... Media hora después entrábamos en Estocolmo. Un kebab rápido. Recolección de colegas y de fiesta a, según los residentes, uno de los poco bares donde no corremos peligro de que nos echen por hablar todos a la vez. Lo sorprendente de la noche fue la vuelta a casa. Cogimos un taxi clandestino. Volved leer la última frase recordando que estamos en la capital de Escandinavia. Pues sí, amiguetes. Uno también flipó cuando se lo contaron, hasta que le dijeron lo que costaba un taxi de verdad: del orden de treinta eurazos por bajar la bandera!!! Con eso de que el transporte público deja que desear para tratarse de la capital de Escandinavia, y que de noche no funciona... El "taxista" se para haciéndose el despistado. No os creáis que se trataba de un paquistaní con un coche japonés de enésima mano, nooh, era un sueco en un Passat nuevo y de gasofa, por supuesto. Regateas el precio por llevarte a donde quieres. Tras diez minutos de amena conversación y alguna maniobra de dudosa legalidad estabamos en casa.
El sabado, desayuno tranquilo y visita a la ciudad. A pesar del día gris, los árboles desnudos y el frío, Estocolmo es bonita, muy bonita. Los canales amplios entre las catorce islas unidas por puentes de corte barroco o medieval. Los palacios, museos y ostentosos edificios oficiales reflejados en las aguas . Las callejuelas adoquinadas y sombrias que pueblan de encanto la ciudad vieja en la isla central. Todo se combina para demostrarnos porque la llaman la Venecia del norte.
Al contrario que en Copenhague, en Estocolmo uno tiene la sensación de estar en una ciudad de verdad, grande y ruidosa, a pesar de no ser mucho más grande que la capital danesa. Edificios modernos, grandes bloques de apartamentos y las autopistas cruzándose a varios niveles al lado y sobre los canales, te recuerdadn que aquí viven dos millones de personas.
Cuando nos cansamos de deambular de una isla a otra, fue el momento de reponer las reservas de bebida para la fiesta de despedida de Paco, que, no nos olvidemos, fue el motivo de esta escapada. Entonces nos dimos de morros con el sistema sueco. Al igual que en Noruega, todo lo que tenga más de tres grados y medio sólo se puede comprar en una especie de estancos estatales para bebidas alcoholicas. Se supone que para controlar el consumo masivo, sobre todo entre los jóvenes. Además, como parte de esa política, los sábados cierran a las tres de la tarde y los domingos no abren. Llegamos tarde, claro... Menos más que gracias a su afiliación con la embajada, la despensa de Paco estaba bien surtida de Faustino VII, y el resto de invitados, conociéndose el percal, vinieron surtidos; a un servidor se la traía al pairo el alcohol, pero al resto de asistentes a la fiesta me temo que no.
Hablando de los asistentes, ésta fue otra de esas fiestas, que no suelen ser raras por estas latitudes, en la que los todos hombres son españoles (salvo Giorgos y el sucio, esto, el suizo) y el sector femenino es de cualquier rincón menos de la parte latina del planeta, acordaros de la despedida de Hugo en Helsinki. En esta ocasión tuvimos representación de lituania, los esteits y, como no, suecia. Buena combinación para una gran fiesta, acojedora, con la peña justa para animar el apartamento de Paco. Quien puede darse por satisfecho, consiguió dos nuevos Capitanes Flint para el club. Fue una reunión de amigos donde todos se conocían menos las mujeres. Ojo al dato, chavales, que ese es la otra clave para entender por qué a eso de las cuatro de la mañana todo el mundo se había comido los morros, en media, con otra persona. Así llegamos a las cinco de la mañana, cuando los que no estaban durmiendo la mona hacía rato, difrutamos de caldo calentito y té cortesía de las lituanas (os pondría los nombres; pero casi no soy capaz de pronunciarlos, así que como pa'deletrearlos). Después llegó el momento en que comprendí la utilidad de tantas horas jugando al Tetris, en un alarde de habilidad logramos dormir nueve personas en un apartamento pensado para dos, teniendo en cuenta que la mitad ya estaban dormidos y no colaboraban.
Domingo por la mañana, a alguna hora indeterminada, cuando ya sólo quedábamos Paco, Giorgos, Brais (un gallego que ya está en la lista de amigos desperdigados por el mundo) y el que firma, nos cogimos el coche camino a Uppsala. Es una pequeña ciudad universitaria que, si no fuese por la catedral de ladrillos rojos, podría pasar por un pueblo cualquiera al pie de los Picos de Europa. Hizó un día esplendido para pasear por sus callejuelas centenarias a orillas de un río cantarín después de una buena comida india.
Momento de volver al aeropuerto. Siesta a once mil pies y feliz regreso a CPH, agotado y con la satisfación de otro fin de semana perdido por el mundo entre buenos amigos.
FOTOS YA!!!!!
ResponderEliminar¿ Por que a mi no me llevaste a esas fiestas ?
Ke jodio el kabron. con esa vida ke te pegas y lo resulton ke saliste nun me extraña ke te fueras frustao por nun "pillar" na por estos lares. Claro ke ahora solo te keda predicar en tu tierra ya ke con lor nordicos fae time ke las heladas cesaron. Cambiar Amazonas por valkirias nun parece tan mal cambio. y de fiesta en fiesta y tiro por ke te toca.... cual ye la siguiente?... por ke seguro ke ya hay otra en la agenda jajaja.
ResponderEliminarPues sintiéndolo mucho, esta vez no hay afotos, que ya sabéis que uno no tiene cámara, la de Paco estaba jodía y Giorgos, como ya se conocía Escomolmo... Y por supuesto, en la fiesta, la peña estaba o demasiado borracha, o demasiado ocupada para andar con esas nimiedades.
ResponderEliminarY ahora que lo dice usted, pues sí, la verdad es que fue una pena que cuando se vino no coincidió ninguna de estas liadas... Va a tener vs. que volver.
Como muy bien dice, Sr. Artesano, no nos quejamos con el cambio :) En cuanto a la siguiente, no tienes más que leer lo que estaba escribiendo mientras tú dejabas el comentario. Je je... Y esa no va a ser nada comparada con lo que tengo la agenda para finales de abril :D Ya os contaré con calma...