viernes, 8 de septiembre de 2006

Doscientas mil personas, barro y fuegos artificiales

Estoy empezando a sentir el síndrome de Estocolmo. No, no me he confundido de ciudad; lo que quiero decir es que están empezando a caerme bien estos vikingos, estoy empezando a entender por qué son como son. Se empieza a sentir el acecho del invierno: desde que me volví de vacaciones hemos perdido más de cuatro horas de luz!!!!!!! Y aún tenemos que perder el doble... Lo entendí hace tiempo; pero ahora empiezo a ser consciente de que aquí el clima condiciona tu vida mucho más allá de cuatro cambios en el vestuario. En ese sentido, una de las cosas más encantadoras de este pueblo, es la manera apasionada que tienen de disfrutar el breve y precioso verano escandinavo. Durante esas cortas semanas en que el sol luce en el cielo durante veinte horas al día, no les hace falta ninguna disculpa, evento histórico destacado, ni santo, para ir a tirarse a un parque, montarse barbacoas en cualquier sitio o organizar una macro fiesta, convertir las calles en un escenario, en un mercadillo o una discoteca. No importa que tengan que trabajar, sobran horas de luz por las tardes para organizar saraos, y los fines de semana no los perdonan.

Una de las muchas liadas de estas en las tuve la suerte de estar, ocurrió hace dos semanas. Se trata de una tradición con sólo un puñado de años; pero que ya tiene un lugar destacado en los calendarios de todo Copenhague. No sé como se llama a ciencia cierta, porque todo el mundo habla de ella como "la carrera de Fælledparken". Por lo que sé, la cosa empezó como una carrera organizada entre cuatro amiguetes de varias de las empresas más grandes de Copenhague; un rollito de estos sociales que tanto les gustan para incentivar la comunicación el trabajo, movida "oye, por qué no organizamos una carrera pa'charnos unas risas la semana que viene". Con la pijada este año han participado doscientas mil personas de todos los pelos y colores, de todas la edades y condicienes. Cada uno a su ritmo, el que no puede correr, anda; el que no puede andar se sienta y descasa.

En nuestro grupo, por orden expresa de la jefa (que también corrió), organizamos dos equipos. Me explico: es una carrera de relevos en un circuito de cinco kilómetros que culebrea por un parque descomunal que hay cerca del centro. Los equipos son de cinco personas y cada una tiene que dar una vuelta, total, 25 km.


La historia dura cuatro días!! Se empieza a las seis de la tarde, salen doscientos cincuenta equipos cada dos minutos y dura hasta que termine el último, allá por las nueve y media o las diez de la noche. Claro, os podréis imaginar que un parque petado con cincentamil corredores más los expontáneos que se apuntan a la fiesta porque sí, es una movida gordísima. Si a esto le añadiis que estamos en Dinamarca y que la cerveza y las barbacoas no pueden faltar, os iréis haciendo una idea. Si le añadiis que la orgagnización monta cuarenta carpas con mesas a lo largo del circuito para que la peña se siente a beber y jalar, os vais percatando de que esto es como una fiesta de prao descomunal.

El por qué de esta carrera...

A ver, por'onde iba? Eran las nueve de la noche del viernes y ahora son las siete y media de la tarde del sábado! Hay que joderse, cómo pasa el tiempo desde que estoy en esta ciudad...

Eso, el motivo de la carrera... Pues, nada, por que sí. Porque mola, pa'pasar el rato y echarse unas risas con los amiguetes. El premio? Os parece poco premio? N0 hay más premio que el estar allí. Es todo por amor al arte; para disfrutar de una tarde de verano de una manera diferente. Creíais que os decía en broma aquello de que para los daneses el verano es algo especial que se empeñan en disfrutar hasta el último segundo?

Bueno, aunque al final este año el invento estuvo pasado por agua, como todo el mes de agosto, nos lo pasamos bien. De hecho lo de la lluvia tuvo su gracia. Esa es otra cosas que me encanta de los daneses. Disfrutan de las pequeñas cosas como niños. Los he visto salir en días de tormenta a saltar descalzos en los charcos, quedarse embelesados ante la nevada estival de un cerezo en flor... Cómo se iban a perder una carrera bajo la lluvia por una pista con un palmo de barro?! De ninguna manera.

Por razones históricas y de simetría me tocó correr el último de mi equipo, al anochecer, después de llevar toda la tarde lloviendo y de haber pisoteado la "hierba" cuarenta mil personas, más las cincuenta mil del día anterior. Fue toda una odisea. Correr como un poseso para recuperar los tres minutos que nos llevaba de ventaja el otro equipo de nuestro grupo. Esquivar al resto de corredores mientras trataba de que el barro no se tragase mis playeros. Acabé con barro hasta dentro de las orejas. Por suerte una parte del recorrido había una especie de carril libre: los charcos, y me limpié un poco. Vamos, divertidísimo. Lo que mola ensuciarse y salpicar en los charcos!

Con todo esto, o gracias a ello, conseguí correr los cinco kilómetros en veinte minutos.
Cuatro minutos por kilómetro. No esta mal!! El más rápido de nuestros dos equipos (estoy orgulloso, pa'que os voy a decir que no si sí); pero no fue suficiente. Al final nos ganaron por treinta segundos. Mecagüen!!

Después, toalla, cambio rápido de camiseta y cena de papo comentando la jugada. Fuegos artificales cuando el último cruzó la meta y muchas risas.

Y ahora, cenorra con Albert, un erasmus barcelonita que está hasta los güevos de vivir en un hostal porque no encuentra piso y se ha acercado a cenar conmigo. Luego Erasmus Party en un sitio que no conozco y más allá quien sabe lo que depara una noche de verano en Copenhague.

Besinos y abrazos. No hagáis nada que yo no haría.

2 comentarios:

  1. Joooo que diver eso de correr por el barro y tal no (leer con tono ironico)
    Creo que hay un grupo de gente supercachonda que hace lo mismo en un sitio que se llama Ejercito.

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  2. Tú lo has dicho:

    La diferencia es que son gente en vez de personas, y sí, suelen estar muy cachondos, consecuencia de dormir en una plantación de nabos.

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