Volvimos a cruzar el paso de Tizi n'Tichka. Esta vez subimos y bajamos el Atlas con un sol radiante. Tras ocho horas de desierto, asfalto y calor, regresamos a Marrakech acompañados del atardecer. Un atardecer tropical, repentino. Uno cruza palmerales de sombras largas y cielos anaranjados. Media hora después, quedas sumido en la noche y el caos del tráfico. Empleamos las últimas reservas de paciencia y una hora más de lo debido en navegar entre el sinsentido urbano hasta el hotel. Pero una vez puesto el coche a buen recaudo, una vez duchados y frescos, lo único que importaba era el estómago. Lo único que necesitábamos era sumergirnos en la noche de Marrakech para saciar los sentidos. Y la plaza en el corazón de la ciudad, Djemaa el-Fna, es el lugar perfecto para saciar tanto estómagos como sentidos.
Esa noche, tras deambular entre los puestos de comida y los artistas callejeros, músicos, juglares, encantadores de serpientes y trileros, nos dejamos engañar para cenar en uno de los puestos. Luego, nos enamoramos de un té tan especiado, canela, pimienta, cardamon y otras mil más, que dudamos si sería una manera secreta de beber alcohol. Estábamos demasiado cansados para comprobarlo; pero acordamos que a la noche siguiente nos íbamos a beber al menos tres cada uno para hacer la prueba.
Tras una buena noche de descanso. El día siguiente lo teníamos reservado para perdernos por las callejuelas y souqs the Marrakech. Lo conseguimos sin mucho esfuerzo. Nos perdimos por la ciudad y algo se nos perdió en la cabeza. Callejones cubiertos y cielos despejados. Aromas y colores. Risas y musica. Después de una semana en Marruecos nos habíamos empapado de la atmósfera. Caminábamos con la confianza de saber que las ofertas de té eran honestas y desinteresadas, que bastaba con decir una vez que no pensabas comprar nada para abortar el inicio de regateo y despedirte con algo de charla desenfadada, que los comentarios graciosos y chanzas era mejor devolverlos con igual humor y sonrisas para ganar todos un buen rato, que no te iban a engañar cuando preguntabas por una dirección o lo que fuese, que capullos hay en todas partes y que allí eran los menos. Pasaba el día apacible, entre tiendas y palacios, entre jardines y tes, entre callejuelas y museos, y algo desapacible se nos acumulaba dentro. Una contradicción que llevábamos rumiando toda la semana y que, ahora, en el corazón de Marruecos, amenazaba con atragantársenos.
¿Cómo era posible que entre tanta pobreza, negocios diminutos, calles insalubres y atestadas, entre tanta miseria, casas frías y desnudas, vidas destartaladas, hubiera tantas sonrisas y alegría? ¿Cómo era posible que en aquel rincón del mundo a donde el progreso llegaba de refilón y sólo para unos pocos hubiese una economía tan vibrante, dinámica y creativa? ¿Cómo era posible que aquellas gentes, cada una dueña de su negocio, de sus ganancias, del cuándo y el cómo de sus vacaciones, cada uno dueño de su vida (mujeres a parte, pero esa es otra historia), envidiasen a los esclavos-asalariados de Europa? ¿Cómo era posible que nosotros, hijos de una civilización "superior", despreciemos las opiniones de nuestros mayores y los metamos en asilos, mientras allí veíamos a adolescentes y ancianos compartiendo un té, bromeando juntos, fingiendo peleas y, sobre todo, respetándose y apreciándose? ¿Cómo era posible?
Quizá sea que hay muchas fuentes de riqueza; pero la pobreza siempre surge del mismo desagüe. La pobreza económica de Marruecos y la pobreza social de occidente tienen la misma causa: la avaricia de unos pocos. A la gentes tercer mundo se le roban los recursos básicos para su crecimiento a cambio de su esperanza en el mañana y de promesas vacías. A las gentes del primer mundo nos obligan a vender los minutos de nuestra vida para que fabriquemos el progreso con lo que han robado. Luego nos lo compremos a nosotros mismos. Un pedacito para cada uno. Con empaquetado individual y debidamente esterilizado de cualquier idea comunitaria. El premio por tu salario individual y la bonanza de tu empresa. Esclavitud consentida a cambio de la seguridad de que nada va a cambiar, de que siempre habrá hospitales blancos y limpios con enfermeras amables. Al menos para quien se lo pueda pagar. Para quien pueda pagarse la habitación individual para morir limpio. Limpio y solo.
