lunes, 29 de agosto de 2011

Spa 2011: Campana y se acabó

Que sí, que no hay que tirar la toalla hasta que las matemáticas digan que es imposible. Que en Fórmula 1, hasta que cae la bandera a cuadros, puede pasar de todo; pero con la demostración de fuerza que hizo este fin de semana Red Bull, recomendaría a todos los equipos que aún aspiran a ganar este campeonato, no sólo a Ferrari, que se olviden del 2011 y se centren el año que viene.

La carrera de ayer fue un desastre para Red Bull y, aún así, terminaron haciendo doblete. Tanto Vettel como Webber tuvieron problemas serios con las gomas. Tantos que pidieron a Pirelli y la FIA poder empezar la carrera con un juegos de gomas distintos de
los que usaron en clasificación sin ser penalizados; por suerte y por justicia no se les concedió dicha gracia. Y así les fue: Webber se vio obligado a usar dos juegos de medios en vez de los blandos que eran mucho más rápidos, mientras, el RB7 de Vettel destrozaba sus blandos en apenas cinco vueltas; aunque pudieron evitarse parte del problema gracias al safety car, que les permitió hacer un cambio de neumáticos "gratis". Por si eso fuese poco problema, Webber hizo una salida funesta y, tras la primera curva, se encontraba perdido en medio del pelotón. Pero dio todo igual, porque con los neumáticos frescos el ritmo de los Red Bull fue imbatibles y, en el último tercio de carrera, descargados de gasolina y calzando los medios, su tiempos eran estratosféricos; sólo Button, con gomas blandas, podía igualarles, mientras que el Ferrari de Alonso volvía a mostrar su tendón de Aquiles, siendo incapaz de calentar las gomas medias hasta su temperatura óptima y perdiendo del orden de un segundo y medio por vuelta. No sé como lo ven ustedes, pero si la superioridad de Reb Bull es tanta que, incluso en medio de tantos problemas tienen margen para hacerse un doblete como el de ayer, creo que el campeonato está sentenciado, sin necesidad de mirar a los 102 puntos de
ventaja que tiene Vettel sobre Alonso, y sin dejar de alabar el carrerón que hizo el Asturiano, que nos dejó servidos de adelantamientos en el primer tercio de carrera: dos en la salida, con toque incluido, luego se merendó a Hamilton, fue inclemente con Massa y le quitó las pegatinas a Rosberg. Increíble.

Por lo demás, aparte del enésimo error de Hamilton y la lamentable salida de Senna, que arruinó su sensacional debut con Renault y, de paso, la carrera de Alguesuari, me quedo con la remontada de Button y, sobre todo, con la Schumacher. El británico, saliendo décimo tercero, llegó a subirse al podium. El Alemán celebró su vigésimo segundo cumpleaños en la Fórmula 1 remontando diecinueve posiciones, de último a quinto, con adelantamiento a Rosberg incluido. Lo cual, me hace pensar si no sería más favorable para los equipos que se cuelan en la Q3 los sábados, dejar de perder el tiempo tratando de arrebatarle las poles a Red Bull y optar por iniciar las carreras usando el compuesto más duro de los dos asignados a cada gran premio. Visto que esa fue la estrategia que, por problemas en la clasificatoria del sábado, adoptaron Button y Schumy y, sin quitarle méritos a nadie, les permitió esas remontadas espectaculares. No me cabe duda de que los ingenieros habrán echo muchos números; pero tampoco puedo dejar de preguntarme si no le saldría a cuenta a Ferrari arriesgar, hacer la prueba, y ver que pasa si sacrifican la Q3 y empiezan las carreras
con las gomas duras, donde el peso extra en el coche les ayudaría a ganar temperatura, mientras que la delicadeza natural del F150 las preservaría durante las vueltas suficientes para ganar posiciones antes de poner los blandos, con los que el Ferrari sí es capaz de plantar cara a los Red Bull.

Sea como sea, lo que está claro, es que este año, cada carrera sigue siendo un espectáculo trepidante de la primera a la última vuelta. Y que Spa, esos maravillosos 7 km de asfalto perdidos en un valle boscoso de las Ardenas, sigue siendo el mejor circuito del mundo.


