Saben ustedes que no acostumbro a quejarme del tiempo. Hoy lo voy a hacer por partida doble. Una, porque en Dinamarca ha sido el peor mes de julio nunca; apenas hemos tenido tres días sin lluvia y rara vez llegamos a dieciocho grados. Menos mal que Agosto parece querer remediarlo. Y dos, porque al circo de Ferrari ya no deben quedarle enanos que crecer. Esta temporada la llevan negra. Ya no sólo por errores propios, estrategias incomprensibles, paradas en boxes lamentables, accidentes tontos y túneles de viento mal calibrados, sino por el frío y la lluvia, justo lo que menos le gusta al F150 y de lo que más hemos tenido esta temporada.
El de Hungría es ese Gran Premio donde sólo se había visto agua una vez, en el 2006. ¿Recordáis? La espectacular remontada de Alonso, de decimoquinto a quinto en tres vueltas, adelantamiento a Schumy incluido y la famosa tuerca que tiró todo a la basura, el podium de de la Rosa y la primera victoria de Button. Entonces fue una sorpresa; pero con los años hemos aprendido, que cuando el tiempo anda revuelto la estrategia adecuada es hacer lo mismo que Button. Nadie entiende por qué, pero el británico siempre sale a flote en las tormentas. Lo hizo en 2006 y este mismo año sus dos victorias han sido en medio del caos: Montreal, donde hizo seis paradas en boxes y se vio involucrado en dos accidentes, primero empujó a Hamilton contra el muro y luego a Alonso a la hierba, y hace dos días en Hungaroring, donde los rivales se le fueron quitando de delante a base de cometer errores más graves que él.
Fue una carrera emocionante en la que pasaba algo vuelta sí, vuelta también. Hubo alternativas, persecuciones y adelantamientos como nunca se vieron en el asfalto húngaro; pero aún así no la disfruté. ¿Por qué? Porque todo lo que ocurrió, salvo un par de adelantamientos y el cambio de estrategia que Ferrari hizo con Alonso para pasar a Webber, fue fruto de errores y no del talento, el coraje o la genialidad. Fue una carrera bailando entre la tensión y la decepción. Las tres salidas de pista de Alonso, las de Vettel y el alerón roto de Massa, el trompo de Hamilton con merecido drive through y error estratégico añadidos e idéntico al de Webber, nos dejaron poco que admirar en una tarde que tuvo más de lotería que de carrera.
Conste que todo esto va sin ánimo de desmerecer a nadie y menos a Button. Aguantar setenta vueltas en una pista que no sabía si estaba seca o mojada, rodar con unos neumáticos que siempre parecían ser los equivocados y llegar a ver la bandera a cuadros, en la posición que sea, es una hazaña. Pero hubiese disfrutado más un podium con sabor a conquista que a casualidad. Lo que ya no parece casualidad son la mejoría de Ferrari y McLaren. A falta de rivales, ahora Red Bull tiene dos. Espero que en Maranello y en Woking sigan mejorando para darnos una segunda mitad de temporada trepidante y seguir manteniendo viva la remota esperanza de arrebatarle el título a Vettel.
Imágenes: Autosport.com.
El de Hungría es ese Gran Premio donde sólo se había visto agua una vez, en el 2006. ¿Recordáis? La espectacular remontada de Alonso, de decimoquinto a quinto en tres vueltas, adelantamiento a Schumy incluido y la famosa tuerca que tiró todo a la basura, el podium de de la Rosa y la primera victoria de Button. Entonces fue una sorpresa; pero con los años hemos aprendido, que cuando el tiempo anda revuelto la estrategia adecuada es hacer lo mismo que Button. Nadie entiende por qué, pero el británico siempre sale a flote en las tormentas. Lo hizo en 2006 y este mismo año sus dos victorias han sido en medio del caos: Montreal, donde hizo seis paradas en boxes y se vio involucrado en dos accidentes, primero empujó a Hamilton contra el muro y luego a Alonso a la hierba, y hace dos días en Hungaroring, donde los rivales se le fueron quitando de delante a base de cometer errores más graves que él.
Fue una carrera emocionante en la que pasaba algo vuelta sí, vuelta también. Hubo alternativas, persecuciones y adelantamientos como nunca se vieron en el asfalto húngaro; pero aún así no la disfruté. ¿Por qué? Porque todo lo que ocurrió, salvo un par de adelantamientos y el cambio de estrategia que Ferrari hizo con Alonso para pasar a Webber, fue fruto de errores y no del talento, el coraje o la genialidad. Fue una carrera bailando entre la tensión y la decepción. Las tres salidas de pista de Alonso, las de Vettel y el alerón roto de Massa, el trompo de Hamilton con merecido drive through y error estratégico añadidos e idéntico al de Webber, nos dejaron poco que admirar en una tarde que tuvo más de lotería que de carrera.
Conste que todo esto va sin ánimo de desmerecer a nadie y menos a Button. Aguantar setenta vueltas en una pista que no sabía si estaba seca o mojada, rodar con unos neumáticos que siempre parecían ser los equivocados y llegar a ver la bandera a cuadros, en la posición que sea, es una hazaña. Pero hubiese disfrutado más un podium con sabor a conquista que a casualidad. Lo que ya no parece casualidad son la mejoría de Ferrari y McLaren. A falta de rivales, ahora Red Bull tiene dos. Espero que en Maranello y en Woking sigan mejorando para darnos una segunda mitad de temporada trepidante y seguir manteniendo viva la remota esperanza de arrebatarle el título a Vettel.
Imágenes: Autosport.com.
Aki al ke le salio biena parte de button fue al Mayordomo. Puntuando asi ye complicao ke la xente le arrebate el campeonato. A mi la carrera divirtiome. Al compararlo con una pelicula se me ocurre Armaggeddon. Planes buenos o buenisimos ke siempre fallan.. al final.... a improvisar
ResponderEliminarEsi ye el problma esti año, neno, que cuando Vettel tiene una carrera mala, termina segundo. Mal lo llevamos así. . . Veremos si la segunda parte de la temporada si McLaren y Ferrari pónense les piles de correr y empiezan a meter presión, que, por lo visto, al alemán no le sienta bien ;)
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