Sea como fuere, mañana a medio día me las piro para Shanghai, así que Bitácora descansará durante once días; hasta que vuelva cargado de afotos e historias, espero. . . He de confesaros que este viaje me da un poco de miedo, o respeto. Los cuatro primeros días me los voy a pasar a mi aire, solo hasta que llegue un amigote de Barcelona y luego se nos vayan uniendo algunos más. Es un pequeño reto que tenía ganas de afrontar: viajar solo. Que sí, que vale, que cuando me vine a Copenhague también me vine solo; pero estaban esperándome los del curro que, aunque no los conociese, eran una garantía de que alguien cuidaría un poquito de mí. Esta vez mi único contacto es un antiguo compañero de trabajo, chino, residente en Shanghai, muy majo, muy amable, me ha ayudado bastante con la logística; lo malo es que sólo entiendo su inglés cuando lo escribe. . . Y tengo mis dudas sobre lo que me entiende cuando le hablo; pero esa es otra cuestión.
A lo mejor alguien tiene curiosidad por saber cómo decide uno irse a China, muy fácil: improvisando. Un día te llama un amigo. Oye que mi jefe me manda unos días a Shanghai, ¿te vienes? Déjame que mire los vuelos. . . ¡Uy! Si me va a costar poco más que ir a España en navidades. Nos vemos en Shanghai, neno. Luego descubres que a esa cuidad la llaman cosas como "el París del este" o "la puta de oriente" y es inevitable, tienes que ir.
Lo dicho, quién dijo miedo habiendo hospitales. . . ¡Me voy Chinaaaaaa!!! :D
Sed buenos. Vuelvo enseguida.