Y la solución. . . La solución ha sido siempre la misma. Cortar las manos a los ladrones para que no se aferren al poder. Arrancarles la lengua a los demagogos para que no nos envenenen el alma. Y recordar, recordar que lo poco que nos están dejando de "el estado de bienestar" lo conseguimos luchando juntos. No nos lo regaló ningún trono ni se cayó de ninguna junta de accionistas. Tal vez así, podamos comprender de una vez que no hay contradicción. Podemos tener otra vez juntos lo mejor de los mundos: la riqueza social y la riqueza económica. Y la mejor prueba, las encontramos al bajar del avión. De vuelta en Copenhague, nos llegaron noticias de inesperadas de un lugar inesperado. España había despertado. Un país entero parecía haber comprendido al fin donde estaba su riqueza. No en sus bancos, ni en su ejército, ni en sus gobiernos. No. La riqueza está en las personas. Ese día, llegaba de vuelta de un sueño, un sueño de arena y sol, de paisajes desolados y culturas exuberantes, y aterricé en otro sueño y indignación y esperanza, de acción y alternativas.
Este viaje ha superado todas mis expectativas; pero su importancia, quizá sólo pueda sentirla un servidor. La importancia de los que está pasando en España y Europa, quedará escrito en los libros de historia, junto a la Comuna de París y Mayo del 68. Y como con todos los sueños, tenemos dos opciones, dejar pasar el tren, hastiados y escépticos, o subirnos con nuestro granito de arena y hacerlo un poco menos sueño.
P.S.- No, el té de mil y una especias no llevaba alcohol.
Imágenes: Me gustaría tener más fotos de Marrakech; pero el día que pasamos perdidos entre sus callejones había una luz que mis limitadas habilidades no supieron aprovechar para captar la experiencia. Así que se van a tener ustedes que conformar con estas: (1) Músico y prestidigitador en Djemaa el-Fna, (2) "restaurantes" de Djemaa el-Fna, (3) dos personas corrientes charlando frente la mezquita de Koutoubia en el centro de Marrakech, (4) mediodía en un lugar cualquiera a medio camino entre Merzouga y el culo del mundo, también conocido como Taouz, (5) Hassan, nuestro wonderfuloso guia tuareg, (6) atardecer de una entre mil noches.
Esa noche, tras deambular entre los puestos de comida y los artistas callejeros, músicos, juglares, encantadores de serpientes y trileros, nos dejamos engañar para cenar en uno de los puestos. Luego, nos enamoramos de un té tan especiado, canela, pimienta, cardamon y otras mil más, que dudamos si sería una manera secreta de beber alcohol. Estábamos demasiado cansados para comprobarlo; pero acordamos que a la noche siguiente nos íbamos a beber al menos tres cada uno para hacer la prueba.
Tras una buena noche de descanso. El día siguiente lo teníamos reservado para perdernos por las callejuelas y souqs the Marrakech. Lo conseguimos sin mucho esfuerzo. Nos perdimos por la ciudad y algo se nos perdió en la cabeza. Callejones cubiertos y cielos despejados. Aromas y colores. Risas y musica. Después de una semana en Marruecos nos habíamos empapado de la atmósfera. Caminábamos con la confianza de saber que las ofertas de té eran honestas y desinteresadas, que bastaba con decir una vez que no pensabas comprar nada para abortar el inicio de regateo y despedirte con algo de charla desenfadada, que los comentarios graciosos y chanzas era mejor devolverlos con igual humor y sonrisas para ganar todos un buen rato, que no te iban a engañar cuando preguntabas por una dirección o lo que fuese, que capullos hay en todas partes y que allí eran los menos. Pasaba el día apacible, entre tiendas y palacios, entre jardines y tes, entre callejuelas y museos, y algo desapacible se nos acumulaba dentro. Una contradicción que llevábamos rumiando toda la semana y que, ahora, en el corazón de Marruecos, amenazaba con atragantársenos.
¿Cómo era posible que entre tanta pobreza, negocios diminutos, calles insalubres y atestadas, entre tanta miseria, casas frías y desnudas, vidas destartaladas, hubiera tantas sonrisas y alegría? ¿Cómo era posible que en aquel rincón del mundo a donde el progreso llegaba de refilón y sólo para unos pocos hubiese una economía tan vibrante, dinámica y creativa? ¿Cómo era posible que aquellas gentes, cada una dueña de su negocio, de sus ganancias, del cuándo y el cómo de sus vacaciones, cada uno dueño de su vida (mujeres a parte, pero esa es otra historia), envidiasen a los esclavos-asalariados de Europa? ¿Cómo era posible que nosotros, hijos de una civilización "superior", despreciemos las opiniones de nuestros mayores y los metamos en asilos, mientras allí veíamos a adolescentes y ancianos compartiendo un té, bromeando juntos, fingiendo peleas y, sobre todo, respetándose y apreciándose? ¿Cómo era posible?
