jueves, 1 de abril de 2010

Calles y acordes


Calles frías, mojadas, oscuras. La luz amarilla de las farolas se reflejan en el asfalto y se multiplican en las gotas que resbalan por coches y escaparates. Los neumáticos de la bicicleta susurran agua mientras me voy acercando. Tras unos jardines, un par de ventanales con vidrieras de colores flanquean una puerta de madera roja alumbrada por un farol amarillento.

Hemos visto la escena en decenas de películas. Una noche de perros. Puede nevar, diluviar o soplar un vendaval. De entre las sobras aparece, bajo la luz que ilumina la puerta, una figura embozada. Viste capa sobre capa de ropas, abrigos, bufandas y sombreros. Encorvada bajo la lluvia la nieve o el simple frío. Se detiene ante la puerta. Mira atrás unos instantes. Se frota las manos. Abre la puerta. Despacio. La oscuridad y el frío se abren al calor y la luz. La música sube de volumen y el protagonista entra quitándose el sombrero y desabrochándose el abrigo.

Desde que vivo en Copenhague, he perdido la cuenta de las veces que he sido el protagonista de esa escena. Por todos los rincones nocturnos de esta ciudad puede uno encontrar puertas rodeadas por un halo de luz, una promesa de calidez en la humedad helada de las noches de invierno. Al abrir una de esas puertas te dan la bienvenida la luz tenue y hogareña de las velas. Te saludan los acordes acojedores de una guitarra, un piano, un bajo o todos a la vez; puede que incluso una voz acariciando estrofas. Entre la barra de madera, las sillas viejas y los sofás tapizados en cuero o tercipelo gastado, viajan un caos de pintas cervezas y copas de vino. Todo fluye con las cadencias desordenadas del jazz. Hay una sonrisa inefable tras la barra. Sea la de una niña bonita de ojos frescos o la de un hombre mayor, sereno, de ojos cansados y gestos seguros, te atenderán sin prisa, dándole tiempo a la música para que te quite el frío, te haga olvidar de dónde vienes y te recuerde que has llegado. Has llegado a uno de esos templos donde esta ciudad rinde culto a su dios: la música, el jazz.

Vayas donde vayas, cualquier día de la semana, podrás encontrar música. Música en directo. Aficionados, profesionales y cualquier cosa a medio camino. Músicos que tocan para sus amigos por el placer de compartir su pasión, sin aspirar nada más que a divertirse a sí mimos y amenizarle de paso a uno la velada. Jóvenes y ancianos. Borrachos y serenos. Damás y señoritas. Todos bombean acordes por las calles de esta ciudad. Y si te sientes afortunado, puedes entrar a compartir una cerveza.


Imagen: Caffe intime.

5 comentarios:

  1. Anónimo3/4/10, 0:37

    qué buen rollito! :)

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  2. Jeje, sí, quizá esa sea una mejor descripción de Copenhague: buen rollito ;)

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  3. eso que buen rollito..yo quiero ir a vivir a ese pais pero..ya..!! como sea y donde sea, ;-) Ya sabes que la musica encandila a las bestias y quizas en las bestias vikingas tambien funcione

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  4. Pues no sé que espera usté. . . ;)

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