sábado, 28 de mayo de 2011

Marruecos III:
el día que inventamos el mundo

Nota: llevo tres días intentando actualizar Bitácora; pero parece que alguien sigue haciendo de las suyas en Blogger. . .  Hoy, por fin me ha dejado actualizar. Disculpen las molestias. Y disfruten.

Hay lugares. Hay lugares que te cambian el mundo. Vas a ellos, te miran y te pintan otro mundo en la piel, otros colores, otros sonidos, otros aromas. Y el mundo ya es otro.

Es como un mar de arena. Uno cree entender la metáfora. Ni puta idea. Hasta que respiras arena, escuchas arena, hueles arena, corres por la arena, saltas, ruedas, haces el amor sobre la arena, hasta entonces, no tienes ni puta idea de la precisión casi dolorosa de la metáfora. Arena. Baila con el viento dunas sensuales, olas pacientes hasta el horizonte. Canta con el Sol en un silencio de colores y sombras, un espejo burlándose del cielo. Canta y baila hasta el atardecer, repentino, de belleza insoportable. El Sol cae, la arena se enfría bajo tus pies desnudos y la vida rompe el silencio. Una explosión de aleteos, pájaros oscuros y murciélagos blancos de alas translúcidas, escarabajos y ratones, zorros, serpientes y halcones. Mientras el día calla, la noche habla. Susurros de arena, gritos de cazadores y cazados. Habla y habla. La noche habla y las dunas callan ocultas entre sombras indistinguibles. Tumbado sobre la arena, miras al cielo. Y el universo te contempla con diez mil ojos. . . Un instante. Un instante es suficiente para entender. Un instante dilatado en horas boquiabiertas. Arrullados por estrellas fugaces, nos dormimos abrazados sobre la arena. . . Despertamos con un caricia del amanecer. Entendiendo más colores, más sabores, más silencios. Ahora entendemos la metáfora. Es como un erg de agua.

Uno, dos o tres días después, qué más da, conducimos de vuelta. Con arena en los bolsillos, en la piel y el alma, cruzamos yermos flanqueados de montañas distantes y precipicios inauditos. Carreteras infinitas que cruzan las grietas del mundo. De vez en cuando encontramos un tesoro en medio del desierto.
Palmerales esmeralda junto a los que se acurruca un poblado de ojos curiosos y cansados. Los kilómetros pasan, nos alejamos de la arena, aunque el desierto continúa. Bajo el sol inclemente, distinguimos en el horizonte picos nevados. De nuevo, el Atlas. Y al otro lado, Marrakech espera. . . Y a nuestra espalda, hay lugares que nos han cambiado el mundo. Hay lugares que nos pertenecen para siempre.

P.S.- Casi me he pasado más tiempo eligiendo las imágenes que escribiendo. Y como la dudad suele ser una respuesta en sí misma, les prometo a ustedes una recopilación más amplia de las fotografías de este viaje.


Imágenes: Nikon D40 (18-55mm) sin PhotoShop ;)

2 comentarios:

  1. Qué pasada todo, acabo de leer las 3 partes seguidas...
    Preciosas fotos y relatos.
    Es curioso cómo desde otros ojos ves las cosas diferentes.

    Muak.

    Vero.

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  2. Gracias :) Procuraremos que la cuarta parte esté a la altura. . . ¡Beso!

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