lunes, 27 de julio de 2009

Hungaroring 2009: vuelve el espectáculo

Me parece justa la sanción que le ha caído a Renault. Me parece razonable que no les dejen correr el próximo Gran Premio. No porque a Alonso se le callese la rueda, ya es casualidad que le pase dos veces en el mismo circuito y ambas cuando estaba a punto de dar la campanada, cualquiera tiene derecho a equivocarse; como dijo el propio Fernando: el mismo mecánico que apretó mal la tuerca, le ha ayudado a ganar otras carreras. Lo que es penalizable es la actitud del equipo. Sabían que esa rueda estaba mal ajustada, porque incluso se ve un mecánico metiendo la mano segundos antes de Alonso arrancase; pero no hicieron nada para detenerle. No hicieron nada para pararle antes de que saliese del pit lane. Le dejaron salir a pista con una rueda floja. Y eso es peligrosísimo, para él, para cientos de comisarios y para miles de espectadores. La última muerte en la Fórmula 1 la provocó una rueda suelta. La última muerte en la Fórmula 2, hace un par de semanas, la provocó otra rueda suelta. No es cosa de broma. Lo que hizo el equipo Renault fue una negligencia y una insensatez. Este negocio ya es bantante peligroso de por sí, si no que le pregunten a Massa, como para encima andar jugándosela.

Ruedas al margen, fue una pena que la fortuna le volviese a darle la espada al neno. En Hungría el R29 volaba en las manos de Fernando. Por fin le habían dado el coche y la estrategia para pelear otra vez en lo más alto. La salida fue fulgurante. Ni KERS, ni leches, a la llegada a la primera curva le sacaba cuatro coches a Webber. No sé que han hecho con el R29; pero eso es magia negra. Luego Alonso empezó a hacer lo mejor sabe y más le gusta. Empezó marchacar el cronómetro a base de vueltas rápidas. Cinco seguidas, y hubiese seguido si la bomba de la gasolina no hubiera empezado a fallarle. A partir de ahí su suerte quedó echada. Con rueda o sin ella, dudo que hubiera terminado la carrera. Nos queda el consuelo de que era verdad.
Lo de Nurburgring no fue un espejismo. El R29 ha dado ese paso de gigante que necesita para estar delante; al menos cuando lo conduce Alonso, porque Piquet. . . La única duda que tengo sobre Piquet es a ver cuánto tarda Flavio en mandarlo a casa. ¿Os fijasteis que a diez vueltas del final, con Alonso fuera de carrera, y Piquet paseándose lejos, muy lejos de los puntos, Briatore se largó del muro para ir a pasear por el paddock?

Renault ha vuelto por sus fueros, y aunque ya sea tarde para salvar la temporada, ese coche en manos de Fernando nos puede dar diversión y alegrías, si el tiempo y las ruedas lo permiten. Y no va a estar sólo para darnos emoción. Atención todos, que McLaren y Ferrari también han vuelto. Han puesto en jaqué a Red Bull y borrado del mapa a Brawn, que empieza a verlo negro y a hablar de minimizar daños. Webber dice que si se equivocaron de ruedas, Button que si algo le pasa al coche, que ya no va como iba y bla, bla, bla. . .

Si hay algo que me fastidie más que ver a Alonson abandonar una carrera es ver al moreno ganarla. Aunque al Cesar lo que es del Cesar, el chico maravilla hizo una carrera impecable. Se ganó la victoria a pulso. Sobre todo porque esta vez sí hizo caso de los gritos de su ingeniero mandándole cuidar las gomas.

Grande Kimi también. Ya era hora. Esprimiendo del Ferrari lo que no tiene, logró llevarlo hasta el segundo escalón del podium; y llevan dos seguidos. Una pena que el F2009 no tuviese un par de décimas más por vuelta, hubiera puesto al chico maravilla en apuros y habríamos visto una carrera de verdad. Otra vez será. . . Y hablando de carreras de verdad: mención especial para Rosberg, que no sólo puso al Williams en el cuarto puesto, sino que fue rapidísimo todo el fin de semana.

