"Es una utopía. La naturaleza egoísta de la gente lo hace inviable. Eso nunca podrá funcionar…"
El anarquismo, por su propia definición, no es una utopía. Primero, porque no se trata de un sistema social, sino de una serie de criterios o principios para articular sociedades y comunidades. Segundo, porque uno de esos principios es defender y promover el cambio, la evolución, la exploración, la diversidad y la creatividad. Una sociedad que evoluciona y experimenta en busca de mejoras no puede ser utópica, porque lo utópico ya es perfecto, no necesita mejora alguna, es inmutable. Otra razón más por la cual el anarquismo se niega a definir en detalle ninguna estructura social ideal o modélica. Una vez que uno admite que las personas y su entorno están en constante evolución y varían de un lugar a otro del planeta, carece de sentido definir estructuras sociales rígidas, inmutables, globales y utópicas que articulen nuestras vidas por los siglos de los siglos. Por eso el anarquismo, en vez de dar descripciones precisas y detalladas de cómo deberían vertebrarse dichas sociedades, se limita definir una serie de principios que deberían ser defendidos y aplicados en cualquier sociedad presente y futura.
Sobre la naturaleza humana ya discutimos una vez (Naturalezas humanas), así que voy a ahorrarles repeticiones. En cuanto a que "nunca podrá funcionar", sorpréndase ustedes, porque el anarquismo lleva siglos funcionando en varios ámbitos de las sociedades humanas. Uno de ellos, aquel que más influencia ha tenido en la sociedad en los últimos dos siglos: la ciencia.
La ciencia crea, evalúa y ordena el conocimiento siguiendo patrones anárquicos. Al contrario de las connotaciones que los medios han asociado a la palabra, anarquía no significa caos y desorden, es más, muchas estructuras anárquicas tienen un alto grado de organización y complejidad. Anarquismo significa, entre otras cosas, autogestión, descentralización, libertad de asociación y "desasociación", horizontalidad y acceso público a productos y recursos. Criterios todos ellos seguidos a pies juntillas en la comunidad científica. Para evitar malentendidos, no olvidemos sin embargo, que la ciencia vive inmersa en una economía de mercado y una sociedad jerarquizada que causan influencias obvias y, en la mayoría de los casos, negativas.
La comunidad científica evalúa y publica sus conocimientos siguiendo el método de revisión por pares (donde pares ha de entenderse en primera acepción de la RAE: "igual o semejante totalmente"). Cuando alguien hace un nuevo descubrimiento o avance científico y desea compartirlo con la sociedad, primero, entre dos y seis pares (colegas, compañeros, científicos o expertos en la materia), sugeridos por uno mismo y elegidos por el editor de la publicación, evalúan los resultados. Si los consideran correctos y adecuados, se publican, haciéndolos accesibles al resto de la sociedad; si no, los evaluadores sugieren los cambios y mejoras necesarios para su publicación. Por supuesto, una vez que es de dominio público, esa pequeña pieza de conocimiento es revisada, compartida, ampliada y corregida por el trabajo y las publicaciones de otros miembros de la comunidad.
Lo primero que debería de llamarnos la atención en un mundo en que todo tiene un título de propiedad, es que el conocimiento científico es público. Sí, público. Vale que uno tiene que pagar por las revistas donde se publica, una de las consecuencias de que la ciencia viva inmersa en una economía de mercado y los editores, maquetadores e impresores tengan que pagarse el pan. Al comprar una revista, uno paga por el papel y la tinta, o el trabajo de mantenimiento de la web donde se alojen los artículos; pero el conocimiento en sí es público, no tiene copyright y cada uno puede hacer lo que plazca con él. Y menos mal, porque si Ramoncín fuese científico, hasta la Luna tendría que pagar un canon por usar las leyes de Newton para gravitar entorno a la Tierra.
