Revancha y frustración. Las calles de Monte Carlo, siempre espectaculares, gracias a Pirelli, este años también fueron trepidantes; pero el guionista la cagó con el final. Toda el ansia de revancha acumulado en la parrilla de salida se convirtió en un anticlimax, en un podio frustrante. Incluso equivocándose de neumáticos, el Red Bull de Vettel volvió a ganar.
Dieron igual todas las ansias de Webber por demostrar que también puede sacar lo mejor del RB7. No importó que Hamilton estuviese cabreado por la mala suerte que tuvo el sábado y que le relegó a la novena plaza de la parrilla. Fue inútil que Button quiera aprovechar la oportunidad para asentar su autoridad en McLaren. De poco sirvió que Alonso llegase al principado con el cuchillo entre los dientes, preparado para ganar un Gran Premio en el que los puntos flacos de su Ferrari pesaban poco o nada. Al final, todo se conjuró para que el lider del campeonato llegue a las Américas más líder aún. De seis carreras, ha ganado cinco.
Webber volvió a hacer otra mala salida, nunca pareció cómodo en la pista y me atrevo a decir que el único motivo por el que llegó cuarto es porque pilota un Red Bull, si no, hubiera quedado fuera de los puntos. Hamilton, en vez de sacar fuerzas de flaqueza, se lanzó a una carrera kamikaze. Fue penalizado, con razón, por provocar dos accidentes sin sentido. Primero, intentó adelantar a Massa en la horquilla del Grand Hôtel y se lo llevó enganchado de la rueda media curva. Gracias a su suerte inaudita, su McLaren quedó intacto. Al contrario que el Ferrari de Massa, que fue incapaz de negociar el túnel y terminó contra el guarda raíl. Otra frustración para Massa y primer drive through al canto para el chico maravilla. Luego, tras la bandera roja, dichosa bandera roja, provocada por el accidente de Petrov a ocho vueltas del final, el moreno intentó adelantar a Maldonado en Saint Devote. Bueno, más bien fue un intento de violación, porque estaba claro que no eran ni el sitio ni el momento y que el colombiano no se iba a dejar. Pero como el chico maravilla estaba rabiado y tiende a olvidarse que los demás también tienen derecho a ser agresivos y defenderse, se llevó por delante al Williams, lo estampó contra el guarda raíl y, oh milagro, él y su MP4-26 volvieron a salir ilesos. Los veinte segundos de penalización, el equivalente a un drive through, que le aplicaron al final de la carrera, lo le hicieron perder el sexto puesto; pero por lo menos, junto con el resto de actuaciones de los comisarios, demostró que este año, aunque las penalizaciones están siendo muy estrictas, se aplican con el mismo rasero para todos.
Los que aplicaron mal el rasero fueron los ingenieros de Button. Un claro error estratégico le hizo perder una carrera que tenía en el bolsillo. Incapaces de prever la duración de los neumáticos blandos, le ordenaron una parada a destiempo, llevándole de la primera a la tercera posición. De nada le sirvió ser tres segundos por vuelta más rápido que Vettel y uno más que Alonso; adelantar en las calles del Principado es poco menos que misión imposible. A no ser que te llames Fernando Alonso y que tus gomas lleven rodando diez vueltas menos que las del rival que tienes delante. Entonces puedes acecharle durante quince vueltas, mimar tus propias gomas, aguardar el momento de dar el hachazo, adelantar a Vettel y rodar campante hacia una victoria épica, con vuelta rápida y arrancada espectacular incluídas. . . Pero no, eso no fue lo que pasó. Lo que pasó fue que en vez de alzarse la banderas rojas de Ferrari se alzaron las banderas rojas señalando la interrupción de la carrera. Entonces nos quedamos todos con la boca abierta. Esperábamos ver seis vueltas finaler de infarto: Vettel vs. Alonso vs. Button; pero lo que vimos fue a todos los equipos cambiando las gomas (Pirelli ya ha solicitado que se cambie el reglamento y no se permitan los cambios de neumáticos cuando una carrera quede neutralizada). Vimos esfumarse la ventaja que tenían Button y Alonso. Vimos como el reglamento nos robaba el espectáculo y le regalaba a Vettel una victoria que no merecía, porque este domingo en Mónaco hubo mejores pilotos y estrategias que la suya. Vettel volvió a recoger su trofeo desde lo más alto de podium. Alonso recogía dieciocho puntos que saben a poco, a victoria robada. Button, tercero, recogía frustraciones y oportunidades perdidas. Y Hamilton. . . Hamilton sembraba tempestades de niñato afortunado, arremetiendo contra los comisarios, sin razón, y con la misma capacidad autocrítica que una cebolla.
Alonso y Ferrari empiezan a quedarse sin margen de maniobra en el este campeonato. Cuando no es por una cosa es por otra, pero al final siempre se llevan otros el gato al agua. Confienmos que en Montreal, otro circuito urbano donde las deficiencias del Ferrari deberían pesar poco y las virtudes de Alonso mucho, empiece la remontada roja.
