A la vista de las posiciones perdidas en el incidente, y dando gracias de que el F10 todavía se movía, en Ferrari tomaron la decisión adecuada: entrar a boxes y poner gomas intermedias. ¿Y que ocurrió entonces? Paró de llover, evidentemente. Vuelta a boxes, y vuelta a empezar. . . A Fernando le costó sólo un puñado de vueltas remontar de vigésimo a décimo tercero; aunque la realización de la carrera consideró que había cosas más importantes que enseñar. Llegó a adelantar a dos coches por vuelta y su ritmo era igual, o en ocasiones más rápido que el de la cabeza de carrera. Todo eso pilotando un coche que, después del encontronazo con Rubinho, tenía una sospechosa tendencia a irse hacia la derecha; lo cual tengo entendido que no es bueno cuando uno va trescientos kilómetros por hora.
Sólo quedaba esperar un milagro. Otra tromba de agua en el momento oportuno, que, por supuesto, no llegó. Llegó tarde, quiero decir. Llegó cuando Alonso se dejaba la piel por arañar algo más que dos puntos. Llegó para demostrar una vez más que Hamilton puede salirse de la pista, pasar rozando los muros y salir indemne de todos sus errores. Mientras que Fernando otra vez más pagó un precio desproporcionado por el menor de los errores, si se le puede llamar tal, teniendo en cuenta que su coche estaba tocado. A él el muro no le perdonó la indiscreción.
Pero el de Alonso no fue el único drama que vimos en el precioso, espectacular, increíble trazado de Spa. Vettel también vivió su calvario particular. Primero un choque desafortunado con Button, que destrozó el coche del inglés y a él le costó un alerón y una sanción injusta. Cada vez entiendo menos a los señores de la FIA. Todos los años andan mareando la perdiz con cambios y más cambios en las reglas para fomentar los adelantamientos y luego, cuando un piloto se la juega, arriesga dentro de los límites razonables, le sancionan si le sale mal. Vettel ni infringió regla alguna, ni hizo nada a propósito que pusiera en peligro la vida de nadie; sólo hizo su trabajo y le salió mal. Igual que Barrichello, por mucho que me fastidie que diera al traste con la carrera de Alonso, tampoco hizo nada para ganarse una penalización. Son errores, incidentes normales que ocurren en las carreras, donde a los pilotos les pagan por conducir máquinas salvajes al límite de sus posibilidades.
Mención especial merece también la penalización a Alguersuari. A ver si lo he entendido bien: el chaval se pasa de frenada, se salta una chicane y Liuzzi, que iba un segundo por detrás, no consigue aprovechar la oportunidad para adelantarle. La FIA decide penalizar a Jaime por defender su posición por fuera de la pista, cuando Liuzzi nisiquiera estaba en condiciones de adelantarle y en la vuelta siguiente, trazando la chicane como es debido, el español marcó el mismo tiempo. No entiendo nada, y cada vez menos, porque creo recordar que en la primera vuelta, los cuatro primeros se saltaron la misma chicane y tenían un buen puñado de rivales a menos de un segundo; pero nadie los ha penalizado. . . Porque hacer semejante cosa, a ellos o a Jaime, carece de cualquier sentido.
Sea como fuere, al final, al chico maravilla le salió todo a pedir de boca. A pesar de sus errores, cruzó primero la meta, justo por delante del lider del mundial, al que le falló el embrague en la salida, y con los otros tres rivales noqueados por el infortunio. es difícil imaginar cómo podría haberle salido mejor la jugada. . .
Y voy a terminar con algo que he escrito muchas veces esta temporada: bravo, bravísimo Kubica y que pena de la Rosa. . . El polaco ha vuelto a hacerlo, ha vuelto a dar la sorpresa con un Renault que mejora de carrera en carrera y más cuando lo pilota él. Y de la Rosa, esta vez no fue el motor, fue un charco; pero el resultado es el mismo: la fortuna se sigue cebando en él, porque el caltalán no es el chico maravilla y los muros no se apartan a su paso.
Imágenes: Autosport.com y TheF1.com.
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