Lo más impactante, nunca mejor dicho, del fin de semana no ocurrió el domingo, sino el sábado. Aunque no sea ni de lejos mi piloto favorito, espero volver a ver a Felipe compitiendo. Quién si no me va a alegrar los domingos de lluvia encadenando trompos. . .
Forza Felipe!!!

Del desafortunado accidente podemos sacar al menos dos conclusiones. Una, que cuando los pilotos se quejan de que la FIA no les escucha a pesar de se ellos los que se juegan la vida, no es que sean unos lloricas, se la juegan de verdad, cada carrera. Es lamentable que tenga que pasar algo así para que algunos se acuerden. Dos, la tecnología punta de que se jacta la Fórmula 1 es más que cuestión de velocidad, también es impresionante en cuestión de seguridad. Si he hecho bien la cuenta, el hostión que se comió Massa cuando el muelle suelto del Brawn le alcanzó en el casco fue el equivalente a el de una barra de cuarenta kilos (una barra de halterofilia suele pesar diez kilos), y dos centimetros y medio de diámetro (una lanza mal afilada) cayendo desde una altura de un metro. Dudo que ningún casco que podáis comprar en una tienda pueda aguantar eso. El del Felipe le salvó la vida. Eso también es tecnología.



Imágenes: Autosport y thef1.com.

domingo, 26 de julio de 2009

Dinamarca: esa gran desconocida IX

Peli, medio empacho de pizza, un paseo y sentarse a disfrutar de un té en alguno de los rincones con hygge de Copenhague (Google Translate no sabe como se dice hygge en castellano, así que tenéis dos opciones: o os aguantáis o veníis a verme para entenderlo), es una de las versiones del noble arte de disfrutar del domingo por la tarde. Y es lo que estoy haciendo ahora mismito: disfrutar de la tarde de domingo.

Además llevo unos días satisfecho conmigo mismo. Después de tres años, he desvelado uno de los grandes misterios de Copenhague. Llevaba intrigándome desde que llegué; pero por más vueltas que le daba no le veía explicación. Como podía ser que en un país tan civilizado y racional como éste, les diese por mostrar semejante falta de pragmatismo y sentido común. No podía ser. Tenía que haber alguna razón de peso para tamaña insensatez.

¿Por qué cojones para abrír la mayoría de las puertas danesas hace falta usar las dos manos? ¡¿Por qué?!

Me explico: toda puerta que se precie, aquí y en Pernanbuco, tiene manilla para abrirla y pestillo para que se quede cerrada. En la puerta estandar, si el pestillo está echado y uno gira la manilla desde dentro, el mismo acto de girar la manilla descorre el pestillo y uno puede salir sin más impedimento. Si estás fuera y el pestillo está echado, te jodes y llamas al timbre como todo el mundo, que para eso está el pestillo: para que uno pueda decidir qué clase de chusma deja entrar en casa.

Pues aquí no, en Dinamarca la mayoría de las puertas tienen un pestillo que siempre está echado y no se puede dejar abierto. Lo girás y abre. Lo sueltas y vuelve a su sitio. Esto no sería mayor problema sino fuera porque la manilla y el pestillo son independientes, es decir, que tú giras la manilla y el pestillo pasa de ti. Tienes que ir con la otra mano y sujetar el puto pestillo mientras abres la puerta. Además, para facilitar la tarea, el pestillo siempre está a una distancia de la manilla tal que no haya manera humana de accionar los dos con la misma mano.