Imágenes: Autosport.com.
Dieron igual todas las ansias de Webber por demostrar que también puede sacar lo mejor del RB7. No importó que Hamilton estuviese cabreado por la mala suerte que tuvo el sábado y que le relegó a la novena plaza de la parrilla. Fue inútil que Button quiera aprovechar la oportunidad para asentar su autoridad en McLaren. De poco sirvió que Alonso llegase al principado con el cuchillo entre los dientes, preparado para ganar un Gran Premio en el que los puntos flacos de su Ferrari pesaban poco o nada. Al final, todo se conjuró para que el lider del campeonato llegue a las Américas más líder aún. De seis carreras, ha ganado cinco.
Webber volvió a hacer otra mala salida, nunca pareció cómodo en la pista y me atrevo a decir que el único motivo por el que llegó cuarto es porque pilota un Red Bull, si no, hubiera quedado fuera de los puntos. Hamilton, en vez de sacar fuerzas de flaqueza, se lanzó a una carrera kamikaze. Fue penalizado, con razón, por provocar dos accidentes sin sentido. Primero, intentó adelantar a Massa en la horquilla del Grand Hôtel y se lo llevó enganchado de la rueda media curva. Gracias a su suerte inaudita, su McLaren quedó intacto. Al contrario que el Ferrari de Massa, que fue incapaz de negociar el túnel y terminó contra el guarda raíl. Otra frustración para Massa y primer drive through al canto para el chico maravilla. Luego, tras la bandera roja, dichosa bandera roja, provocada por el accidente de Petrov a ocho vueltas del final, el moreno intentó adelantar a Maldonado en Saint Devote. Bueno, más bien fue un intento de violación, porque estaba claro que no eran ni el sitio ni el momento y que el colombiano no se iba a dejar. Pero como el chico maravilla estaba rabiado y tiende a olvidarse que los demás también tienen derecho a ser agresivos y defenderse, se llevó por delante al Williams, lo estampó contra el guarda raíl y, oh milagro, él y su MP4-26 volvieron a salir ilesos. Los veinte segundos de penalización, el equivalente a un drive through, que le aplicaron al final de la carrera, lo le hicieron perder el sexto puesto; pero por lo menos, junto con el resto de actuaciones de los comisarios, demostró que este año, aunque las penalizaciones están siendo muy estrictas, se aplican con el mismo rasero para todos.
Los que aplicaron mal el rasero fueron los ingenieros de Button. Un claro error estratégico le hizo perder una carrera que tenía en el bolsillo. Incapaces de prever la duración de los neumáticos blandos, le ordenaron una parada a destiempo, llevándole de la primera a la tercera posición. De nada le sirvió ser tres segundos por vuelta más rápido que Vettel y uno más que Alonso; adelantar en las calles del Principado es poco menos que misión imposible. A no ser que te llames Fernando Alonso y que tus gomas lleven rodando diez vueltas menos que las del rival que tienes delante. Entonces puedes acecharle durante quince vueltas, mimar tus propias gomas, aguardar el momento de dar el hachazo, adelantar a Vettel y rodar campante hacia una victoria épica, con vuelta rápida y arrancada espectacular incluídas. . . Pero no, eso no fue lo que pasó. Lo que pasó fue que en vez de alzarse la banderas rojas de Ferrari se alzaron las banderas rojas señalando la interrupción de la carrera. Entonces nos quedamos todos con la boca abierta. Esperábamos ver seis vueltas finaler de infarto: Vettel vs. Alonso vs. Button; pero lo que vimos fue a todos los equipos cambiando las gomas (Pirelli ya ha solicitado que se cambie el reglamento y no se permitan los cambios de neumáticos cuando una carrera quede neutralizada). Vimos esfumarse la ventaja que tenían Button y Alonso. Vimos como el reglamento nos robaba el espectáculo y le regalaba a Vettel una victoria que no merecía, porque este domingo en Mónaco hubo mejores pilotos y estrategias que la suya. Vettel volvió a recoger su trofeo desde lo más alto de podium. Alonso recogía dieciocho puntos que saben a poco, a victoria robada. Button, tercero, recogía frustraciones y oportunidades perdidas. Y Hamilton. . . Hamilton sembraba tempestades de niñato afortunado, arremetiendo contra los comisarios, sin razón, y con la misma capacidad autocrítica que una cebolla.
Alonso y Ferrari empiezan a quedarse sin margen de maniobra en el este campeonato. Cuando no es por una cosa es por otra, pero al final siempre se llevan otros el gato al agua. Confienmos que en Montreal, otro circuito urbano donde las deficiencias del Ferrari deberían pesar poco y las virtudes de Alonso mucho, empiece la remontada roja.
Imágenes: Autosport.com.
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