domingo, 19 de septiembre de 2010

El arte vikingo del combate singular



A veces, en ciertos momentos, y sospecho que sólo es posible en esos momentos concretos, uno se encuentra ciertos párrafos que leídos cualquier otro día pasarían desapercibidos; pero ese día producen una extraña sensación de reconocimiento no del todo agradable. Aunque a uno le chirríen ciertas frases, aunque considere la redacción mejorable, aunque tenga la sensación de que algo se escapa a la comprensión, esos párrafos pulsan cierta cuerda en las entrañas cuya nota deja ciertos ecos vibrando en los huesos. Como si reflejase cierta parte de uno, de su vida y el mundo que le rodea y fuese incapaz distinguir ni cuál ni porqué ni qué hay de cierto en todo ello. Ocurrió hace un buen puñado de horas con ciertos párrafos de Brian Wood. Northlanders, tomo y capítulo terceros: The Viking Art of Single Combat (El arte vikingo del combate singular). A ver si me los sacudo de encima. . .

"[. . .] Los jóvenes entre nosotros graznan felizmente ¡Thor! cuando les preguntan acerca de los dioses de la guerra; pero un guerrero cabal, del tipo que no hará algo tan cobarde como desangrarse estando un muro de escudos cuando se supone que debe cubrirte la espalda, ese hombre sonreirá y hablará de Loki. Escurridizo, escurridizo Loki. El perfecto dios de la guerra, pero también el dios de la poesía, la educación, el engaño y las tretas, todo junto en uno. Thor te brama desde las alturas como un jodido gilipollas arrogante, pero Loki se te acercará por detrás mientras le estés dando palique a alguna doncella y te arrancará un riñón con una azada. El concepto central de "golpear al enemigo donde no está." Engañar, como lo llama otra gente. Normalmente los muertos. ¿Por qué perder cuando puedes ganar? ¿Por qué morir cuando puedes vivir? ¿Por qué no volver a casa cuando puedes volver a casa, sembrar un par de hectáreas, desarrollar una receta de vino de patata verdaderamente épica y vivir para ver a tus nietos echar a andar? ¿Por que ir a la batalla irreflexivo, como un idiota? Ese es el estilo del berserker. Una vida media de dos veranos. A esos tipos, los reyes y señores los adoran. Arrójales algunos pertrechos de segunda mano y un puñado de setas. Luego, estarán tan jodidamente colocados que masticarán sus escudos, sin percatarse de sus dientes partiéndose ni de que están a punto de cargar al enemigo con una espada oxidada y embotada. La gente normal sacude sus cabezas asombrada ante la visión de un berserker babeante y ojeroso lanzándose de cabeza entre una docena de puntas de lanza. Pero ellos tienen la ventaja distintiva de aterrorizar al enemigo desprevenido. Y por eso, por todas la batallas ganadas que no lo habrían sido de otro modo, brindaremos por los lunáticos. Para tí mismo, el hombre común, es muy fácil encontrarte en medio de una leva, reclutado para el servicio por tu terrateniente. ¿Seguro que los impuestos que pagas significan que el señor y sus guardaespaldas tienen la obligación de encargarse de que no te tragues un hacha? Los cereales no se cosechan solos, ¿a que no? Incluso si sólo reclaman a la mitad, siempre parece que sale tu papeleta, y allí estás, dando un beso de despedida a los renacuajos y evitando la mirada siniestra de la esposa. Camino a prender fuego a la vida de algún otro pobre granjero, y luego rondar incómodo, pretendiendo que los huscarles no están violando a todas y cada una de las mujeres que encuentren, allí mismo, enfrente tuyo. Y lo único en que puedes pensar es en el hogar y rezar porque en su siguiente guiño la fatalidad no decida mandar media leva en tu dirección.

Y luego tienes al de corte emprendedor, del tipo de los que pueden olfatear riquezas en los vientos y consideran apropiado perturbar esos hermosos, dorados días de verano haciendo un poco el vikingo. Tres semanas en un bote grasiento nunca es un paseo, pero la recompensa puede ser enorme. Golpear y correr arriba y abajo por la costa de Hibernia puede marcar fácilmente la diferencia si la cosecha es menor de lo esperado. Todo el mundo sueña con su Lindisfarne particular, allí, una fortuna que tomar y montones de monjes que despachar. Ir por libre está plagado de peligros y decepciones, pero todo lo que hace falta es esa teta dorada a la que puedas volver una y otra vez. [. . .] Si no lo has hecho, no puedes entenderlo. Como con los berserkers, alzamos nuestras copas por el inventor del calado bajo. ¿Un barco largo con capacidad para cincuenta hombres y que requiere menos de un metro de agua para flotar?
Venga. Dinos quién es el enemigo y dónde toma su baño de la tarde. Navegaremos ese cauce, ese arrollo, ese charco de agua sucia y caeremos sobre él como demonios. Incluso con la cabeza de dragón en lo alto y los cantos miserables en que algunos se empecinan, no sabrás que estamos llegando hasta que sea tarde, demasiado tarde.

No es por palmearnos la espalda en demasía, pero siempre he admirado el pragmatismo que gobierna las razzias. Por descontado, pensar y actuar con astucia beneficia a cualquiera con un poco de disciplina; pero hay una cierta. . . pureza en todo ello. Ni por los dioses, ni por un rey, ni por un conjunto de reglas, un blasón o una filosofía. Sino por comida, por tierra que cultivar y aguas para pescar. Por escapar de la corrupción y la violencia. Por una vida mejor para familia. Escaso consuelo para el conquistado, pero los dioses sólo hicieron un mundo, probablemente para partirse el culo mientras luchábamos por él. Qué así sea. [. . .]

Es fácil olvidar que el mundo es un lugar hermoso. A menudo pienso que es un truco sucio de los dioses. Nos muestran vistas asombrosas y mares brillantes, huertos de manzanas fragantes y colinas verdes tan frescas que dudas si pisar sobre la hierba. Pero es tan puta la lucha por tan sólo estar ese mundo. Por encontrar tan sólo la tierra y comida necesarias. Por ir tan sólo de aquí para allá sin que algún gilipollas te madrugue o te imponga impuestos o secuestre a tu compañera e incendie tu hogar. Esos largos meses de invierno acurrucado con tu esposa, todas esas gloriosas, acogedoras horas en el catre haciendo bebés. . . Si logran sobrevivir su primer año, gastarás la docena siguiente en un estado de terror contenido temiendo que algo horrible les ocurra. Que las cosas terribles que has hecho tú mismo vengan de vuelta. Y que no haya ninguna puta cosa que puedas hacer para evitarlo. Y Loki se ríe de esto con su risa más poética, su astuta, tramposa risa, y todos vosotros agacháis la cabeza porque, bueno, sí, eso sería justo, ¿o no?

El ansia de huir os corroe. Poned tierra de por medio entre vosotros y los que amáis. A lo mejor ese les evite algún dolor. Todo lo que os evita a vosotros es de ser testigos. La culpa permanece. Así que por supuesto no lo hacéis. Por supuesto, los abrazáis más fuerte y contempláis las tierras del norte menguar cada año. Construís una casa mejor. Atendéis vuestras granja y alejáis vuestras reservas y movéis vuestros rebaños a nuevos escondites y mantenéis vuestras espadas afiladas. Tratáis de olvidar la fealdad. Y rezáis porque no se levante viento del oeste."



P.S.- La canción es Marsk, de los daneses Valravn, y las imágenes, aunque no lo digan, son del lugar más bonito del mundo.

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