jueves, 15 de febrero de 2007

Se fueron, están, vendrán.

Iba a contároslo ayer; pero estos días ando peleándome con unas extrañas fiebres que hacen su aparición a media tarde, y le dejan a uno con ganas de poco más aparte de tirarse en cama a meditar los pecados de la carne. Debe ser una gripe danesa. Muy civilizada y eficiente ella, que te deja que levantes como una rosa por las mañanas para que vayas a trabajar contento y, poco antes de que sea hora de salir del curro, vuelve a hacer acto de presencia para que no disfrute de las tardes, que dicho sea de paso, esta semana las tenía todas libres... Muy oportuna ella, y democrática y plural, que anda media ciudad igual; incluidos los inmigrantes, no vaya a ser que la tachen de racista.

A lo que iba. Ayer a vuelto a pasar. No nos ha cogido de sorpresa a ninguno, lo sabíamos desde hacía tiempo. Ocurre cada dos o tres meses, y forma parte de la vida entre los expatriados. Otra amiga a terminado su estancia en Copenhague, ha hecho las maletas y se ha vuelto a España. Van unos cuantos este mes que se vuelven a rinconcito originario. La mayor parte de las amistades que uno hace por aquí son así, están de paso, rara vez más de nueve meses. Porque como os dije, integrarse entre los daneses no es cosa fácil, lleva tiempo, calma y tranquilidad.
Esa temporalidad le da un caracter especial a las relaciones. Por eso y porque existe entre los expatriados un sentimiento de estar todos en el mismo barco a la deriva en CPH, que hace que surja una solidaridad y buena fé que rara vez he visto. Por supuesto que capullos, haberlos haylos, que coger un avión no hace santo a nadie; pero aquí se les hace más difícil esconderse. No suelen pasar muchos días seguidos sin alguien termine necesitando un favor, consejo o lo que sea y, o tienden la mano, o no tienen donde esconderse, que entre la comunidad de estudiantes/Erasmus/ICEX/turistas-de-medio-plazo acabámos por conocermos todos.

Divagaciones aparte (culpa de la fiebre), pues eso, que el estar en este barco, sin las familias ni nuestros amigos de toda la vida, une. Necesitamos confiar y cuidar los unos de los otros. Aquí, en un par de horas cómplices, he hecho amistades más sinceras que algunas que se han quedado en Asturias. Sorprende ver como los favores corren de unas bocas a otras que se conocen apenas de unos minutos. Y aunque esos amigos tengan fecha de caducidad, que sí, que las intenciones, el tienes que venir a visitarme, los volveré por acá y todo eso abundan en las despedidas; pero salvo contadas excepciones, todos sabemos que o la casualidad media, o no volveremos a vernos nunca. La caducidad, decía, no hace de menos a las grandes personas que cuento entre mis amigos de por acá. Será también que entre los que decidimos echarnos un día la mochila a la espalda, nos es más fácil encontrar almas afines. Eso mismo hace que las despedidas no sean tristes (no mucho), porque todos sabemos que sin ese deambular de un sitio a otro no seríamos quienes somos. En el fondo nos alegramos por los que se van en busca de algo nuevo, o de vuelta a la patria, a recargar las pilas y los bolsillos para la próxima. Que los vientos te sean favorables y no hagas nada que yo no haría.

Al final, acabas repartiendo más pedazos de tu hogar entre todas esas mochilas, sabiéndo que estarán a buen recaudo hasta que vuelvas a reclamarlos. Sigues disfrutando con los que aún están aquí y tendiendo una mano a los que van llegando.

2 comentarios:

  1. No queria ser yo la que te sacase los colores haciendote ver la contradicción en la que estas callendo, pero en vista de que nadie se arranca por "soleares" aquí va: Tu dices que esos amigos que se van o vuelven a la tierra patria tienen fecha de caducidad, cosa que por otro lado yo no creo y conociendote como te conozco tu no vas a dejar que ocurra,pero te contradices por que en el fondo de tu pedaso de cosaron no lo piensa por que luego dices "que en sus mochilas llevan con ellos un dedazo de tu hogar el cual vas a poder reclamar algun día si fuese necesario".
    Los amigos de verdad, independientemente de donde los conozcas y en que circunstancias siempre van a estar cuando los necesites aunque hayas pasado tres años sin verles, puedes tardar una hora más o menos en ponerlos al día de tu vida, pero la amistad, el cariño, la complicidad y sobre todo las vivencias compartidas tan lejos de casa al final pueden con cualquier tiempo pasado en la distancia.
    Creo que tienes mucha razón cuando dices que "sin ese deambular de un sitio a otro no seriais quienes sois" y yo agrego que nosotros, los que os seguimos, tampoco conoceriamos muchos de los lugares que conocemos a traves de vuestros ojos y vuestras experiencias, gracias por compartirlas.
    Ojala esas fiebres cojoneras no achanten tu buena disposición y tu buena voluntad para seguir contándonos cosas y haciendonos pasar un buen rato.
    QUE TE MEJORES Y MUCHOS BESINOS BIXO.

    ResponderEliminar
  2. Culpa de la fiebre si no me he explicado bien, jeje. A lo que me refiero, es que tarde o temprano, muchos se van, y ya no es lo mismo. Amistad, siempre queda, en uno u otro grado, de una u otra forma; pero ya no compartes un día a día. Dejas de tener a alguien en quien apoyarte llegado el caso. Tienes que salir y volver a buscar compañeros de viaje y de cervezas; aunque entre muchos de los que haya conocido siga habiendo una verdadera amistad aunque sólo nos hablemos por mail o msn cada tres o cuatro semanas.

    ResponderEliminar