Alguien estará pensando que soy un rompegüevos, que no es para ponerse así por un pestillito de nada. Si tienes que usar las dos manos las usas y punto. . . Pues sepan ustedes que no es tan fácil la cosa. Ejemplo: Cada mañana tengo que salir del patio con la bici. Parece sencillo. Sujeto la bici con la derecha, abro la puerta con la izquierda. Pprrrrr. . . Error. También necesitas descorrer el pestillo. ¿Y ahora qué? ¿Lo abro con los dientes? ¿O sujeto la bici con el culo y rezo para que al tirar del portón no se me clave el manillar en la rabadilla? Ja. . . Ahí os querría ver, listos.

Hasta que el otro día me alcanzó la iluminación. Allá que iba, cargado con una caja de contenido indeterminado. Cuando ayudéis a una mujer a hacer mudanza, aunque pese como un muerto, no preguntéis qué hay dentro, no lo queréis saber. En serio, no seáis gillipollas, hay cosas que los hombres no necesitamos saber. Es más, somos más felices sin saberlas. Lo dicho, que iba con la caja, me acerco la puerta pensando: con el pulgar y el índice de la izquierda giro la manilla, tiro con cuidado, meto el pie izquierdo en el hueco y termino de abrir la puerta. Procedimiento estandar. Sencillo como el mecanismo de un chupete. Pprrrrr. . . Error. Te has vuelto a olvidar del pestillo, el puto pestillo. No me quedó otra que suspirar. Posar la caja el suelo. Henchirme de humildad. Abrir la puerta con ambas manos. Sujetarla con el culo. Volver a cojer la caja y, por fin, salir. Menos mal que no intentaba robar nada, que si no, entre que abro y no, va y viene la madera tres veces.

Menos mal que no intentaba robar nada. . .

Claro, coño. Cómo no se me había ocurrido antes. Las puertas danesas son puertas de seguridad. Son una trampa mortal para los cacos. Podrán entrar; pero al salir cargados con el botín caerá sobre ellos todo el peso del ingenio escandinavo. Los pestillos son un cepo para la avaricia: cuanto más cargues más tardarás en abrir la puerta, pérfido villano. ¡Ja!

Desde que me fue desvelado el misterio, duermo más tranquilo y sin temores. Ahora ya no me enfado cada vez que tengo que posar lo que sea que lleve en las manos para abrir una puerta. Porque la puerta es mi amiga, no lo hace por fastidiar, es todo por mi seguridad. Como los controles en los aeropuertos.


martes, 21 de julio de 2009

Éramos pocos. . .

. . . y parió la abuela.

Os lo voy dando en capítulos para que no se os atragante como me pasó a mí. Volvamos a Suiza, hace un mes. Imaginadme saliendo de la ducha, cansado, tranquilo, con hambre. Esa clase de calma y esa clase de hambre que te entran después de intentar matarte, primero subiendo y luego bajando montañas en bicicleta.

La bicicleta de montaña es un deporte muy divertido. Bajas despendolado en un estado permanente de uy-casi-me-caigo-pero-no recorriendo formaciones aleatorias de peñascos, grava y barro de unos cuarenta centimetros de ancho que algunos insensatos se atreven a llamar caminos y a cuyos lados, entre árbol y árbol, me han dicho que hay precipicios. No estoy muy seguro porque cuando conduzco algo, lo que sea, miro a donde quiero ir e ignoro todo aquello donde preferiría no terminar; sabia lección aprendida tras horas de ensayos y errores en el Colin McRae Rally. Todo el asunto parece divertido porque, cuando has terminado de subir, a tu cerebro no le llega suficiente oxígeno como para que nada te parezca nada. Y para cuando el oxígeno cerebral empieza a recuperar sus niveles normales ya llevas un buen rato, sin saber muy bien como, cuesta abajo con semejante colocón de adrenalina que todo te parece divertido.

Reciendo duchado, cansado, hambriento y aún con el subidón de adrenalina me pongo a mirar el correo electrónico. ¡Anda, qué divertido! Que dice nuestro casero que no nos renueva el contrato, tenemos que cambiar de apartamento. Eso sí que me pone cachondo: buscar piso en Copenhague. Cojonudo. Ya tenemos disculpa para hacer dos fiestas: una para despedirnos del piso y otra para inaugurar el nuevo. Yujuuu. . .