El método de revisión por pares es también horizontal y descentralizado. Horizontal, porque son los propios colegas, científicos igual que uno, quienes evalúan las nuevas publicaciones. Cualquier discusión, antes y después de la publicación, sobre la validad o corrección del nuevo pedazo de conocimiento está libre de cualquier argumento de autoridad, sujeta sólo a la validez y solidez de los argumentos esgrimidos. El método es también descentralizado porque opera sin necesidad de ninguna institución internacional que gestione el proceso. A diario, diversos sectores independientes de la comunidad evalúan y coordinan en paralelo miles de nuevos pedazos de conocimiento, así como sus relaciones e implicaciones con publicaciones anteriores en un continuo foro de discusión global que funciona sin necesidad de ningún aparato jerárquico, burocrático o estatal.
Por último, salvando los límites contractuales impuestos por el mercado laboral (otra de las rémoras impuestas por la economía de mercado), cada científico es libre de gestionar sus recursos intelectuales y materiales así como de asociarse y compartirlos con otros miembros de la comunidad para el mutuo beneficio. Esta capacidad de autogestión y libertad para formar y disolver grupos, junto con el acceso público a la información, son sin duda una las causas de la extraordinaria riqueza y variedad de conocimiento y saber que la ciencia ha creado. Uno no puede dejar de preguntarse cuánto más lejos habríamos llegado si la ciencia no se viese limitada, cada vez más, por los dictados del mercado, la gestión privada de recursos y las imposiciones de intereses particulares, a menudo bélicos, de esta o aquella corporación o estado.
Ustedes eligen: un mundo donde los recursos y las vidas se gestionen de forma anárquica (descentralizada, horizontal, pública y libre) o un mundo jerarquizado y centralizado, con presidentes y votantes, con empresarios y esclavos, un mundo donde el que más tiene tiene aceso a aún más, un mundo donde todo tiene asociado un título de propiedad y compartir está prohibido. Si la comunidad científica no se hubiera empeñado en mantener su estructura anárquica, aún seguiríamos en la Edad Media. Creo que ya va siendo hora de exigir que esos principios se apliquen a otros ámbitos de las sociedades. Ya va siendo hora de que dejemos de llamar utopía a lo que tenemos delante de las narices y empecemos a desenmascarar a timadores y mentirosos.
Imágenes: sacadas de Something Ordinary y Digital Expresionism.
El anarquismo, por su propia definición, no es una utopía. Primero, porque no se trata de un sistema social, sino de una serie de criterios o principios para articular sociedades y comunidades. Segundo, porque uno de esos principios es defender y promover el cambio, la evolución, la exploración, la diversidad y la creatividad. Una sociedad que evoluciona y experimenta en busca de mejoras no puede ser utópica, porque lo utópico ya es perfecto, no necesita mejora alguna, es inmutable. Otra razón más por la cual el anarquismo se niega a definir en detalle ninguna estructura social ideal o modélica. Una vez que uno admite que las personas y su entorno están en constante evolución y varían de un lugar a otro del planeta, carece de sentido definir estructuras sociales rígidas, inmutables, globales y utópicas que articulen nuestras vidas por los siglos de los siglos. Por eso el anarquismo, en vez de dar descripciones precisas y detalladas de cómo deberían vertebrarse dichas sociedades, se limita definir una serie de principios que deberían ser defendidos y aplicados en cualquier sociedad presente y futura.
Sobre la naturaleza humana ya discutimos una vez (Naturalezas humanas), así que voy a ahorrarles repeticiones. En cuanto a que "nunca podrá funcionar", sorpréndase ustedes, porque el anarquismo lleva siglos funcionando en varios ámbitos de las sociedades humanas. Uno de ellos, aquel que más influencia ha tenido en la sociedad en los últimos dos siglos: la ciencia.
La ciencia crea, evalúa y ordena el conocimiento siguiendo patrones anárquicos. Al contrario de las connotaciones que los medios han asociado a la palabra, anarquía no significa caos y desorden, es más, muchas estructuras anárquicas tienen un alto grado de organización y complejidad. Anarquismo significa, entre otras cosas, autogestión, descentralización, libertad de asociación y "desasociación", horizontalidad y acceso público a productos y recursos. Criterios todos ellos seguidos a pies juntillas en la comunidad científica. Para evitar malentendidos, no olvidemos sin embargo, que la ciencia vive inmersa en una economía de mercado y una sociedad jerarquizada que causan influencias obvias y, en la mayoría de los casos, negativas.