Quizá sea que hay muchas fuentes de riqueza; pero la pobreza siempre surge del mismo desagüe. La pobreza económica de Marruecos y la pobreza social de occidente tienen la misma causa: la avaricia de unos pocos. A la gentes tercer mundo se le roban los recursos básicos para su crecimiento a cambio de su esperanza en el mañana y de promesas vacías. A las gentes del primer mundo nos obligan a vender los minutos de nuestra vida para que fabriquemos el progreso con lo que han robado. Luego nos lo compremos a nosotros mismos. Un pedacito para cada uno. Con empaquetado individual y debidamente esterilizado de cualquier idea comunitaria. El premio por tu salario individual y la bonanza de tu empresa. Esclavitud consentida a cambio de la seguridad de que nada va a cambiar, de que siempre habrá hospitales blancos y limpios con enfermeras amables. Al menos para quien se lo pueda pagar. Para quien pueda pagarse la habitación individual para morir limpio. Limpio y solo.
Y la solución. . . La solución ha sido siempre la misma. Cortar las manos a los ladrones para que no se aferren al poder. Arrancarles la lengua a los demagogos para que no nos envenenen el alma. Y recordar, recordar que lo poco que nos están dejando de "el estado de bienestar" lo conseguimos luchando juntos. No nos lo regaló ningún trono ni se cayó de ninguna junta de accionistas. Tal vez así, podamos comprender de una vez que no hay contradicción. Podemos tener otra vez juntos lo mejor de los mundos: la riqueza social y la riqueza económica. Y la mejor prueba, las encontramos al bajar del avión. De vuelta en Copenhague, nos llegaron noticias de inesperadas de un lugar inesperado. España había despertado. Un país entero parecía haber comprendido al fin donde estaba su riqueza. No en sus bancos, ni en su ejército, ni en sus gobiernos. No. La riqueza está en las personas. Ese día, llegaba de vuelta de un sueño, un sueño de arena y sol, de paisajes desolados y culturas exuberantes, y aterricé en otro sueño y indignación y esperanza, de acción y alternativas.
Este viaje ha superado todas mis expectativas; pero su importancia, quizá sólo pueda sentirla un servidor. La importancia de los que está pasando en España y Europa, quedará escrito en los libros de historia, junto a la Comuna de París y Mayo del 68. Y como con todos los sueños, tenemos dos opciones, dejar pasar el tren, hastiados y escépticos, o subirnos con nuestro granito de arena y hacerlo un poco menos sueño.
P.S.- No, el té de mil y una especias no llevaba alcohol.
Imágenes: Me gustaría tener más fotos de Marrakech; pero el día que pasamos perdidos entre sus callejones había una luz que mis limitadas habilidades no supieron aprovechar para captar la experiencia. Así que se van a tener ustedes que conformar con estas: (1) Músico y prestidigitador en Djemaa el-Fna, (2) "restaurantes" de Djemaa el-Fna, (3) dos personas corrientes charlando frente la mezquita de Koutoubia en el centro de Marrakech, (4) mediodía en un lugar cualquiera a medio camino entre Merzouga y el culo del mundo, también conocido como Taouz, (5) Hassan, nuestro wonderfuloso guia tuareg, (6) atardecer de una entre mil noches.
Sin duda, uno de tus mejores relatos.
ResponderEliminarSeguramente, una de tus mejores experiencias.
Posiblemente, una nueva esperanza. Un nuevo punto de partida.
Besinos.
Que bien hace usté de madre, madre ;) Gracias. Muaks!
ResponderEliminarEstamos despertando... sí... esperemos que sí...
ResponderEliminarPreciosas fotos y vivencias, gracias por compartirlas.
Muak.
PD: no me gusta el té, pero... ;)
Gracias a vosotros por leer :)
ResponderEliminarP.S.- ¿No te gusta el té? ¿Cómo no te puede gustar el té? Decir que no te gusta el té es como decir que no te gustan los colores. ¿Ninguno? ¡¿No te gusta ninguno?!
Hola !!
ResponderEliminarBienvenido a Marruecos
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