innecesarios; aunque, por supuesto, el burócrata y el líder harán lo que sea para demostrarnos que sin ellos, viviríamos sumidos en la oscuridad del caos. Ellos y su policía nos mantienen a salvo de nosotros mismos, bestias inmundas y asesinas, paralíticos sociales a los que han atado muletas a las manos. Y han creado escuelas, para enseñarnos a usar las muletas. Y han creado empresas para sacar partido a nuestras piernas atrofiadas. Y han creado impuestos para pagar tanta muleta. Y pagamos contentos. Y les damos las gracias por habernos dado el mejor mundo posible. Ya no nos creemos capaces de caminar sin muletas, sin burocracia, sin policía, sin reyes, sin estado. . . Y correr, correr es un concepto olvidado, impensable, imposible, como muy bien demuestran las carreras universitarias, y los fracasados que se arrastra sin muletas por las colas del paro.

Y sí, el orden y la organización son necesarios para la sociedad. Y sí, son el arquitecto y el ingeniero quienes deben decirles al albañil y al fontanero donde poner muros y cañerías; pero ambas labores, dibujar ladrillos y colocarlos, son igual de necesarias para levantar la casa. Igual de valiosas. Y una vez terminada, no hay razón para que el ingeniero se apropie de la mejor habitación. Es más, sin jerarquías autoperpetuadas con falacias y demagogias, ni siquiera hay necesidad de diseñar la casa con unas habitaciones mejores que otras. Sin burócratas, jefes, reyes, presidentes, curas ni demócratas, es innecesario inventarse leyes para el justo reparto de la injusticia.

¿Cómo dices? . . .  ¿La maldad y egoísmo natural del ser humano? ¿Que sólo aprendemos a golpes, de tolete y de talonario? ¿Que sin leyes esto sería la ley de la selva?. . . Las típicas escusas del carcelero; pero de eso ya hablaremos otro día. . .

lunes, 24 de enero de 2011

Un parpadeo

"Un día, abrí los ojos y creé el Universo. Así es como de uno surgen diez mil cosas. Me pareció hermoso y así nació el respeto.

Al día siguiente, encontré un espejo. Así nació Yo. Así nació el miedo. Yo reflejado en el espejo, el universo entorno a mi. Separados. Yo sólo era los ojos de este mar. Los oídos de este árbol. La nariz de este viento. La lengua de esta serpiente. La piel del desierto. Caminé a través del miedo. Miré el mar. Escuché los árboles. Olí el viento. Hablé con la serpiente. Acaricié el desierto. Así crecí yo. Me pareció hermoso. Y decidí respetarme.

Pasaron los días y volví frente al espejo, a contemplarme en el universo. Y, cuando me alejaba satisfecho, descubrí mi error, no había uno sino dos. Dos espejos, dos ojos. Los ojos de otra. Así nació el terror. Otra persona mirándome, escuchándome, oliéndome, hablándome, tocándome. . . Creándome. Quise huir y nació la soledad. Volví. Crucé el terror. Alargamos las manos. Nos tocamos. Hablamos. Miramos. Escuchamos. . . Creamos. Así aprendimos a amar. Aprendimos a querer otros universos abrazados al nuestro. Fuimos en busca de otros, para enseñarles. Los encontramos; pero fueron ellos quienes nos enseñaron que ya sabían. Quise odiarlos, y así aprendí que éramos iguales. Y me pareció hermoso. Entendí que odiando, sólo me odia a mí, a quien había decidido respetar, respetarnos. Leímos la palabra que llevábamos escrita en la espalda: igualdad y libertad. Y el universo sonrió.

Perdí la cuenta de las veces que vimos salir y ponerse el sol. Olvidamos cuantas veces la luna había cruzado el cielo. Hasta que un día, tras la luna no salió el sol. Busqué en la oscuridad y encontré entre las sombras unos ojos cerrados. Así nació el horror. Cerrados para siempre, aquellos ojos jamás volverían a crear el universo. Caminé cargando el horror con mis brazos. Cuando llegué junto a vosotros, se había transformado en verdad. Y la verdad es simple, es esta historia. Mi vida es verdad. Igual e igual de cierta que los millones de ojos que abren el universo. Igual e igual de cierta que los millones de ojos que se cierran para siempre. Así, contando los días con el horror en mis manos, grité la verdad a los mentirosos. Grité a todos los ladrones de vidas, a los asesinos que pretendían convencerme de que cada persona debía abrir y cerrar los ojos de forma diferente. Grité a los demagogos convencidos de que el universo ordenaba que viviésemos los unos por encima de los otros. Grité y grito que es mentira cargando con la verdad en brazos.

Un día, yo, un parpadeo del universo, cerraré los ojos y el universo morirá conmigo. Y esto es la verdad."


