Desde que se me terminó el contrato, tengo la suerte de que me aparece dinero inesperado en mi cuenta bancaria. Entre una cosa y otra, me ha caído del cielo dinero para vivir unos tres meses extra. Ajustes de cuentas con la administración universitaria, pagos por vacaciones no disfrutadas, hacienda diciendo que he pagado demasiados impuestos. . . Dinero inesperado y más que bienvenido.
La última fue al volverme de España. Como suele ser habitual en mis últimas visitas, tuve que alquilarme un coche. Un par de semanas después, descubrí que la empresa de alquiler me había devuelto el depósito del seguro no una vez, sino tres. Allá que voy y les llamo. Les cuento el percal, que habían cometido un error a mi favor, y que además sabía que la causa del error había sido que a la maquinita que pasa las tarjetas de crédito se le había escarajonado el rollo del papel y que, a pesar de que dos intentos fallidos constaron como operaciones canceladas, pues parece ser que no fue así, ya ve usted.
Cualquiera que halla tenido que lidiar con sistemas de atención telefónica sabe que es poco menos que un milagro que el operador le pase a uno con alguna persona de responsabilidad en la empresa. Cuando a la operadora le quedó claro que lo único que quería era devolverles dinero, tardó cero-coma en ponerme con su jefe. Un águila el tío. Para empezar, ni me trató de usted; cuando daño han hecho a las buenas costumbres castizas la campechanía y buen rollito de Juancar. Luego, su brillante plan para solucionar el problema era que le diese los datos de mi tarjeta de crédito, así, sin más, por teléfono. Claro, y si quieres también te doy el pin, la clave de mi correo electrónico y te mando una copia de mi firma digital.
Al final, acordamos que ya miraría cómo solucionarlo sin tener los datos de mi tarjeta y me llamaría a lo largo del día para contármelo. Aún sigo esperando; eso sí, el dinero volvió a desaparecer de mi cuenta el lunes.
De nada, eh, salaos.
Imágen: Como caído del cielo, Mirall.
Eso te pasa por hacer las cosas a la Danesa en España.
ResponderEliminarY seguro que, encima, pagaste tú la llamada de teléfono y todo.
Si es que... parece mentira que no te tengas aprendido ya cómo se funciona en estas latitudes.
En teoría era un número gratuito; pero por si acaso, hice la llamada desde el curro, que aún me queda algo de español ;)
ResponderEliminarDi que sí!!!!
ResponderEliminarAnte todo, honrao!!!
y que siga la racha...jajaja.
muak,muak,muak.
Je. . . No sé, no sé, creo que ya he gastado todos los comodines ;)
ResponderEliminarummm, demasiao legal...
ResponderEliminarMás que por ser legal, que también, devolví el dinero para que la chica que me atendió no se comiese un marrón y se lo fuesen a descontar a ella del sueldo. Al fin y al cabo, la culpa no fue de ella sino del aparato para pasar las tarjetas de crédito, que tuvo un día tonto.
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