Imágenes: CarAndDriverTheF1.com y Autosport.com.

viernes, 26 de agosto de 2011

Plan de viaje

Lunes, 19 de septiembre, y lunes, 3 de octubre. Son las fechas de ida y retorno para mi próxima vista a España. Como siempre, ha sido una puta agonía encontrar billetes a precio decente y tomar una decisión. Nunca es fácil tratar de matar ochenta pájaros de un tiro. Esta vez, después mucho marear la perdiz, mi cartera a decidido matar sólo uno. Sheffield y París se van a quedar para otra ocasión.

Dos semanas, enteritas, que deberían evitarme las carreras desde que llegue hasta que me vaya. Ya lo saben ustedes, vayan llenándome la agenda; pero tengan presente que el finde del 24 ya se les ha adelantado alguiene, ese sábado tengo bodorrio en los Mandriles… Que a lo mejor termino convirtiendo en road-trip hasta Barna; pero esa es otra historia…


Imágen: Tal vez no venga a cuento, pero algo había que poner, y estos días no es raro encontrarme en ese lugar, leyendo, trabajando, pensando o jugando con la cámara del móvil.

lunes, 22 de agosto de 2011

Behind the barricades / Tras las barricadas

Quizá estaba en el lugar adecuado, rodeado de las personas adecuadas, en el día adecuado. Quizá sólo fuese coincidencia. . . O quizá no. . . Pero, hace unos días, cuando escuché a David Rovics cantar esto en directo y a capella, se me pusieron todos los pelillos como escarpias. No espero que un video en un blog, así, en frío, le produzca a nadie el mismo efecto; pero tampoco puedo dejar de incluir este tema en la banda sonora de Bitácora (parece que estos días me estoy aficionando a "no poder dejar de" hacer según que cosas):




When the world has gone crazy / Cuando el mundo se ha vuelto loco
And it's all becoming clear / Y todo se torna claro
When they're gunning down our comrades / Cuando están disparando a nuestros / camaradas
And it seems the end is near / Y parece que el final está cerca
As they're loading up the launchers / Mientras cargan los lanzadores
For the tear gas grenades / De granadas de gas lacrimógeno
We can take off our bandanas / Podemos quitarnos los pañuelos
And kiss behind the barricades / Y besarnos trás las barricadas
/
When it's madness all around / Cuando todo es una locura
You can see this at a glance / Puedes ver esto de un vistazo
We will cry and we will sing / Cantaremos y lloraremos
And we will laugh and we will dance / Y reiremos y bailaremos
As they shout their marching orders / Mientras gritan sus órdenes de
/ marcha
Beneath the helicopter blades / Bajo las aspas de helicóptero
We will seize the moment / Aprovecharemos el momento
For a kiss behind the barricades / Para un beso trás las barricadas
/
They will try to break our spirit / Tratarán de quebrantar nuestro
/ espíritu
And at times they may succeed / Y a veces lo lograrán
But our love for the world / Pero nuestro amor por el mundo
Is stronger than their greed / Es más fuerte que su avaricia
When the building is surrounded / Y cuando el edificio esté rodeado
And hope begins to fade / Y la esperanza empiece a
/ desvanecerse
In my final hour / En mi hora final
A kiss behind the barricades / Un beso tras las barricadas
/
As the movement grows / Mientras el movimiento crezca
There will be hills and bends / Habrá colinas y curvas
But at the center of the struggle / Pero en el centro de la lucha
Are your lovers and your friends / Están tus amantes y tus amigos
The more we hold each other up / Cuanto más nos apoyemos unos a
/ otros
The less we can be swayed / Menos podremos ser sacudidos
Here's to love and solidarity / Aquí hay amor y solidaridad
And a kiss behind the barricades / Y un beso tras las barricadas


miércoles, 17 de agosto de 2011

Días extraños

Quizá alguien se pregunte por qué llevo una semana sin actualizar esto; un servidor también…

Son días extraños en que uno sale de la cama con el único objetivo de volver a ella dieciséis horas después sin la sensación de haber perdido el tiempo. Uno va danzando entre las horas, salta de las correcciones a un artículo a una reunión en la universidad, camina de una cerveza al escaso sol hasta el gimnasio. Otras horas se las encuentra uno en una biblioteca, a la que se llega huyendo de una habitación ya demasiado familiar, para escribir otra página de otro proyecto de libro. Estos días, también he tenido la fortuna de mezclar mis horas con un par de vascos que han ocupado mi sofa hasta hace unas horas. Entre cafés y paseos, cenas improvisadas y noches de fin de semana, refrescamos amistades e inventamos futuros cercanos en lugares lejanos.