- Tú


Cualquier sistema político, económico o social sustentado en cualquier principio diferente de la libertad y la igualdad de las personas es una falacia. Cualquiera que pretenda imponer cualquier forma de autoridad y justificar el valorar tu vida, tu trabajo y tu libertad por encima o por debajo de otras personas basándose en la geografía, la educación, los conocimientos, la raza, las creencias, la historia, la histeria, el acuerdo de una mayoría o cualquier otro tipo de violencia, es un ladrón de vidas, un asesino de voluntades, un terrorista universal, un fascista. Pero cuidado, porque los demagogos viven más satisfechos ocultos tras otros nombres: demócrata, comunista, profesor, policía, padre, burócrata, banquero, especulador, patrón, sacerdote, encargado, criado, científico, alumno, carcelero, maestro, gurú, activista e, incluso, yo mismo porque yo lo valgo. . .

Ojos abiertos. Boca presta a gritar . Manos preparadas para demostrar que la verdad es simple y está en un parpadeo del universo.


Graffitis: Banksy.

martes, 18 de enero de 2011

Paralelo 55

Mi intención era que todos los trámites hubieran terminado antes de las navidades; pero ya se sabe que las cosas de palacio van despacio. Estaba esperando a que me mandasen las pruebas de impresión. Quería comprobar con mis propios ojos que la portada tiene la pinta que debe antes de contároslo; pero ha habido quien no se ha podido esperar, y no miro a nadie. . . Paradojas de la vida, alguien ha tenido el placer de poner sus manos en un ejemplar real, de papel y tinta, antes que el propio autor. Así que, parece ser que desde hace unos días soy escritor: he publicado un libro y he vendido un ejemplar. ¡Epa!

Paralelo 55 ya no es un teaser. Paralelo 55 existe y lo podéis conseguir aquí:




Lo hay en versión de las de toda la vida en papel y, para los modernos, también está disponible en pdf.

El libro es una recopilación de seis relatos que escribí durate los últimos años. Seis relatos, cada uno de su padre y de su madre, diversos en tema, estilo y tamaño. Y no voy a decir más. . .

Comprádlo. Disfrutadlo. Y decídselo a vuestros amigos y enemigos.

miércoles, 12 de enero de 2011

Post mortem

A pasado casi un mes desde que puse el punto final a la anterior entrada en Bitácora. Casi un mes desde que metí cuatro cosas en la mochila y me fui a España. Al contrario que durante vacaciones pasadas, tenía intención de escribir; pero no tuve tiempo. Tenía voluntad; pero no tuve ganas.

Hace una semana, volví de unas vacaciones que no fueron vacaciones, de unas navidades que apenas fueron navidades. Y ahora, tras unos días en excelente compañía, momentos de necesaria soledad y tiempo para empezar a reordenar las ideas, ahora, tengo la intención, el tiempo, la voluntad y las ganas de volver a escribir.

El día de Nochevieja, más o menos a esta misma hora, falleció mi señor padre. Lector asiduo de esta página, llevaba dos años peleando contra un cancer de pulmón. Al final, una infección pudo con él y con sus defensas debilitadas por meses de quimioterapia. Murió mientras dormía. Los doctores y la morfina se encargaron de evitarle cualquier sufrimiento innecesario. Por eso, porque fue como él deseaba, rápido e indoloro, y porque tuve la fortuna de poder pasar con él sus últimos días y momentos, me alegro y me siento afortunado.

No pretendo hacer de esta entrada un homenaje a mi padre, eso ya lo hice cuando él vivía y pudo leerlo. Es más, si esto tubiera que ser un homenaje, lo sería para todos los que estuvísteis a mi lado durante estos días. Para los que me disteis la oportunidad de convertir mis lágrimas en los abrazos que necesitabais. Para los que me seguisteis la corriente cuando me empeñé en cocinar la cenar de Nochevieja, comérnosla, brindar y tomar las uvas como mi padre hubiera querido que hiciésemos. Para los que al otro lado de un café, una cena, una línea de teléfono o un imeil supisteis hablar y callar, sonreir y llorar. Gracias.

Y ahora, de vuelta en Copenhague, toca empezar de nuevo, en sentido metafórico y literal. Un poco más sólo y un poco más valiente. Ahora que, tras las últimas noticias de uno de mis jefes, he decidido que voy a dejar de seguirles la corriente. Voy a poner la tesis en una esquina del escritorio y buscar trabajo. O inventármelo. O ir a dar la vuelta al mundo. O algo. . . Ya veré. Lo tengo bastante claro es que, sin cerrar la puerta a la bendita fortuna y al santo caos, esta vez quiero ser yo y no los vientos del destino quien decida cuándo, cómo y cuál va a ser el próximo paso en mi vida. Por suerte, la fortuna ya me sonrió en un aeropuerto y, de momento, parece satisfecha y con la intención de quedarse a mi lado. Lo cual, nunca es un mal comienzo.


Imágenes: First step de Jereck y un servidor en Mýrdalssandur, la foto me la hizo un gallego.