Hasta que se te baja el subidón de adrenalina. . .

Como tengo poco de qué preocuparme las próximas semanas (véase la entrada anterior), ahora hay que buscar piso y hacer mudanza. Por suerte, todo parece indicar que soy un tipo con suerte. Encontré piso a los cinco días de haberme vuelto a Copenhague. Ha sido todo muy raro. En vez de tener que desesperarme meses mandando meiles a anuncios que nadie contesta, ¡me llamaban para ofrecerme apartamentos!!! Apartamentos de verdad, no mazmorras rehabilitadas. Nos hemos decidido por uno aquí al lado, a un par de calles. Mismo tamaño, más barato y esta vez con lavadora, oh, yeah. . .

Si nada se tuerce ni nadie se arrepiente de aquí a que firmemos el nuevo contrato, tenemos que organizar la mudanza para mediados de agosto y las dos fiestas. Además me han ofrecido ir a pasar un fin de semana a Varsovia y otro a Berlín, sí, Berlín otra vez (Isa, a ver si a la tercera :)

Así no va a haber quien trabaje. . .


Imágenes: Página ofcial del Colin McRae Rally 2, y mi futura calle si nada se tuerce, sacada de Paronamio.

viernes, 17 de julio de 2009

Quedan tres meses

Siempre cuesta arrancar. Los primeros días de vuelta al trabajo después de pasarte casi un mes sin dar palo al agua uno sufre cierta amnesia: ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué tengo que ponerme a hacer ahora? Lo cual es bueno. Es bueno porque significa que las vacaciones cumplieron su cometido: olvidarse del trabajo.

Para refrescarme la memoria, me he pasado los dos primeros días mirando los papeles que dejé en el escritorio del despacho y archivos olvidados en el disco duro. He invertido un buen puñado de horas en poner al día el correo electrónico. Poco a poco las cosas echaron a rodar. Antes de irme a Suiza había terminado un montón de asuntos, así que ahora se trataba de inventarse cosas nuevas. Para empezar poner en orden los datos e ideas que antes del uno de agosto se tienen que transformar en mi segundo artículo. Necesito tres para la tesis. Ese ha sido el segundo el gran logro de esta semana: en un par de horas discutiendo con la jefa y un par de compañeros hemos diseñado el experimento del que tiene que salir el tercer artículo. Para tener la conciencia limpia y por aquello del equilibrio cósmico, después de dedicar dos de ellos a como extraer petróleo más y mejor, ahora vamos aplicar las mismas técnicas a averiguar como secuestrar CO2 más y mejor. Hemos puesto a funcionar el experimento esta tarde. Sencillo como el mecanismo de un sonajero. En las próximas semanas empezaremos a tener resultados.

Ha sido una semana productiva. Me he marcado un plan ambicioso, tanto que hace unos meses parecía imposible: entregar la tesis el treinta y uno de octubre. Ahora empiezo a creérmelo un poco. Primer paso: tener el segundo artículo para el uno de agosto. Segundo paso: tener los datos del experimento nuevo analizados antes de irme a Islandia el último fin de semana de agosto. Sí, sí, ¡me voy a Islandia!!! Tenemos un congreso allí la segunda semana de septiembre y me iré en la primera para disfrutar allí los días de vacaciones que aún me quedan. A la vuelta, escribir el tercer artículo. Luego me quedará un mes para empaquetarlo todo en forma de tesis. Entregar. Y defender cuando las autoridades y el tiempo tengan a bien.

Por cierto, el plan no se va a cumplir ni de coña. Porque uno siempre tarda más tiempo del que espera. Porque siempre hay algo que se complica. Porque siempre hay que hacer algo de manera distinta. Porque al final siempre hay alguna sorpresa. Carguen. Pero éste es plan. Apunten. Éste es el objetivo. ¡Fuego!!!


