
Tal vez vendría a cuento alguna reflexión con trazas de inteligencia acerca del paso del tiempo, lo que cambia y aprende uno o cosas por el estilo; pero ahora mismo, ni me apetece, ni se me ocurre ninguna. Hoy me he pasado el día tratando de sustituir la reserva del coche de alquiler que había hecho para el viaje a Marruecos y que me cancelaron ayer. A estas alturas del día sigo dándole vueltas a las opciones. Decidiré más tarde con la vikinga. Hace un rato que he vuelto de tomarme un cerveza al sol con la compañía de un buen libro. Y, hablando de libros, esta mañana me ha llegado un paquete con dos. Eran el regalo de despedia tras trabajillo que me tuvo entretenido las últimas seis semanas. Uno a cuenta de la empresa y otro detalle personal del jefe, que ya me ha metido presión para que me lo lea y quedemos para intercambiar opiniones. Cinco años y un día y este país y sus habitantes aún me siguen sorprendiendo, para bien.
Esas van a ser todas las reflexiones que haga hoy; pero si tienen ganas de alguna más, mediten lo siguiente: ¿Por qué la iglesia católica, o ya puestos cualquier otra, aún no ha sido juzgada e ilegalizada en España? Con la constitución y el código penal en la mano, la iglesia católica es culpable de:
- Chantaje y amenazas reiteradas: llevan siglos reiterando que todo aquel que no siga sus mandatos arderá eternamente en los infiernos. Por no hablar de la constante práctica y apología del acoso psicológico, también llamado proselitismo.
- Publicidad engañosa y estafa: ninguna de sus recomendaciones o prescripciones para la mejora de la salud, propia o ajena, la obtención de beneficios o mitigación de catástrofes (ej. rezar, ir a misa, etc) ha sido probada cientificamente con resultados positivos.
¡Ilegalización ya!