Entre días extraños, unos son más extraños que otros. Los hay que pueden empezar en un diamante negro revisando una carta para un editor y terminar caminando a las cuatro de la mañana, de vuelta a casa con punk en los auriculares. Entre medias uno puede, por ejemplo, comerse un bocadillo a medias con la vikinga, tirados en la acera, manzana, zumo y besos de postre. Luego te sientes como un imbécil, sentado, leyendo, sólo entre extraños. Nada que no arreglen una llamada de teléfono y una cerveza entre amigos. Si buscas más emociones, una mini-rave-party en el metro y electrónica experimental en una iglesia, pueden saciarte. Si aún quieres más, conciertos de cantautores anarquistas en una Ungdomshuset resucitada, seguidos de cervezas y charla en el salón de una casa okupa hasta bien pasadas las tres de la mañana; pero vete a casa antes de hacer una estupidez, que por muy rubia y muy simpática que sea, sólo sabe contar hasta veintiuno. Es el momento de echar de menos la bici, olvidada en una calle lejana del centro, y de fantasear con el calor de un café con leche y el olor a papel y tinta, sentado en la cama, antes de dar el día por terminado.

¿Objetivo cumplido? Prefiero pesar que sí. Autoconvencerse es fácil; convencer a la cuenta corriente es otro asunto…


Imagen: Trinitatis Kirke ayer por la noche.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Violencia y propiedad privada

Viene siendo habitual estos días que uno se ve enzarzado en discusiones políticas de toda índole y calibre, ya sea por causa de las últimas declaraciones del primer ministro de turno, la publicación de otra ley infame o algún comentario casual en una conversación. Lo cual me place, mucho. Hace apenas unos meses era casi imposible escuchar en la calle reflexiones políticas más allá del "son todos unos chorizos" o un "yo de política paso". Al menos, todas las mierdas que los nos están haciendo tragar estos días están sirviendo para despertarnos la conciencia y la responsabilidad política. Cuando más conversamos, leemos y pensamos, más ideas y opiniones surgen en la sociedad. Esa disparidad de opiniones enriquece del debate y mejora nuestro entendimiento de la situación.

Estos días, al menos en mi entorno, hay una situación que está levantando más ampollas que ninguna otra: la naturaleza violenta de los saqueos y disturbios en Londres y el resto del Reino Unido. Sin entrar, de momento, en matices y para dejarlo claro de entrada: aplaudo, apoyo y me alegro del caos que se está adueñando del Reino Unido.

¿Por qué?

Hace unos días escribí sobre la propiedad intelectual y como ésta era una extensión forzada y falaz de un timo aún mayor: la propiedad privada. La cultura y los sistemas políticos, económicos y legislativos occidentales, han dado a la propiedad privada el estatus de derecho fundamental. Las cartas magnas la citan junto al derecho a la vida, a la vivienda digna o el derecho de libre reunión, asociación y circulación. Un engaño sutil el que realizaron los redactores de las constituciones. Por mucho nos parezca lo contrario, el derecho a la propiedad privada tiene una naturaleza diferente a la de cualquier otro derecho humano y civil en cuya compañía suele vérsela. Démonos cuenta que, ejerciendo cualquiera de nuestros derechos fundamentales, por ejemplo, el derecho a la vida o a asociarnos con quien nos le plazca, no se limitan en modo alguno los derechos de ninguna otra persona; pero el derecho a la propiedad privada es exactamente eso: el derecho a limitar los derechos de otras personas, porque desde el momento en que uno aplica su derecho de posesión sobre algo, un objeto, un recurso natural o una idea, aniquila el derecho de cualquier otra persona a poseer dicho elemento. Así pues, por mucho que se empeñen, el derecho a la propiedad privada no es ni fundamental ni en modo alguno equiparable a los derechos fundamentales del ser humano.

El objetivo primordial detrás de la institución de la propiedad privada no es garantizarnos el derecho a poseer y disfrutar de nuestros bienes de uso y consumo diario: casas, coches, alimentos, libros, ordenadores y demás. Eso ya estaba garantizado por el sentido común mucho antes de que a nadie se le ocurriese el concepto legal de propiedad privada. La propiedad privada se creó para legitimar la apropiación indebida, el robo y la expropiación, por parte de los sectores pudientes y poderosos de la sociedad, de los recursos naturales y comunitarios. Así, la propiedad privada legitima sobre el papel a cualquier ricachón a llegar a un estado y comprarse para su uso, explotación y beneficio particular esa montaña plagada de vetas de carbón, ese manantial, aquel pozo de petróleo, cientos de hectáreas de bosque o una parte del espectro electromagnético para uso exclusivo de su compañía telefónica. La propiedad privada es el recurso legal orquestado para privar a la humanidad de los recursos naturales que por derecho y sentido común debieran estar bajo gestión pública para el disfrute y beneficio de las comunidades, no en manos de unos pocos que se han apropiado de ellos abusando del engaño, la extorsión y la violencia a lo largo de las décadas.

