Sentado en el aeropuerto de Zurich. Intercalando canciones de Incubus y capítulos de Dhalgren. Miro de cuando en cuando las letras que cuelgan del techo, rojas, brillantes: Retrasado.
Paso página. A mi alrededor, personas que esperan. Algunas esperan masticando algo. Algunas esperan hablando; me siento afortunado de no entender alemán. Otras esperan aporreando una PSP. Los adolescentes siempre esperan como si no esperasen, y gritan. Las hay que sólo esperan, indistinguibles del movilliario del aeropuerto. Como los guardias de seguridad; esperando a que pase algo. Pero nunca pasa nada. Tic tac, tic tac. . . Destesto esperar. Paso página.
Recuerdo como llegué allí: en tren. Qué gran invento el tren. Recuerdo como salí de Copenhague: en tren. Los trenes se mueven; por los aviones esperas. Detesto esperar. Paso página. Cena agradable en el ferry, viendo pasar las luces nocturnas del Báltico, charlando sobre una taza de té. Duermo acunado por la marejada. Despierto en Berlín. Siete de la mañana. Sol radiante. Desayuno a unas calles de Pariser Platz. Y todo el día por delante para volver a disfrutar de la única ciudad alejada de la costa en la que me sentiría agusto viviendo. Paso página. Retrasado.
Vuelvo a recorrer las calles que me encandilaron hace dos años: Bebel Platz, Brandenburgo, el Holocausto, dos soldados enterrados bajo la efigie de la madre desconocida, ambos lados del Muro, Postdamer Platz. Para abrir el apetito nos sumergimos en una manifestación anti-Bolonia. No salimos en el telediario. Ni nosotros ni ninguno de los otros miles. Descubrí Pergamon, miré al mundo desde lo alto de su escalinata. Veintisiete siglos después, pasé bajo las puertas de Babilonia. Wiener Schnitzel, más conocido como filete empanado, para cenar. Y bien cenados, viajeros al tren. Desperté cerca de Zurich. Sin turbulencias ni asientos verticales. Con cama, cafetería y tiempo suficiente para un cómodo desayuno viendo acercarse la ciudad entre párrafos y capuccino. Paso página.
Levanto la vista. Vuelvo a estar en Zurich. Zurich-aeropuerto. Retrasado. Nada que ver con aquel agradable bienvenido a Zurich-Estación Central. Han pasado diez días; pero esa es otra historia. Una historia de montañas para arriba y montañas para abajo. Paso página. Destesto esperar.
Imágenes: Esta vez sí son mías :)
Y yo también.
ResponderEliminarJeje. . .
ResponderEliminarpues debería usted saber que no se debe hacer fotos en los museos .... estúpida cuestión con la que no estoy absoluto de acuerdo... ¿me puede alguien explicar porque un tozo de cerámica pensado para soportar el viento del desierto durante miles de años se puede joder por un simple flash? Definitivamente una conspiración de las multinacionales de las postales, sellos y catálogos...
ResponderEliminarDisfrute usted de la vuelta
Correción: No se pueden hacer fotos con flash. Y el motivo es que los flashes tienen tanta intensidad que dañan los colores en cuadros, cerámicas y demás; sería como dejarlos al sol, y eso, bueno, lo que se dice bueno, no es.
ResponderEliminarDisfrútela usted también :)
Ays, cada vez tengo más ganas de conocer Berlín...
ResponderEliminarMuak.
PD: grandes fotos...
No sé a qué esperas. . . ;)
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