Imágenes: Nationa Geographic Channel y Expats Portugal

lunes, 13 de julio de 2009

Nurburgring 2009: Un rayo de esperanza

Eso: un rayo de esperanza después de la tormenta. Eso es lo que nos han regalado Renault y Fernando. Llovió el sábado. El sábado que no nos hacía falta, llovió. Cuando Alonso ponía un R29 descarado por encima de todos los demás, el agua consiguió lo que pocos habían conseguido esta temporada: echarle de la Q3, dejarle duodécimo. Por si fuera poco, en la vuelta de calentamiento se le murió el embrague: trompo incluido y salida de pena.

Pintaba negro, negro de tormenta; pero el coche esta vez sí funcionaba. Aunque se pasó más de media carrera bloqueado por monoplazas más lentos a los que la sensatez y la aerodinámica no permitían adelantar, los cuatro adelantamientos que hizo en la primera vuelta y el hachazo a Glock a final de recta, nos daban una pista de lo que estaba por venir.

En cuanto Fernando tuvo asfalto libre por delante empezó a volar. Como no hace tanto tiempo, aunque nos parezca lejano, machacó el cronómetro giro tras giro. Marcó una vuelta rápida estratosférica con la que ni Brawn ni Red Bull podrían haber soñado. Llegó al final de carrera acosando a Barrichelo; algo impensable hace tres semanas.

Y mientras Renault, aunque sólo dos puntos no les hagan justicia, parece haber encontrado el componente mágico que reclamaba Fernando, en Brawn parecen haber perdido su mojo. Nunca tuvieron la velocidad para hacer funcionar su estrategia tres paradas; para cabreo del brasilleño y alegría de Webber. Un Webber que además de firmar su primera, merecidísima y trabajada victoria en la Fórmula 1, encabezó el segundo doblete consecutivo de Red Bull. Puede que al final este campeonato vaya a tener más chicha de la esperada.

Adrian Newey ha hecho saltar todas las alarmas en la casa de Ross Brawn. No es que Webber ganase, es cómo ganó: desde la pole, con contundencia y a pesar del drive through con el que le penalizaron por el toque con Barrichello en la salida. Penalización que me parece injusta, no porque el movimiento de Webber no fuese un tanto brusco y agresivo, sino porque nunca, nunca, nunca se han penalizado ni ese tipo de acciones ni otras mucho más flagrantes, como las innumerables veces que han echado a Alonso a la hierba o los escandalosos empujones de Hamilton el año pasado en Monza. Opino que el reglamento debe aplicarse se a raja tabla; pero esto no es la Nacional VI, es Nurburgring, un circuito de carreras, y en las carreras se va al límite, se lucha, se pilota con el cuchillo entre los dientes, se arriesga, a veces sale bien y a veces mal, y eso es lo que nos mantiente pegados a la tele los domingos por la tarde.

Hablando de cuando sale mal, pongámosle nombre propio: Lewis Hamilton. Arrancada espectacular, seguida de otra cagada espectacular. Todos lo pilotos meten la pata; pero algunos más veces y más adentro que otros. . . Aún así, parece que además de Renault y Ferrari, que firmó su primer podio de la temporada gracias a Massa, McLaren también ha encontrado el buen camino. Parece que de aquí al final de temporada Red Bull y Brawn van a tener que preocuparse de alguien más que el uno del otro.


Imágenes: Autosport y thef1.com.

jueves, 9 de julio de 2009

Vade retro Suiza

No se os ha perdido nada en Suiza. Y si se os ha perdido, no lo vais a encontrar. . . Lo han conseguido: cuanto más viajo a Suiza menos me gusta. En Suiza todo funciona con precisión. . . esto. . . suiza. La única condición es que sólo lo utilicen dos personas de cada vez y ambas sean suizas; en caso contrario, estás jodido.