Para nuestra desgracia, el timo no termina aquí. Una vez que alguien posee tal cantidad ingente de recursos naturales, muchos más de los necesarios para su supervivencia digna o incluso holgada, requiere mano de obra para explotarlos y transformarlos en bienes de consumo. La privatización salvaje de los recursos y el entorno natural, priva a las personas del acceso a los bienes necesarios para su supervivencia, viéndonos obligados a vender lo único que nos queda a nuestra disposición: nuestro tiempo de vida. La ciudadanía se ve obligada a trabajar en cualquiera de los diversos eslabones de la cadena que va de la explotación de recursos hasta la producción de bienes. Además, en el cambio de tiempo por bienes, o su equivalente abstracto, dinero, el trabajador siempre sale perdiendo, porque los salarios están desligados del valor real del producto elaborado, ya sea un tornillo, una página web o un artículo de opinión, y del beneficio obtenido por los individuos en lo alto de la pirámide es desproporcionado en relación a los salarios. Y el timo continúa, porque después de vender nuestro tiempo a cambio de un salario ridículo para elaborar los recursos naturales que nos pertenecen por derecho, no nos queda más remedio que gastarnos esos salarios en comprar los mismos productos que hemos producido, por no hablar de los impuestos gastados en financiar las aventuras ruinosas de los banqueros. Así, los recursos, nuestro tiempo y el dinero, en definitiva: todo, termina siempre en manos de la minoría pudiente que se ha adueñado del planeta ondeando la bandera del engaño y la estafa global, la bandera del derecho a la propiedad privada, bajo cuya sombra desfilan ejércitos de abogados, soldados y policías dispuestos a defender e imponer por cualquier medio la letra de un fraude global convertido en religión.

Dicho esto, me parece legítimo y razonable que los londinenses saqueen tiendas, supermercados y grandes superficies para recuperar de los bienes y recursos que les pertenecen y que siglos de explotación obrera, capitalismo rampante y privatización salvaje les han robado. Y, ahora sí, podemos entrar en matices. No pretendo justificar el vandalismo descerebrado y las humillaciones sin sentido que los medios de comunicación mayoritarios se empeñan en enfatizar como la única cara de las revueltas en el Reino Unido; pero seria de ilusos esperar que las personas de dudoso calado moral y escasa educación fruto de la miserable vida en los suburbios británicos se comporten ahora, en medio de los disturbios y cargas policiales, como los angelitos de la caridad que nunca fueron. Sería estúpido dar como única explicación a las revuelta "la sed de violencia de la chusma ociosa y sanguinaria". Sería como decir que Hitler ganó las elecciones en el 33 porque los alemanes eran psicópatas ciegos de maldad. Tenemos que mirar más allá y darnos cuenta de que una sociedad no elige el camino de la violencia y el saqueo porque sí, darnos cuenta, por ejemplo, que hoy en día el porcentaje de la población británica que vive bajo el umbral de pobreza es el doble que en el siglo XIX.

Me comentaba hace unas horas un conocido, que sí, que todo eso le parecía muy bonito; pero que al final las víctimas eran los pequeños empresarios y comerciantes que veían sus negocios, el trabajo de una vida, arruinados. Y no le falta parte de razón; pero en el fondo es todo una cuestión de elecciones. Un servidor lo siente mucho por los pequeños empresarios y, al mismo tiempo, no puede dejar de preguntarse si esos comerciantes lo sienten también por los niños chinos que trabajan doce horas al día en condiciones miserables fabricando el calzado que ellos venden. Esos comerciantes podían haber elegido distribuir productos procedentes de las cadenas de comercio justo; pero eligieron vender Nike y Adidas. Lo que no se puede pretender es subirse al carro de los "ganadores", al de los ladrones y los opresores y llorar cuando la población se percata del timo y viene a pedirte cuentas. Nadie es inocente. Con nuestras decisiones cotidianas, todos somos responsables de que la maquinaria avance en la dirección en que lo hace, de crisis en crisis y de mal en peor. Todos somos responsable de buscar y analizar la información a nuestro alcance, de sacar conclusiones y de pedir cuentas a quienes dicen decidir por nosotros y nuestro bien. Y soy muy consciente de que, obligados a vender la mayor parte de nuestras vidas al mejor postor, apenas nos queda tiempo para pensar, leer, echar la siesta y hacer el amor; pero no me dan pena alguna quienes, satisfechos, acatan la situación como el mejor y más natural de los mundos posibles. Porque creo que un mundo en guerra permanente en aras de la paz, donde a la esclavitud se la llama libertad y en el que la ignorancia es una posición de fuerza, este mundo, está mucho más cerca del peor que del mejor de los mundos posibles.


