¿Alguna vez os habéis quedado encerrados en vuestra propia casa?
Y no me refiero a un encierro voluntario, como hice este fin de semana. El fútbol ocupa un puesto bastante bajo en mi lista de prioridades deportivas; pero cada dos años me pego gustoso un empacho: de mundiales y eurocopas, me trago todos los partidos que puedo. Así fue que, el fin de semana, entre el Mundial, las 24 Horas de Le Mans y el Gran Premio de Canadá, hacía años que no me pasaba tantas horas mutando delante de un televisor. Menos mal que el domingo, aprovechando el sol que asoma de vez en cuando por estos lares, nos fuimos un par de horas a botar una pelota y correr alrededor de una canasta; para después volver a pegarnos a la tele, claro.
Así van pasando los días. Levántandome sin prisa. Trabajando desde casa sin estrés, maquetando y puliendo detalles en la tesis. Quedando con los amigotes para ver partidos de fútbol y tirarnos al sol. La dura vida del parado. . . Hasta que el otro día me dió por volver a la oficina. Tenía que imprimir unos papeles y hablar con un par de personas. Después de trabajar en casa un par de horas y darme una ducha, me visto ufano dispuesto disfrutar bajo el sol de los veinte minutos en bici hasta la universidad. Abro la puerta. . .
No, no abrí la puerta. . . Esa maravillosa puerta danesa que para abrirla son necesarias dos manos, una para la manilla y otra para el pestillo. Como el proceso es altamente no trivial, volví a intentarlo. Mano derecha: pestillo. Mano izquierda: manilla. Girar y abro la puerta. . . No tampoco abrí la puerta. Ningún problema con la manilla; pero el pestillo estaba bloqueado. Ni a izquierda ni a derecha, ni para arriba ni para abajo, no había manera de abrir. Tuve que llamar a un amigo que vive a un par de calles, y que por suerte también está en el paro, no hay mal que por bien no venga, tirarle las llaves por la ventana y que me abrise él desde fuera. Abrió a la primera, sin dramas ni esfuerzos.
No me contéis porqué, ni lo entiendo ni quiero saber la utilidad de un pestillo con un bloqueo que evita abrirlo desde dentro, pero que desde fuera abre con medio giro de la llave. ¿Para que no se escapen los niños? ¿Para secuestrar señoritas de buen ver?. . . No lo quiero saber, porque el día que lo sepa, dudo que vaya a entenderlo.
¿Y cómo se bloqueó? Pues intuimos, carecemos pruebas fehacientes, que, al salir por la mañana, mi compañero de piso cerró la puerta con la llave en la cerradura activando sin querer, y sin saber que existía, el pestillo-trampa. Ya véis, ahora tengo la disculpa perfecta para llegar tarde a todos lados, o incluso para evitar compromisos indeseados: Lo siento, no puedo ir, me he quedado encerrado dentro de casa.
Y no me refiero a un encierro voluntario, como hice este fin de semana. El fútbol ocupa un puesto bastante bajo en mi lista de prioridades deportivas; pero cada dos años me pego gustoso un empacho: de mundiales y eurocopas, me trago todos los partidos que puedo. Así fue que, el fin de semana, entre el Mundial, las 24 Horas de Le Mans y el Gran Premio de Canadá, hacía años que no me pasaba tantas horas mutando delante de un televisor. Menos mal que el domingo, aprovechando el sol que asoma de vez en cuando por estos lares, nos fuimos un par de horas a botar una pelota y correr alrededor de una canasta; para después volver a pegarnos a la tele, claro.
Así van pasando los días. Levántandome sin prisa. Trabajando desde casa sin estrés, maquetando y puliendo detalles en la tesis. Quedando con los amigotes para ver partidos de fútbol y tirarnos al sol. La dura vida del parado. . . Hasta que el otro día me dió por volver a la oficina. Tenía que imprimir unos papeles y hablar con un par de personas. Después de trabajar en casa un par de horas y darme una ducha, me visto ufano dispuesto disfrutar bajo el sol de los veinte minutos en bici hasta la universidad. Abro la puerta. . .
No, no abrí la puerta. . . Esa maravillosa puerta danesa que para abrirla son necesarias dos manos, una para la manilla y otra para el pestillo. Como el proceso es altamente no trivial, volví a intentarlo. Mano derecha: pestillo. Mano izquierda: manilla. Girar y abro la puerta. . . No tampoco abrí la puerta. Ningún problema con la manilla; pero el pestillo estaba bloqueado. Ni a izquierda ni a derecha, ni para arriba ni para abajo, no había manera de abrir. Tuve que llamar a un amigo que vive a un par de calles, y que por suerte también está en el paro, no hay mal que por bien no venga, tirarle las llaves por la ventana y que me abrise él desde fuera. Abrió a la primera, sin dramas ni esfuerzos.
No me contéis porqué, ni lo entiendo ni quiero saber la utilidad de un pestillo con un bloqueo que evita abrirlo desde dentro, pero que desde fuera abre con medio giro de la llave. ¿Para que no se escapen los niños? ¿Para secuestrar señoritas de buen ver?. . . No lo quiero saber, porque el día que lo sepa, dudo que vaya a entenderlo.
¿Y cómo se bloqueó? Pues intuimos, carecemos pruebas fehacientes, que, al salir por la mañana, mi compañero de piso cerró la puerta con la llave en la cerradura activando sin querer, y sin saber que existía, el pestillo-trampa. Ya véis, ahora tengo la disculpa perfecta para llegar tarde a todos lados, o incluso para evitar compromisos indeseados: Lo siento, no puedo ir, me he quedado encerrado dentro de casa.
Nota mental:Aantes de volver a visitarte, comprarme esas ganzúas que llevo tiempo queriendo aprender a usar. Lo de aprender a usarlas, me parece que no iba a ser de mucha utilidad si no tengo una muestra de la "típica" cerradura danesa, porque, con las de aquí, me parece que no llego ni a nivel de principiante.
ResponderEliminarJejejeje. . . Cuanto mal ha hecho Feynman incitando actitudes perversas en físicos de bien.
ResponderEliminarXDDDD
ResponderEliminarPero lo suyo era con cerraduras de combinación.
El único problema que tengo con esas puertas además de que no puedo llevar millones de cosas y abrir la puerta, es que me las suelo dejar abiertas cuando me voy de casa (ya no, pero al principio era norma)...claro, como hay que cerrar con llave...
ResponderEliminarY cuando me acostumbré a cerrar con llave y no preocuparme de dejarme las llaves en casa, vas a España y día sí, día no, me dejaba las llaves dentro y ale, sin poder entrar.
Sí, claro, Fxx, y con lector de huella dactilar. . . :p
ResponderEliminarJajajaja. . . Vaya, así que no soy el único que ahora se olvida las llaves cuando esta en España. Mal de muchos. . . Jeje.