A partir de ahí, todo fue un cúmulo de despropósitos. La sanción a Hamilton fue de risa y, además, llegó después de que los comisarios deliberasen durante casi cuarenta minutos. ¡Cuanrenta minutos! ¿Estamos de coña, no? Hamilton se merecía bandera negra: descalificado; pero no, le aplicaron un drive through que no sirvió de nada. Como dijo Alonso: "Íbamos un metro uno del otro y uno acabó segundo y otro noveno." Ese es el precio de "aceptar las normas", que es según Hamilton lo que deberia de hacer Alonso. ¡Tócate los cojones, Mariloli! Mexannos encima e aínda temos dir que chove. . .
Las decisiones de los comisarios fueron tan ridículas, que luego tuvieron que inventarse una sanción inexistente para penalizar a otros nueve pilotos por rodar más rápido de lo debido mientras el coche de seguridad estaba en pista. La penalización estandar debería haber sido un drive through; pero como esa fue la pena aplicada a Hamilton, aplicarsela también a los demás equivaldría a decir que pasarse un poco el limite de velocidad es lo mismo que adelantar al coche de seguridad. Y ni de coña, claro; lo de Hamilton estuvo a años luz, fue inaudito, único e impensable. Así que para enmendar sus propios entuertos lo comisarios se inventaron una sanción simbólica de cinco segundos. Y tan anchos que se quedaron.
El peligro de todo esto, como ha apuntado Montezemolo, el director de Ferrari, es que en ambos casos la penalización fue más rentable que respetar las normas. Los equipos que no resperaton el tiempo mínimo, ganaron mucho más que los cinco segundos que perdieron con la penalización. Y desde luego, adelantando al coche de seguridad, Hamilton ganó mucho más tiempo y puntos de los doce segundos y cero puntos que perdió con el drive through. Si esto sienta precedente, los equipos van a empezar a echar cuentas y la Formula 1 va comenzar a parecerse al futbol, donde saltarse las normas y timar a los árbitros es tan importante como jugar bien y mucho más rentable que ser honestos.
Conste, aúnque la dirección de carrera hubiera hecho las cosas bien, el coche de seguridad hubiese arruinado de igual modo la carrera de ambos Ferraris, y eso sí fue mala suerte. La mala suerte compartida con Vettel y Hamilton de haberse pasado ya la entrada a boxes cuando ocurrió el accidente de Webber. Claro, porque todo esto empezó cuando a Mark Webber se le volvió a ir la olla y embistió a Kovalainen a las primeras de cambio. Incluso en un profesional, es un error comprensible cuando se enfrentan en la pista coches con rendimientos tan diferentes. Comprensible, quizá no excusable y, desde luego, lo que es un sinsentido es que encima pretenda echarle la culpa a Heikki. Ponte como quieras, esta no cuela, Mark. La culpa fue tuya y sólo tuya.
Imágen: Autosport.com.