La comunidad científica evalúa y publica sus conocimientos siguiendo el método de revisión por pares (donde pares ha de entenderse en primera acepción de la RAE: "igual o semejante totalmente"). Cuando alguien hace un nuevo descubrimiento o avance científico y desea compartirlo con la sociedad, primero, entre dos y seis pares (colegas, compañeros, científicos o expertos en la materia), sugeridos por uno mismo y elegidos por el editor de la publicación, evalúan los resultados. Si los consideran correctos y adecuados, se publican, haciéndolos accesibles al resto de la sociedad; si no, los evaluadores sugieren los cambios y mejoras necesarios para su publicación. Por supuesto, una vez que es de dominio público, esa pequeña pieza de conocimiento es revisada, compartida, ampliada y corregida por el trabajo y las publicaciones de otros miembros de la comunidad.
Lo primero que debería de llamarnos la atención en un mundo en que todo tiene un título de propiedad, es que el conocimiento científico es público. Sí, público. Vale que uno tiene que pagar por las revistas donde se publica, una de las consecuencias de que la ciencia viva inmersa en una economía de mercado y los editores, maquetadores e impresores tengan que pagarse el pan. Al comprar una revista, uno paga por el papel y la tinta, o el trabajo de mantenimiento de la web donde se alojen los artículos; pero el conocimiento en sí es público, no tiene copyright y cada uno puede hacer lo que plazca con él. Y menos mal, porque si Ramoncín fuese científico, hasta la Luna tendría que pagar un canon por usar las leyes de Newton para gravitar entorno a la Tierra.
El método de revisión por pares es también horizontal y descentralizado. Horizontal, porque son los propios colegas, científicos igual que uno, quienes evalúan las nuevas publicaciones. Cualquier discusión, antes y después de la publicación, sobre la validad o corrección del nuevo pedazo de conocimiento está libre de cualquier argumento de autoridad, sujeta sólo a la validez y solidez de los argumentos esgrimidos. El método es también descentralizado porque opera sin necesidad de ninguna institución internacional que gestione el proceso. A diario, diversos sectores independientes de la comunidad evalúan y coordinan en paralelo miles de nuevos pedazos de conocimiento, así como sus relaciones e implicaciones con publicaciones anteriores en un continuo foro de discusión global que funciona sin necesidad de ningún aparato jerárquico, burocrático o estatal.
Por último, salvando los límites contractuales impuestos por el mercado laboral (otra de las rémoras impuestas por la economía de mercado), cada científico es libre de gestionar sus recursos intelectuales y materiales así como de asociarse y compartirlos con otros miembros de la comunidad para el mutuo beneficio. Esta capacidad de autogestión y libertad para formar y disolver grupos, junto con el acceso público a la información, son sin duda una las causas de la extraordinaria riqueza y variedad de conocimiento y saber que la ciencia ha creado. Uno no puede dejar de preguntarse cuánto más lejos habríamos llegado si la ciencia no se viese limitada, cada vez más, por los dictados del mercado, la gestión privada de recursos y las imposiciones de intereses particulares, a menudo bélicos, de esta o aquella corporación o estado.
Ustedes eligen: un mundo donde los recursos y las vidas se gestionen de forma anárquica (descentralizada, horizontal, pública y libre) o un mundo jerarquizado y centralizado, con presidentes y votantes, con empresarios y esclavos, un mundo donde el que más tiene tiene aceso a aún más, un mundo donde todo tiene asociado un título de propiedad y compartir está prohibido. Si la comunidad científica no se hubiera empeñado en mantener su estructura anárquica, aún seguiríamos en la Edad Media. Creo que ya va siendo hora de exigir que esos principios se apliquen a otros ámbitos de las sociedades. Ya va siendo hora de que dejemos de llamar utopía a lo que tenemos delante de las narices y empecemos a desenmascarar a timadores y mentirosos.
Imágenes: sacadas de Something Ordinary y Digital Expresionism.