Al principio todo parece ir bien, sobre todo si tienes la suerte de llegar a bordo de un vuelo de Swiss Air o gracias al impecable sistema ferroviario de la Confederación Helvética. Uno puede poner en hora el reloj por los trenes. No es coña. Lo he hecho.

Uno se baja del tren con toda confianza. Respirando satisfecho el aire fresco de los Alpes sin sospechar la sutil insidia que le acecha. Puedes incluso creerte que vas preparado, saberte algunos trucos, como que en cualquier país en que se hable alemán las tarjetas de crédito son poco menos que inútiles y los cajeros no abundan. Te diriges confiado al hotel, con la cartera repleta de dinero en métalico; esta vez inguna cajera de supermercado va a inspeccionar tu tarjeta como si fuese un objeto alienígena para luego mirarte con cara de mí no entender. Pero Suiza tiene muchos trucos sucios para echarte haciéndote creer que te vas por decisión propia. Pequeñas artimañas para amargarte la vida y convencerte con amabilidad y gentileza de que todo es fruto de tu propia estupidez.

Doce y media de la mañana, entro en el hotel. La recepción está cerrada. Obviamente. Todo el mundo sabe que las recepciones de los hoteles cierran de doce a dos. Lógico y normal.

Davos, un pueblo del tamaño de Llanes; vaca arriba, vaca abajo. Conferencia internacional. Ocupación hotelera del cien por cien. La población del pueblo aumenta en dos mil ochocientas personas durate una semana. Hora de cierre de los restaurantes: dos de la tarde, según el tren de Lanquart. Es evidente que sería un desperdicio y un gasto innecesario pagarles extra a cocineros y camareros por abrir una hora más; total, para mil cochinos clientes que deambulan hambrientos por las calles no merece la pena. Además, seguro que tenían intención de pagar con tarjeta.

Ocho de la mañana. Dos mil ochocientas personas hacen cola para entrar al reputado centro de conferencias. El mismo donde cada año se reune el Fondo Monetario Internacional. La entrada es una única puerta rotatoria por la que sólo puede pasar una persona cada dos segundos (el cálculo se deja como ejercicio al lector). Eso sí, muy ordenadamente y sin atropellos. Menos mal que uno es español y tiene cierto instinto para dar con entradas y salidas alternativas.

Prestigioso centro de conferencias perdido en medio de los Alpes para que a los jipis apestosos les cueste un güevo llegar y no vengan a joder la marrana cuando el FMI se reparte el
bacalao mundi. Los agerridos que aún así lleguen tendran que superar la nausebunda barrera de tiendas de Rolex, Louis Voutillon y Ferraris que lo rodean. Dos mil ochocientas asistentes, repito, perfectamente comunicadas gracias a:

Opción 1.- güifi que funciona a medio bait por segundo si, y sólo si, sabes hacer magia negra con Linux.

Ocpión 2.- diez wonderfulosas conexiones por cable.

Diez cables. Dos mil ochocientas personas. Sólo es cuestión de organizarse. Ya tengo billete para volver y aprovechar los cinco minutos de conexión que me han asignado el viernes que viene.

Cena. Veinte personas. Comida servida en tiempo y forma decentes, que no correctos. ¿Nos puede, por favor, traer la cuenta? Ahora mismo. . . Oiga, disculpe, me ha traído usted dos cuentas. El camarero, de apariencia sospechosamente italiana, asiente ante la evidencia: sí, dos cuentas, síiii. . . (¡Imbécil de mierda!!!) No lo dice, pero todos sabemos que lo piensa. Ya pero, oiga: un grupo, una cena, una tarjeta de crédito (ahí les duele), ergo una cuenta, una solita, ¿no? Nooo, dos cuentas. . . ¿Dos cuentas?. . . Sí, dos cuentas, síii. . . (¡Imbécil de mierda!!!) Una para cada lado de la mesa. . . Aaaah, claro, hombre, haberlo dicho antes. Cómo no habíamos caído; fíjese si serémos imbéciles. . . Claro, evidente, claro, una cuenta para cada lado de la mesa. Normal.

