
Cierto que ver volver a ver a Fernando Alonso en lo más alto de cajón, primero, vencedor del Gran Premio de Singapur, fue fruto de la fortuna, la buena fortuna que le ha esquivado toda la temporada; pero como dijo Bob Bell: la mala suerte del fallo de la bomba de gasolina en la clasificación, se compensa con la buena suerte durante la carrera. Además, la fortuna de ayer no fue sólo fruto de la casualidad, fue un triunfo buscado, peleado y defendido con tres armas:
Primera, un R28 que, por primera vez en lo que va de temporada, se ha mostrado al nivel de los grandes. Al menos si quien lo pilota es el Bicampeón del Mundo, que hizo su mejor vuelta personal en el giro 55 parando el crono a unas dos décimas de la vuelta rápida en carrera. Además de mostrarse muy sólido todo el fin de semana, quedando primero en la segunda sesión de libres del viernes y en la del sábado. Esperemos que el buen rendimiento del coche continúe en las carreras que quedan.
Tercera, el arma definitiva, el propio Fernando Alonso. Genial, magistral, soberbio como siempre, sacó partido como nadie de la oportunidad inesperada. Fue la única estrella que brilló en la noche de Singapur. Mantuvo la calma y controló la carrera y el consumo de su monoplaza mientras esperaba que las penalizaciones anunciadas y los repostajes programados le quitasen de delante a Rosberg, Kubica, Trulli y Fisichella. Luego, con la pista libre y sólo la gloria ante él, voló como en los viejos tiempos. Sacó lo mejor de un coche que por fin estuvo a su altura. Vuelta tras vuelta, marcó un ritmo infernal que nadie fue capaz de seguir. Consiguió en menos de diez giros la ventaja de veinticinco segundos que el permitía hacer su segundo repostaje sin perder el liderato. E incluso después de que el segundo coche de seguridad anulase la distancia que le separaba de Rosberg y Hamilton, resurgió endosándoles seis segundos en dos vueltas espeluznantes. Demostrando quién, con fortuna o sin ella, era el digno y merecido ganador de la carrera.
Para terminar, reconocer que me he quedado sorprendido con este Gran Premio, con esta carrera nocturna que siempre consideré una locura inecesaria; pero que, al margen de mi euforia por la victoria de Alonso, ha sido bonita de ver y con mucho más espectáculo, lucha y adelantamientos de los que todos preveíamos. ¡Y chispas! Para los pilotos sería un infierno, pero a mí, y seguro que a muchos otros aficionados, volver a ver tras tantos años una estela de chispas saltando de los difusores de los monoplazas nos ha traído nostalgia y recuerdos memorables. Casi tantos y tan memorables como volver a ver a Alonso con el dedo en alto y haciendo los pajaritos.
¡Bravo, neno!!!
Imágenes: TheF1.com y Autosport.