Imágenes: Adivina de quién. . .

domingo, 7 de agosto de 2011

Tres clases de perros

Más de trescientas cincuenta personas en una calle de los suburbios de Copenhague. En frente, más de tres docenas de antidisturbios [Perro Clase 1]. No pasa nada. Nosotros seguimos con nuestra fiesta, aplaudiendo los discursos de miembros de varios grupos antifascista llegados de varios rincones de Dinamarca y Suecia y bailando con música que sale del camión-escenario que nos acompaña. Se trata de hacer más ruido y de dejar claro que somos más y con mejores razones que los que se esconden en la casa a la que nos impiden acercarnos. Es la casa de uno de los líderes neonazis [Perro Clase 2] daneses y una banda alemana ha venido a dar un concierto, en su país es ilegal, para reclutar miembros.

Se para la música y unos segundos después estallamos en aplausos y gritos de victoria. Por megafonía acaban de anunciar que al concierto sólo han acudido once neonazis, incluida la banda. Hemos ganado: somos más y tenemos más razón. Un par de canciones más y empezamos a caminar de vuelta a la estación. Todo el mundo, menos los fachas, supongo, está contento. Nosotros hemos hecho nuestra demostración de fuerza e intenciones. La policía ha conseguido mantener el perímetro de seguridad sin altercados. Las cuadrillas black-block han conseguido infiltrase hasta las cercanías de la casa para contarnos lo que esta pasando y, de paso, les explicaron sin palabras alguna que otra cosa a tres skin-heads que pillaron desprevenidos en la playa. Aquí cada uno viene a lo que viene y todo el mundo se iba contento, o caliente.

De vuelta en el aparcamiento de la estación coreamos algunas consignas más mientras el grupo se va dispersando. Algunos se van en coche, otros andando, otros vamos camino al tren. Oímos un ligero frenazo arriba en la rotonda. Mucho movimiento en el grupo de antidisturbios que nos seguía. Están sacando a una chica de un coche. Entre tres maderos la tiran al suelo. Nadie sabe qué está pasando. Cinco personas trepan el terraplén para hablar con los policías que están arrestando a la joven. Veinte o treinta más nos acercamos a paso vivo estirando el cuello, dispuestos a correr a ayudar a la chica o en dirección contraria, según lo razonable y necesario. Se oyen las sirenas de más furgones acercándose. Dos policías saltan el guardarraíl, con los pastores alemanes [Perro Clase 3] atados en cortos y tolete en mano, van al encuentro de las que suben por el talud.

Oímos ladridos. Un hijo de la grandísima puta ha soltado su perro. El otro le ha largado unos diez metro de correra al suyo. Nos quedamos congelados unos instantes, sobre todo quienes subían por el talud. ¡Han soltado a los perros! De buenas a primeras, nos están echando a los perros. ¡Hijos de la gran puta! Una docena de antidisturbios salta el guardarraíl y carga tras los perros. Ahora toca poner distancia de por medio. Veinte metros bastan para reagruparnos. A un chaval le ha jodido la pierna un perro. Mientras una manada de policías tratan de quitarle al animal de encima, empiezan a volar botellas, bengalas y petardos. Bajan más antidisturbios. Están arrestando a otro chaval. Tras otra andanada de petardos y botellas, un grupo de los nuestros se acerca a la carrera, pillan por sorpresa a los maderos y consiguen liberal al compañero. Los antidisturbios se reagrupan. Sabemos lo que viene, no van a dejar que nos envalentonemos. Segunda carga y segunda carrera. Aquel puto aparcamiento es el lugar equivocado para plantar cara. Nada con que hacer una barricada, ningún callejón por el que huir. La rampa de acceso a la estación no parece mejor: una ratonera con un muro de cristal al final; pero al menos sólo pueden venirnos por un sitio. Y lo hacen, vuelven a cargar rampa arriba.

