jueves, 22 de mayo de 2008

Primer plato: Carcassone

Uno se acerca a la ciudadela de Carcassone cruzando los doce arcos centenarios del puente de piedra que la unen a la ciudad nueva. La ciudadela se alza majestuosa sobre una colina bordeada por el río Aude, cultivos y bosques, dominando un amplio valle que alcanza hasta las estrivaciones septentrionales de los Pirineos. Las murallas dobles parecen crecer a cada paso, más de doce metros de piedra sólida, salpicadas de torres de todas las formas y tamaños que uno pueda imaginarse. Torres que cuenta la historia de una fortaleza que empezaron a construir los romanos y fue creciendo hasta convertirse en unos de los centros comerciales, culturales y estratégicos de la Edad Media. Durante muchos años fue frontera entre los reinos de Aragón y Occitania, y núcleo de una de las sectas cristianas más revolucionarias y misteriosas: los cátaros.

De cerca, plantado ante la entrada principal de la ciudadela , uno siente el verdadero propósito de aquellas murallas, torres y arcos: intimidar a los sensatos y matar a los valientes. La entrada principal es un pasillo de muerte. Uno cruza la primera muralla pasando bajo dos arcadas separadas por un puente levadizo. El pasaje es demasiado pequeño para lo que uno esperaría en algo tan inmenso como Carcassone y está flanqueado de saeteras, rendijas verticales, estrechas, largas y oscuras, ojos del diablo desde los que lanzar flechas y aceite hirviendo. Además se desvía hacia la derecha para confundir a los atacantes y hacerlos entrar de lado al espacio entre las dos murallas, donde serán tiro franco para los ballesteros apostados en las dos inmensas torres que guardan la entrada de la segunda muralla. Sobrias y estoicas, decoradas sólo con blasón y santo patrón, viligan desde hace siglos el paso de millares de gentes bajo la pequeña puerta que guardan; antes puerta al futuro y la prosperidad, ahora al pasado y la leyenda.

Cuando crucé bajo aquella puerta me alegré estar un lugar histórico atestado de turistas. Me alegré de tener que caminar despacio, detenerme y esquivar personas boquiabiertas, mirando a lo alto, gritando y parándose a ojear lo que los tenderos exponían en la agonsta calle principal que sube hasta el castillo condal. Uno tiene dejar las prisas de lado, armarse de paciencia y disfrutar la mezcolanza de aromas a comida, incienso, velas, cuero y sudor, abrir los oídos a la cacofonía de pasos sobre el empedrado, gritos de niños, risas de adultos y voceos de los tenderos. Y sí, digo disfrutar, porque así atestadas y ruidosas es como debieron ser en su día esas calles estrechas y empinadas, retorcidas y sombrias. Por una vez la aglomeración de turistas sirvió para dar el ambiente adecuado, porque
Carcassone fue en su día el centro comercial y cultural de Occitania e, igual que hoy, sus calles debieron estar atestadas de gentes llegadas de todas partes de Europa: campesinos y mercaderes, viajeros y juglares, gentes de paso y habitantes permanentes ocupados en sus asuntos y negocios, subiendo y bajando por las callejuelas empedradas, tan asombrados como los viajeros de hoy ante la colosal belleza del lugar.

Aunque haya expertos que se quejen, la labor de reconstrucción de
Carcassone es ejemplar, no sólo murallas y torres están siguen patrones acorde a las varias épocas y fases de su construcción original (o a lo que se creía en el momento de la reconstrucción), sino que todos y cada uno de los edificios, casas, tiendas, posasdas y tabernas conservan el estilo y ambiente originales: vigas de madera, puertas pequeñajas, escaleras peligrosas y todo tipo de "lujos" medievales. Lo que si es un lujo es subierse a las murallas y contemplar el valle como debieron verlo señores de antaño; como debieron verlo las tropas del rey de Francia acuarteladas tras los muros antes de iniciar la caza de herejes y rebeldes, la cruzada contra los proscritos por el Papa de Roma, contra los cátaros y sus ideas demasiado peligrosas para la ambición católica.

A principios del s. XIII la región cuyo centro es
Carcassone era codiciciada por el rey de Francia, por su situación estratégica como frontera con el reino de Aragón y como puerta al comercio mediterraneo. La disculpa que necesitaba para hacer marchar sus tropas fueron los cátaros, quienes creían de que la salvación sólo podía alcanzarse a través del conocimiento personal de la verdadera esencia divina, sin necesidad de intercesión de ningúna institución religiosa, a las que consideraban obra del demonio, como a todo lo terreno y como probaban la opoluencia, riqueza y ambición que ostentaba la Iglesia Católica. Aquellas gentes austeras, dedicadas y devotas del servicio a Dios a través de la mejora personal suponían un obvio peligro para las estructuras católicas, cuya tesis es que la salvación sólo puede alcanzarse gracias a la intermediación de la Iglesia y sus miembros entre los pecadores y Dios. Ni el Papa, ni ninguno de sus fieles, estaban dispuestos a tolerar semejante ataque y desprecio por su poder. Declararon hejeres a los cátaros e instaron a los reyes de la zona a lanzar una cruzada contra ellos. Era la señal que el rey de Francia esperaba.

La cruzada albiguense dio a Francia dominio sobre los terrenos que codiciaba y terminó con la amenaza que las ideas cátaras suponían para Roma. La paz y la justicia divina dejó Occitania sembrada de cadáveres y regada en sangre, salpicada de fortalezas en ruinas que aún asoman orgullosas en las cimas de los montes escarpados donde los cátaros lucharon por última vez por defender un modo de vida que ponía a su Dios al alcance de todos, nobles y plebeyos, ricos y pobres por igual.

Ya sea caminando sobre sus murallas, perdiéndose por sus callejuelas, subiendo a sus torres, mirando por las rendijas de los matacanes, disfrutando de sus restaurantes o paseando por su basílica, Carcassone nos permite echar un vistazo a algunos de los capítulos más apasionantes de la historia de Europa. En
Carcassone aún retumbna los ecos de las vidas de las personas que vivieron y murieron para levantar, defender o asediar sus muros; en Carcassone podemos rastrear los pasos para entender mejor por qué nuestro mundo es como es, cómo llegamos hasta aquí, lo que perdimos y lo que ganamos en el camino.


Imágenes: Puerta de Narbona (Wikipedia) y Expulsión de los cátaros de Carcassone (Wikipedia).

4 comentarios:

  1. Impresionante lección de historia. Seguiremos atentos esperando la próxima entrega.

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  2. Te refieres a la de Wikipedia, ¿no? ;)

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  3. Ays, si te hubiese tenido a tí contandome estas cosas allá por mis años mozos de instituto... Otro gallo hubiese cantado cuando vi mi nota de historia en selectividad... jajajja.

    Si es que nos lo cuentas tan bien, y el enlace tan facilito, para que sepamos más... jo, que bien...

    No sé cuantas veces te lo he dicho ya, pero... que envidia me das, cabronazooorrrllll!!!

    Debe ser una pasada andar por esas calles, pasar por esas puertas, murallas... un lujazo.

    El segundo plato es Praha, y no sé ni si leerte, porque me voy a empezar a poner verde....

    Muaaaakkkk!!!

    PD: toy leyéndote...

    PD2: ...un 2.

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  4. Me alegro de que lo hayas disfrutado :) A ver si os meto tanta tanta envidia como para que os pongáis a juntar euros como locos y la próxima vez nos vamos juntos :D

    Un abrazo.

    P.S.- Pues parecida a la mía en física. . .

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