Tan normal como que si uno intenta comprar la clásica navaja del ejército suizo en el aeropuerto de Zurich, descubre que la tienda se encuentra después de los mostradores de facturación y antes del control de seguridad. Así que sí, puedes comprar la navaja; pero ya será tarde para facturarla y por el control de seguridad, en el equipaje de mano, no la puedes pasar. Tiene que haber truco. Seguro. Tiene que haber truco. . . Si alguien lo descubre que me lo cuente. Después de diez días seguidos, uno detrás de otro, en Suiza, preferí largarme sin preguntar, no fuese a ser que me contestasen.


Imágenes: Es lo bueno de Suiza, que uno puede huir de la civilización, perderse en los Alpes (o casi. . .) y conseguir algún paisaje decente. . . Si esquiva las líneas de alta tensión, los remontes de esquí, los teleféricos, los funiculares, los restaurantes cerrados, los hoteles de hormigón, las antenas de teléfono, los repetidores de radio y algún que otro borrego.

lunes, 6 de julio de 2009

Berlín, aeropuertos y trenes

Sentado en el aeropuerto de Zurich. Intercalando canciones de Incubus y capítulos de Dhalgren. Miro de cuando en cuando las letras que cuelgan del techo, rojas, brillantes: Retrasado.

Paso página. A mi alrededor, personas que esperan. Algunas esperan masticando algo. Algunas esperan hablando; me siento afortunado de no entender alemán. Otras esperan aporreando una PSP. Los adolescentes siempre esperan como si no esperasen, y gritan. Las hay que sólo esperan, indistinguibles del movilliario del aeropuerto. Como los guardias de seguridad; esperando a que pase algo. Pero nunca pasa nada. Tic tac, tic tac. . . Destesto esperar. Paso página.

Recuerdo como llegué allí: en tren. Qué gran invento el tren. Recuerdo como salí de Copenhague: en tren. Los trenes se mueven; por los aviones esperas. Detesto esperar. Paso página. Cena agradable en el ferry, viendo pasar las luces nocturnas del Báltico, charlando sobre una taza de té. Duermo acunado por la marejada. Despierto en Berlín. Siete de la mañana. Sol radiante. Desayuno a unas calles de Pariser Platz. Y todo el día por delante para volver a disfrutar de la única ciudad alejada de la costa en la que me sentiría agusto viviendo. Paso página. Retrasado.

Vuelvo a recorrer las calles que me encandilaron hace dos años: Bebel Platz, Brandenburgo, el Holocausto, dos soldados enterrados bajo la efigie de la madre desconocida, ambos lados del Muro, Postdamer Platz. Para abrir el apetito nos sumergimos en una manifestación anti-Bolonia. No salimos en el telediario. Ni nosotros ni ninguno de los otros miles. Descubrí Pergamon, miré al mundo desde lo alto de su escalinata. Veintisiete siglos después, pasé bajo las puertas de Babilonia. Wiener Schnitzel, más conocido como filete empanado, para cenar. Y bien cenados, viajeros al tren. Desperté cerca de Zurich. Sin turbulencias ni asientos verticales. Con cama, cafetería y tiempo suficiente para un cómodo desayuno viendo acercarse la ciudad entre párrafos y capuccino. Paso página.

Levanto la vista. Vuelvo a estar en Zurich. Zurich-aeropuerto. Retrasado. Nada que ver con aquel agradable bienvenido a Zurich-Estación Central. Han pasado diez días; pero esa es otra historia. Una historia de montañas para arriba y montañas para abajo. Paso página. Destesto esperar.

Imágenes: Esta vez sí son mías :)