La situación se estanca tras varias oleadas, nosotros rampa abajo y ellos rampa arriba. Hemos bloqueado la entrada con unos carritos de supermercado y, desde lo alto tenemos ventaja lanzando cosas, aunque estemos medio encerrados. La situación no tiene puto sentido. Los ánimos se calman. Empieza a llegarnos información del porqué de todo aquello. La joven arrestada, cuando salía del aparcamiento, tuvo la mala suerte de dar con su coche a una de las motos de la madera, que se le cruzó delante sin motivo. Accidente ridículo y sin daños; pero suficiente para ganarse un arresto sin culpa, que a un chaval le joda la pierna un pastor alemán y que al resto no agüen la fiesta.

No te engañes, la policía no es tu amiga. La policía va a permitir que capullos neonazis organicen conciertos y marchas para hacer apología del racismo, la violencia y el genocidio. Al resto nos echan los perros con la escusa de un accidente provocado por ellos.


Imágenes: gracias a mi iPhone e Instagram. Una pena que no sean tan útiles medio de las carreras como la Nikon que ayer me dejé en casa.

martes, 2 de agosto de 2011

Hungaroring 2011: A río revuelto. . .

Saben ustedes que no acostumbro a quejarme del tiempo. Hoy lo voy a hacer por partida doble. Una, porque en Dinamarca ha sido el peor mes de julio nunca; apenas hemos tenido tres días sin lluvia y rara vez llegamos a dieciocho grados. Menos mal que Agosto parece querer remediarlo. Y dos, porque al circo de Ferrari ya no deben quedarle enanos que crecer. Esta temporada la llevan negra. Ya no sólo por errores propios, estrategias incomprensibles, paradas en boxes lamentables, accidentes tontos y túneles de viento mal calibrados, sino por el frío y la lluvia, justo lo que menos le gusta al F150 y de lo que más hemos tenido esta temporada.

El de Hungría es ese Gran Premio donde sólo se había visto agua una vez, en el 2006. ¿Recordáis? La espectacular remontada de Alonso, de decimoquinto a quinto en tres vueltas, adelantamiento a Schumy incluido y la famosa tuerca que tiró todo a la basura, el podium de de la Rosa y la primera victoria de Button. Entonces fue una sorpresa; pero con los años hemos aprendido, que cuando el tiempo anda revuelto la estrategia adecuada es hacer lo mismo que Button. Nadie entiende por qué, pero el británico siempre sale a flote en las tormentas. Lo hizo en 2006 y este mismo año sus dos victorias han sido en medio del caos: Montreal, donde hizo seis paradas en boxes y se vio involucrado en dos accidentes, primero empujó a Hamilton contra el muro y luego a Alonso a la hierba, y hace dos días en Hungaroring, donde los rivales se le fueron quitando de delante a base de cometer errores más graves que él.

Fue una carrera emocionante en la que pasaba algo vuelta sí, vuelta también. Hubo alternativas, persecuciones y adelantamientos como nunca se vieron en el asfalto húngaro; pero aún así no la disfruté. ¿Por qué? Porque todo lo que ocurrió, salvo un par de adelantamientos y el cambio de estrategia que Ferrari hizo con Alonso para pasar a Webber, fue fruto de errores y no del talento, el coraje o la genialidad. Fue una carrera bailando entre la tensión y la decepción. Las tres salidas de pista de Alonso, las de Vettel y el alerón roto de Massa, el trompo de Hamilton con merecido drive through y error estratégico añadidos e idéntico al de Webber, nos dejaron poco que admirar en una tarde que tuvo más de lotería que de carrera.

Conste que todo esto va sin ánimo de desmerecer a nadie y menos a Button. Aguantar setenta vueltas en una pista que no sabía si estaba seca o mojada, rodar con unos neumáticos que siempre parecían ser los equivocados y llegar a ver la bandera a cuadros, en la posición que sea, es una hazaña. Pero hubiese disfrutado más un podium con sabor a conquista que a casualidad. Lo que ya no parece casualidad son la mejoría de Ferrari y McLaren. A falta de rivales, ahora Red Bull tiene dos. Espero que en Maranello y en Woking sigan mejorando para darnos una segunda mitad de temporada trepidante y seguir manteniendo viva la remota esperanza de arrebatarle el título a Vettel.


Imágenes: Autosport.com.