miércoles, 9 de febrero de 2011

Ladrones de muertes

Le miré con odio. Un odio frío y profundo como rara vez he sentido por nadie. No odiaba al hombre, vestido con sotana negra bajo la bata blanca, sino al engaño que representaba y servía. Cuando el curita de hospital salió de la habitación, apenas me dirigió una mirada. Supongo que había tenido bastante son sentirla clavada en su nuca mientras murmuraba estupideces y trazaba una cruz aceitosa en la frente de mi padre, sedado y moribundo.

"La extrema unción es un sacramento muy importante." Lo había leído de boca de uno de los personajes de Tolstoi hacía unas horas. Lev, Leo, León o como les plazca a ustedes llamar al ruso, trata con absoluta seriedad a sus personajes para mostrarnos su desprecio irónico por ellos y su mundo. Un servidor no dispone ni las páginas ni de la pluma del ruso, así que, sin ironías ni florituras, me cago en la extrema unción y en el resto de sacramentos.

No era suficiente que su hijo o su hermana hubieran sujetado durante horas la mano inerte de mi padre, no, ese gesto que trataba de infundir ánimos y fuerza a la vez que era una larga despedida, no era suficiente. Para que que muriese en paz un cura tenía que murmurar estupideces y ensuciarle la frente con aceite. La religión, cualquiera, se adueña de los momentos más emotivos de nuestras vidas. Nacimientos, ritos de pasaje, matrimonios, funerales. Los clérigos arrebatan nuestras decisiones y pasos vitales elevándolas más allá de nuestro alcance, robándonos la capacidad de decidir sobre ellos. Ellos se encargan de todo. El clérigo nos explica que debemos hacer y sentir el día que bautizamos a nuestros hijos, el día que nos casamos, el día que damos el último adiós a un ser querido. Desde lo alto del púlpito, frente a su rebaño de borregos libres de las dudas y las preguntas, la religión nos priva, con respuestas fáciles y rituales baratos, de la catarsis, de la posibilidad de aprender, compartir y acercarnos a los demás que nos brindan esos momentos críticos. Nosotros, meros mortales, no debemos preocuparnos por cosas superiores. Nacimientos y muertes, son sólo asunto suyo y de su dios. Nosotros debemos vivir tranquilos y vivir en la apatía. Callar y obedecer como ordenan los dioses.

Hoy, la religión mayoritaria entre los agnósticos y herejes occidentales aplica una receta similar a la religiosa para lograr el mismo efecto: una manada de borregos gobernables. Hoy ya no se ponen en manos de instituciones superiores los momentos claves de una vida, no, eso sería antidemocrático e iría contra las leyes antimonopolio. Ahora, sin más, la muerte, la vejez, el sufrimiento, han sido borradas del mapa. En los anuncios sólo aparecen jóvenes sonrientes, ni niños ni adultos, sólo un limbo de jóvenes perpetuos; usen pañales o peinen canas, todos son libres, felices e independientes: jóvenes. En la tele nadie muere. En la tele hay víctimas de asesinatos o accidentes, de negligencias o de la mala suerte; pero nadie muere. La muerte en la tele es un suceso desafortunado que jamás ocurriría sin influencia ajena. En la tele, la muerte es una aberración innatural.

Ya ni nacemos ni morimos. Ya no es necesario preocuparse por nada ni darle sentido a una vida, que por eterna, siempre tendremos tiempo enmendar. Ego me absolvo. Amén. . . Nacer y morir son los únicos dos actos inevitables de nuestras vidas. Entre esas dos verdades irrefutables, disponemos todos de lo mismo: de una vida, ni más ni menos, una vida. ¿Injusto? Sí. Pero más injusto es aún que la única vida que poseemos, larga o breve, nos la roben otros para su propio beneficio. Gobernantes, patronos, sacerdotes, empresarios, militares, policías y fascitas en general, están todos encantados de que nos olvidemos nuestras muertes. Sin el único hecho y verdad irrefutable que nos iguala a todos, sin la muerte, pueden justificar cualquier desigualdad entre los hombres.


Imágenes: Adaptación de la Creación de Adán de Miguel Ángel y Navidad según Banksy.

9 comentarios:

  1. ... Y porqué nadie ha re-posteado hasta ahora?!
    Empecé a leerte anoche, me quedé sin batería y con demasiado sueño...
    ... sabía que, esta mañana, en cuanto tuviese un rato, tendría que comentarlo.
    Ahora veo porqué nadie ha dicho nada...
    SI ES QUE NO HAY MÁS QUE AÑADIR!!! Qué ponemos? Que sí? Que amen? Que tienes más razón que un santo? ( ;) )
    Que es cuasi-cómico cómo la tele parece un inacabable episodio de El equipo A, que sólo se vió sangre cuando M.A. se pinchó en el pie con un clavo?... y que, para una cosa que, de verdad, nos une a todos, tengan que venir otros a quitárnoslo casi por imposición?

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  2. Cuanta razon,pero aveces todas esas cosas tambien nos dan esperanzas para seguir.mucho animo

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  3. Gracias :)

    Y, por vuestros comentarios, me parece que he dado una impresión incorrecta de mi estado de ánimo. No me encuentro en un momento bajo. Estoy muy animado, y con vuestros mensajes, más. La muerte de mi padre, no diré que fuese algo agradable, pero tampoco ha sido un proceso traumático. Como ya dije, creo que ocurrió de la mejor manera posible, y no me ha dejado ningún resquicio de remordimiento ni la sensación de que nos quedaron cosas por hacer.

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  4. A mi sí, hacer las cosas mal se paga y duele muchho.
    lo siento

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  5. Reconocer los errores es la mejor manera de empezar a solucionarlos y de no repetirlos. Aunque en este caso, no creo que hayas cometido tantos como crees, ni que sean tan terribles como piensas. Así que haz las paces con lo que ya no tenga solución, aprende lo que puedas para el futuro y olvida el resto. Un abrazote, rata.

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